Birdee Pruitt (Sandra Bullock) era una linda estudiante de bachillerato en un remoto pueblo de Texas. Tan linda que mereció el premio de belleza de su colegio y además se ganó el amor del muchacho más popular de su clase, toda una promesa del fútbol americano. La historia habría sido todo un cuento de hadas si no fuera porque muchos años después Birdee se daría cuenta, frente a las cámaras, durante un programa de televisión al estilo del Show de Cristina, de que su marido se acostaba con su mejor amiga. Destrozada por la cruda realidad Birdee tendrá que regresar a la casa de su madre para intentar recomponer su vida. Por sí solo el argumento de la película Vientos de esperanza, dirigida por el actor Forest Whitaker (el mismo de Bird y El juego de las lágrimas), suena interesante. Al fin y al cabo se trata de la historia de una ganadora que, cubierta bajo el manto de su belleza, creció convencida de que jamás tendría que asumir una derrota, y menos retornar a su pueblo dispuesta a aguantar una humillación que ella misma impartió en sus años juveniles. Lo que Whitaker propone es una sutil venganza del destino contra la trivialidad y la prepotencia, venganza advertida incluso desde las primeras escenas de la cinta, en las cuales Birdee asiste a un popular talkshow para que le cambien el look en vivo y descubre para su sorpresa que el tema es en realidad el de las amigas íntimas que se sacan los cueros al sol en directo frente a millones de teleespectadores. El irónico guiño de la secuencia, sin embargo, resulta ser demasiado elevado para el posterior desarrollo de la trama. El drama por el que pasa Birdee en medio de sus frustrantes circunstancias parece una larga y trillada moraleja al final de la cual la princesita de cristal termina aceptando, más por resignación que por convicción, el amor ofrecido por quien en su época era tildado como el bobo de la secundaria. Dirigido por otros En la amplia carrera cinematográfica de Woody Allen los casos de su participación como actor en películas dirigidas por alguien diferente de él son más bien insólitos. Sin embargo el neurótico realizador neoyorquino ha decidido últimamente acceder a esta alternativa. Acaba de terminar su trabajo en la cinta Company man, de Douglas McGrath, y se rumora que trabajará en Picking up the pieces, haciendo las veces de un carnicero judío. Lo curioso es que el director es nadie menos que Alfonso Arau, el mexicano que saltó a Hollywood luego del éxito de Como agua para chocolate.