La aparición casi simultánea de tres grabaciones de Cecilia Bartoli llama la atención. No se trata simplemente de un fenómeno de la belleza acústica y la mejor pirotecnia del bel canto. Hay más, pues no es gratuito que el primero de estos compactos se haya realizado _en vivo_ en el escenario del Teatro Olímpico de Vicenza, pieza cumbre del renacimiento tardío de Andrea Palladio y Vincenzo Scamozzi, de fines del siglo XVI, recinto sagrado de la historia de la ópera al que sólo tienen acceso figuras totalmente consagradas del arte de la música. Nacida en Roma en junio de 1966, Bartoli parecía predestinada al estrellato desde los ocho años cuando cantó la parte del pastor en Tosca, de Puccini, en la Opera de Roma. Concluidos sus estudios debuta en la Arena de Verona en Italia. Inicia entonces, con 19 años, una carrera internacional meteórica: en cosa de apenas unas semanas canta en Nantes, Opera de Varsovia, Opera de Berlín y participa en un homenaje a la memoria de María Callas en la Opera de París que llama la atención de Daniel Baremboim y Herbert von Karajan. En menos de un año está convertida en la primera rossiniana de la actualidad. Aunque Bartoli se ha cuidado de reinar con autoridad en su feudo rossiniano, ha tenido la inteligencia de incursionar, cuidadosamente, otros terrenos propicios a sus condiciones vocales: Donizetti, Mozart, y el casi inexplorado Stile fiorito de los siglos XVII y XVIII, con su repertorio de castratti. Lentamente está generando una revolución en la moderna interpretación lírica al poner en su voz personajes que durante siglos han sido de las sopranos. Ella intuye que así debe ser, pues durante los siglos anteriores al XIX la voz de mezzo todavía no estaba reconocida como tal. Tan segura está que su aclamado debut en la Metropolitan de Nueva York lo hizo con personajes mozartianos de soprano: Despina de Cosí fan tutte y Susanna de Nozze di Figaro. De eso se tratan estas grabaciones. En el Olímpico de Vicenza: con I Sonatori de la Giogiosa Marca canta el Stile fiorito de castratti de Vivaldi, Händel y Caccini, luego, acompañada al piano por Jean-Yves Thibaudet, recorre Mozart, Schubert, Berlioz, Bellini, Donizetti, Rossini, Montsalvatge y remata con su personalísima Séguedille de Carmen, de Bizet. En este disco se cuida de no caer en la tentación del canto de bravura. Para eso está el segundo compacto al lado del barítono norteamericano Bryn Terfel, con la Orchestra dell'Accademia Nazionale di Santa Cecilia dirigida por Myung-Whun Chung, en el que se entrega al paso del clasicismo con arias y dúos de óperas de Mozart _Noze di figaro, Cosí fan tutte, Don Giovanni y Zauberflöte_ y en seguida el canto de exhibición, en el cual no tiene rival, con fragmentos de Rossini _Barbiere di Siviglia y L'italiana in Algeri y Donizetti con L'Elisir d'amore_. Terfel no se queda atrás en el difícil compromiso. Todo este disco trae repertorio original para soprano. El tercer compacto tiene un título comprometido: Voices from Heaven, voces del cielo. Bartoli de nuevo con el coro y orquesta de Santa Cecilia de Roma y dirección de Chung se reúne con Bryn Terfel _Réquiem de Fauré_ y Andrea Bocelli _I belive de Levi_ para cantar música religiosa: Misa en Sí menor de Bach; Vesperae, de Mozart; Ave Maria, de Gounod, y Réquiem, de Fauré. Suena demasiado ambicioso y arriesgado. Pero no hay tal. Paradójicamente cuida de no moverse un solo centímetro de lo suyo: el repertorio de mezzosoprano lírico. Novedades Johannes Brahms CELLO SONATAS Yo-Yo Ma & Emanuel Ax BMG Classics Con este disco el buen aficionado a la música de cámara sencillamente va a la segura. Dos monstruos se le miden a una de las más breves y excepcionales colecciones del género: las Sonatas de Brahms para cello y piano con Yo-Yo Ma y Emanuel Ax. El resultado artístico no es una sorpresa, porque se trata de dos grandes, pero sí es de obligada audición por la manera profunda e inteligente como resuelven dos obras tan disímiles. Triunfan en las dificultades de la Nº 1 y en las complejidades musicales _especialmente en el intrincado fugado del último movimiento_ de la Nº 2. Ax y Ma trabajan a tope y no esquivan la intensidad del diálogo ni la compenetración que impone la densidad de la escritura brahmsiana. ALAS DE PRUEBA Obras de Cesar López. Cesar López, piano; Lía Uribe, fagot; Angelica Gámez, violín; Sandra Parra, cello; Fredy Camelo, guitarra; Germán Hernández, percusión. La gran bondad de esta grabación es que se trata del intento decidido de un músico colombiano de hacer oír su propuesta en un medio tradicionalmente cerrado. El mismo César López ha dicho que intenta hacer música "clásica y colombiana". La postura estética pasa de largo con las tendencias de la ultravanguardia, que parecen tenerlo sin cuidado. Hay un importante esmero por el aspecto armónico a lo largo de esta serie de 11 composiciones breves que pueden quedar inscritas en el repertorio camerístico, por la selección básica de un cuarteto que incluye violín, cello, fagot y piano, decididamente el instrumento central. Todo parece rubricado por el interés del compositor de mantener la música en una especie de espíritu aleatorio y de accesibilidad para el oyente.