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Navegar por el Mississippi

Un álbum editado por el sello Putumayo redescubre el 'blues' como poesía, como reflexión sobre la vida.

Juan Carlos Garay
26 de agosto de 2002

Mi amado río Mississippi", fue lo único que atinó a decir el escritor Jack Kerouac cuando vio ese caudal de aguas por primera vez. Estar a sus orillas era una dicha enorme: por fin verlo luego de haberlo conocido a través de las novelas de Thomas Wolfe y las letras de los blues.

Porque si bien al bendito río lo destacan los textos de geografía por bañar las tierras donde se cultiva el algodón, justo sería reconocerle también el cultivo de grandes plumas. Y además una forma de poesía vernácula llamada blues.

Un reciente disco del sello Putumayo se ha propuesto reconstruir esa historia. El blues se fue expandiendo a lo largo de los pueblos que bordeaba el Mississippi (aunque, valga el dato curioso, el hecho sucedió en dirección contraria a la corriente). Así que el álbum Mississippi blues nos ofrece un paseo musical por todos esos rincones. Y ello redunda, por supuesto, en una atractiva variedad de estilos.

No hay un orden claro en el disco. Uno esperaría que, al igual que el río, el repertorio de canciones naciera en Minnesota y desembocara en Louisiana. Pero la selección musical es impecable, así que es fácil pasar por alto ese detalle y dedicarse, simplemente, a disfrutar de unos buenos blues.

Mencionemos algunos momentos exquisitos que tiene esta recopilación. Junior Wells entona uno de los más desgarrados cantos de frustración sexual que uno pueda escuchar jamás. Big Boy Crudup lo contrasta con un blues tan alegre que se acerca como una premonición al rock and roll. Chris Thomas King nos muestra lo que está haciendo la nueva generación. Y John Lee Hooker...

Bueno, ¿qué otra cosa puede decirse? Siempre será un placer escuchar a John Lee Hooker. Al final uno termina lamentando que la selección dure apenas 40 minutos, pero así ha sido siempre: los discos de Putumayo se distinguen, entre otras cosas, por su brevedad.

Sentir la vida

No son tiempos fáciles. En esta época de sacrificios y recesiones, una buena dosis de blues ayuda a pasar el trago amargo. Para ello hay que buscar un álbum de antología que sea a la vez representativo, variado y completo. Y éste, sin duda, lo es.

Si uno cree en las facultades medicinales de la música, el blues no puede ser sino el mejor antídoto de la melancolía. Alguna vez Joachim Berendt se preguntó por qué el blues nos envuelve, y descubrió que su temática siempre nos incluye: "El amor y la discriminación, la cárcel, las inundaciones, los ferrocarriles, los presagios de los gitanos y el sol al atardecer". Charles Cobb escribió hace unos años en National Geographic otra definición que me encanta: "El blues es sólo sentir la vida mientras pasa".

Y es que al haber nacido y crecido en esos pueblos que miran pasar el río, el blues posee también la fuerza de lo reflexivo. El río alentó a esos primeros bardos a cantar sobre la vida con toda honestidad, a veces con crudeza, siempre con afecto. Por eso Mark Twain. Por eso William Faulkner.

Por eso todos estos poetas vernáculos, con guitarra y garganta en vez de papel y pluma, que siempre sabrán cómo envolvernos en su música. Amado río Mississippi, qué bien cae escuchar blues por estos días.