En Expoartesanías se puede apreciar la diversidad cultural de Colombia y de otros lugares del mundo gracias a la presentación de más de 800 expositores de 31 departamentos del país, la representación de 113 comunidades indígenas y afrocolombianas, 200 grupos campesinos y 170 expositores internacionales de 18 países. Ana María Fríes, gerente general de Artesanías de Colombia, cuenta que para realizar esta feria se ha trabajado en la búsqueda y el rescate de las prácticas artesanales de las comunidades colombianas, pero también se han desarrollado 20 laboratorios y talleres para guiar a los artesanos en la producción de nuevos diseños con una proyección comercial que responda a un mercado contemporáneo. El caso de Mambí, una empresa de orfebrería en filigrana, es un ejemplo claro de lo que se busca con esta feria. Hace tres años los jóvenes de Barbacoas (Nariño) han retomado clases de orfebrería y filigrana, una práctica ancestral de los indígenas precolombinos de la región, que se fue perdiendo a través del tiempo debido a que la zona se ha llenado de cultivos ilícitos del dominio de grupos al margen de la ley. Gracias a este proyecto, los jóvenes están retomando una práctica que los identifica culturalmente, que les permite honrar sus orígenes, y tener nuevas opciones para su desarrollo económico. Otra muestra es la de Ramón López, representante de los cubeo, un pueblo indígena de Mitú (Vaupés). Él cuenta que con el pasar del tiempo los habitantes de Cubay olvidaron sus tradiciones. Por eso, trataron de revivir el trabajo artesanal de sus ancestros con la ayuda de los ancianos de la comunidad. En 2007 se establecieron como un grupo de artesanos y además reconstruyeron la maloca para celebrar sus bailes y discutir sobre los temas de la comunidad como lo hacían sus antepasados. López agrega que los símbolos que tienen sus productos (pocillos, hornillas, bancos, y ollas) son signos sagrados de visiones que tuvieron sus líderes espirituales, los chamanes o payés, en las tomas de yagé y yopo: “No solo entregamos una artesanía, sino también lo que significan para nosotros este objeto: Nuestra historia y nuestra cultura.” Omaira Manrique, representante de Creacom, vino desde Guacamayas (Boyacá) para mostrar el trabajo de más de 200 artesanos que trabajan la técnica de cestería en rollo. Tradicionalmente – Cuenta Manrique - las campesinas, descendientes de los indígenas Lache, elaboraban canastas en fique y paja pintadas con colores vivos, como los de las guacamayas. Hace 40 años los campesinos retomaron la técnica de enrollamiento en espiral de fique y paja para elaborar piezas útiles y decorativas como platos, bandejas, cajas, canastas y jarrones. Otro caso es el de las niñas wayuu, que aprenden desde muy pequeñas el arte de tejer, una práctica que pasa de madre a hijas a través de la narración oral. Los diseños son figuras geométricas que representan plantas y animales propias del entorno que rodea los indígenas de esta comunidad. Olga María Guauriyu, representante de una comunidad de 20 artesanas de Barrancas (La Guajira), cuenta que para ella es un privilegio poder mostrar una buena imagen de las mujeres wayuu a través del trabajo, materializado en las hamacas y las mochilas, que ha acompañado a su comunidad a través del tiempo. Adicionalmente, en la feria también hay un espacio para las artesanías contemporáneas como las de Beatriz Luna, quien maneja la técnica de tejido a dedo, con materiales en acrílico, lana y cuero natural. No se trata de una artesanía de alguna parte. Luna explica que busca diseños más modernos y no tan ancestrales, pero de todas formas no deja de tener influencia de su madre y su abuela que son artesanas de Quibdó. De este modo la feria se convierte en un lugar donde convergen los orígenes y las nuevas generaciones de artesanos que rescatan su tradición pero al mismo tiempo innovan e impregnan sus creaciones del contexto actual. Es una forma de enterarse de las historias de las comunidades de las regiones del país y una plataforma comercial para que ellos puedan vivir de su trabajo.