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OH SOL DE MI QUERER

Juan José Hoyos incursiona con éxito en el terreno de la novela

10 de diciembre de 1984


Hace poco más de dos meses, la Editorial Planeta lanzó una nueva colección de libro --"Autores colombianos"-- con dos títulos que han atraído por distintas razones la atención del lector. La última, por ahora, novela de Manuel Mejía Vallejo "Y el mundo sigue andando", y la primera de Juan José Hoyos "Tuyo es mi corazón".

Y esta primera novela de Juan José Hoyos viene a llenar un vacío en el lento y, a veces, indeciso proceso literario nuestro. Con claros antecedentes, no es necesario remontarse demasiado para recordar a Umberto Valverde, Andrés Caicedo y, sobre todo, a Eligio García con su novela "Para matar el tiempo". "Tuyo es mi corazón" consolida un universo que a partir de este momento podrá darnos gratas sorpresas creadoras. Porque esta novela logra reunir y desarrollar los principales elementos constitutivos de esa edad atormentada y "perversa" --y no por eso menos hermosa-- que es el mundo de la adolescencia. Allí está todo el drama interno, el dolor de crecer --como diría algún adulto compasivo-- de la juventud en ese instante crítico que coloca al muchacho frente y contra el mundo. Esos años cruciales que lo obligan a posar --a actuar y representar-- como los personajes de la primera novela de Vargas Llosa y a descubrir --paulatinamente-- que mientras se está vivo nada es seguro.

Con un escenario específico, perfectamente delimitado, los barrios de Manrique Oriental y Aranjuez, la novela se proyecta desde allí sobre todo ese Medellín que crece desordenadamente, que atraviesa el río y ocupa rápidamente lo que queda del valle y sigue lomas arriba por las laderas de enfrente.

Barrios conformados por las familias que salen de los pueblos remotos de Antioquia, con unos hijos que vieron por primera vez una ciudad cuando llegaron a estos extramuros huyendo de la violencia, Barrios con tiendas --con graneros, dicen allá-- y cantinas que se fueron transformando en heladerías sin perder por completo ese aire "malsano" que las madres pueblerinas se encargaron de endilgarle a los cafés.

Barrios llenos de viejos recelosos encerrados en mezquinos oficios cotidianos y acosados por las necesidades más inmediatas; barrios repletos de niños que se adueñan de las calles, y de muchachas y muchachos que se celan desde las aceras y en las esquinas, a las horas en que los colegios se abren y arrojan la multitud de uniformes calle abajo.

Ese es el escenario de "Tuyo es mi corazón". Una novela que Juan José Hoyos escribió dejando a un lado el falso recato y la ceñuda y adusta pose de los mayores y que él se permitió contar con todo el melodramatismo y la exuberante cursilería de los muchachos que tienen como único credo las canciones de moda.

Ante el entusiasmo que esta novela ha suscitado entre algunos sectores, al menos entre algunos lectores como en el caso de quien --ahora-- garrapatea estas líneas, otros, escépticos, comparan este brote esperanzado con el que, a veces, despiertan nuestras selecciones nacionales en algun deporte. Odiosa por injusta, como cualquier otra comparación, lo es doblemente porque "Tuyo es mi corazón" ha sido escrita con la responsabilidad de que carecen todavía nuestras selecciones deportivas y ha sido concebida por alguien que cree en su oficio y lo maneja con la destreza y la mesura de quien está convencido de lo que hace.

En la contracarátula se lee que Juan José Hoyos "es un periodista", corresponsal de El Tiempo y que aparte de algunos cuentos publicados "ésta es su primera novela". Este es otro aspecto digno de tener en cuenta, pero más que su carácter inicial habría que destacar su factura, porque ésta es una muy buena novela colombiana. Ella demuestra, sin aspavientos, la distancia que todavía existe entre el relato periodístico y la ficción literaria. Ahora que ha muerto la principal vedette de la novela periodística y los suplementos registran consternados tan infausta noticia, buena labor harían en hablar de las cosas que se generan en el país.

Por otra parte, sin perder un ápice de su carácter esencialmente literario y aunque amenace con ser una contradicción y sea tan solo su más definitiva paradoja, esta obra arroja mucha luz sobre el Medellín actual que se descompone contra la voluntad de todos y sin que nadie atine a señalar el por qué de tan desventurado presente.

Que, tal vez, le sobran unas cuantas páginas en opinión de algunos que confiesan no haberla leído, apenas hojeado, hasta puede ser cierto. Pero aquí no se trata de sostener que la novela sea perfecta y constituya un hito después de "Cien años de soledad" surgida hace ya 17 años; lo que sí se quiere afirmar es que abre en forma definitiva nuevos derroteros y otros espacios a la novelística actual. Y eso bien vale el entusiasmo que despierta en muchos de sus lectores. --
Conrado Zuluaga Osorio