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RECOBRANDO LA MEMORIA

El "espiritu de demolición" empieza a ceder ante el interés para restaurar y conservar el patrimonio arquitectónico

12 de agosto de 1985

En Colombia existe todavía un cuantioso patrimonio urbano y arquitectónico que hay que conservar. En ciudades y pueblos se encuentran sectores y edificaciones que guardan las cualidades de su arquitectura original y que constituyen una parte muy importante de la memoria urbana del país. A pesar del vandalismo que atentó y aún atenta contra ese patrimonio, la posibilidad de recuperar lo que queda es ahora un asunto de capital trascendencia no sólo para los estudiosos o interesados en la historia, sino para todos los ciudadanos.
En la historia del país cada generación ha sido más bien inmisericorde con los legados de las antecesoras. El desprecio por el pasado que se transmite de generación en generación, bien puede ser una herencia del período colonial en que se intentó de muchas formas acabar con el legado indígena, el que no se entendió en su debida forma. La República trajo consigo el desprecio hacia lo colonial y el aprecio por los nuevos valores traldos de Europa y de los Estados Unidos. La modernización del país hizo ver despectivamente todo el pasado precedente y bajo su bandera se atacaron los viejos reductos coloniales y republicanos para dar paso a los nuevos símbolos del progreso. En cuatro siglos de historia, el país perdió buena parte de su memoria urbana y arquitectónica. El interés por su recuperación se inició hacia 1960, en los centros universitarios de investigación histórica. Desde entonces las tareas de restauración y revitalización de la arquitectura del pasado han cobrado una importancia cada vez mayor.
Los instrumentos legales existentes no son muy efectivos como mecanismos de protección de este patrimonio. Existe el recurso de declarar "monumento nacional" tanto sectores urbanos como edificaciones y obras civiles (monumentos, puentes etc.). La declaratoria implica que los monumentos no pueden ser destruidos ni alterados, pero no implica ningún incentivo tributario o financiero para ayudar en los trabajos de restauración y conservación. Tampoco existen normas que orienten estos trabajos, los que quedan a merced del conocimiento o de la ignorancia de quienes reciben encargos para realizarlas.
Los trabajos que hasta ahora se han efectuado o los que se encuentran en ejecución demuestran el interés de entidades públicas y privadas y de personas que consideran el patrimonio urbano y arquitectónico una parte invaluable de la cultura colombiana.
Gracias al apoyo cada vez más efectivo de los investigadores y de los especialistas, se cuenta ahora con elementos de juicio más fundamentados que los empleados por los primeros restauradores hace bastantes años. Es así como se encuentran obras acertadas en todas partes, al lado de obras que, por falta de conocimiento de sus r estauradores, se han deformado considerablemente. En la ciudad de Popayán, en vías de reconstrucción después del terremoto de 1983, se pueden ver las dos manifestaciones: los trabajos serios y fundamentados y los trabajos de quienes desean volver a la Popayán más colonial de lo que jamáss fue. Algo semejante sucede en Cartagena, donde se han inventado un estilo colonial que la ciudad no tuvo y que se evidencia en la reciente restauración del claustro de San Diego para la Escuela de Bellas Artes.
En Medellín se iniciaron hace poco los trabajos de restauración de la estación del ferrocarril de Antioquia uno de los más bellos ejemplos de arquitectura ferroviaria que se realizaron en el país a comienzos del siglo.
Con esta obra ingresa la capital de Antioquia a la lista de ciudades que trabajan activamente en la recuperación de su memoria urbana. En la lista de espera se encuentran ciudades que tienen interés por rescatar algunas edificaciones importantes, pero que por motivos diversos no han podido hacerlo. Es el caso de Barranquilla, donde existe la propuesta de restaurar el excelente edificio de la Aduana y su vecina estación de ferrocarril y para ello se cuenta con el apoyo de distintas entidades que ojalá logren superar los obstáculos inevitables en estas iniciativas. Es también el caso de Armenia, donde se intenta salvar la estación de ferrocarril y el antiguo ancianato, edificios muy representativos de una época de la ciudad en la que, por otra parte, no quedó nada del antiguo centro republicano.
En Bogotá la Lotería de Cundinamarca intentó adquirir la antigua sede del Cun Club para rescatar un excelente ejemplo de arquitectura republicana de comienzos del siglo. El Banco Central Hipotecario adquirió en Calarcá una vieja casona del mismo período y la restaurará para localizar allí sus oficinas, dando un ejemplo de interés cultural. El Banco de la República ha desarrollado una excelente labor de conservación del patrimonio arquitectónico a través de una de sus fundaciones. La Corporación del Barrio La Candelaria en Bogotá realiza actualmente una amplia labor en ese sector, que va desde el amoblamiento urbano y la restauración del espacio público hasta el rescate del color que hizo parte importante de la imagen del barrio. Sin embargo, las necesidades manifiestas en todo el país superan todavía las posibilidades de las pocas entidades públicas que atienden con sus dineros las actividades de conservación. El apoyo de la empresa privada que podría ser mucho más efectivo, es todavía escaso y esporádico.
Hacer una lista de necesidades apremiantes seria interminable. Está por ejemplo la Casa de la Cultura en Cúcuta, que posee el antiguo edificio d la Energía y que rcquiere urgentemente trabajos de conservación y de "desmodernización". En Bogotá está La antigua fábrica de Bavaria cuya de molición se detuvo oportunamente que puede brindar a la ciudad un excelente ejemplo de reconstrucción de paisaje urbano y al tiempo puede adecuar las antiguas edificaciones para su propia sede. En Cartagena el antiguo hospital de Santa Clara permanece abandonado, prestándose para adecuarse como hotel o como vivienda con excelentes resultados. A nivel de sectores urbanos y de pueblos se encuentran incontables casos que es peran atención. Esto indica la urgencia por despertar en el gobierno nacional un mayor interés en el problema y adoptar medidas mucho más seguras y dinámicas.
A todas estas cabe preguntarse: ¿para qué sirve salvar sectores y edificios "viejos" que detienen el progreso del país? Para dar la respuesta es necesario mirar la ciudad con ojos que permitan entender por qué es importante la memoria urbana y también qué representan estas actividades en términos de economía colectiva. Es un hecho conocido que las labores de restauración y conservación permiten obtener espacios para trabajo, vivienda, recreación, cultura y servicios a un costo menor que el que implica demoler y volver a hacer o construir en sectores periféricos de las ciudades. En Europa han practicado esto por siglos. En Estados Unidos, de donde hemos copiado el modelo demoledor, ya descubrieron la importancia del rescate del patrimonio urbano y arquitectónico y actualmente existen incontables frentes de actividad que prueban la eficacia económica del sistema.
Es interesante entonces preguntarse también ¿por qué en Colombia, pais de recursos limitados, no han surgido iniciativas que favorezcan la conservación y restauración de ciudades y edificios? Estas labores redundarían en un beneficio colectivo mayor y permitirian al ciudadano tener presente su historia y aprender a estimarla. Probablemente la respuesta sería similar a las que responderían los interrogantes acerca de las leyes de reforma urbana, de control de costos financieros de la vivienda, de protección del espacio público, de protección al peatón, etc., etc. Es de esperarse que algún día, posiblemente en el próximo gobierno, estas inquietudes conduzcan a la adopción de estímulos y normas que favorezcan la terapia para esta forma particular de amnesia ciudadana.-
Alberto Saldarriaga Roa.