En Casa Ensamble, esa escuela de teatro en la que pasa día y noche entregada al oficio de las tablas, y en la que ha formado a muchos actores, estaba ella, sin mucho afán. No estaba esperando a nadie y por eso llegó tarde a nuestro encuentro y por lo mismo llegó vestida con ropa de ensayo. Estaba dictando una clase. Sin embargo, la disposición que trajo era la de una persona abierta para hablar de sí misma. La excusa fue Pharmakon, obra escrita por el cineasta caleño, Carlos Mayolo, en la que se desarrolla un diálogo sincero entre un paciente y su médico, donde el primero confiesa sus adicciones, las razones de su delirio, y lo que cree que es la razón directa entre las drogas y la poesía. Pero, sin quererlo terminamos hablando de todo un poco. Semana.com: Alejandra tuvo que evocar a Carlos Mayolo para interpretar la obra, imágino. ¿Cómo fue eso?Alejandra Borrero: Sí, para montar Pharmakon tuve que evocar a Carlos Mayolo, evocarlo emocionalmente. El trabajo más arduo fue hacer conexiones cerebrales que no tenía. Es un texto de 20 páginas sin un punto ni una coma. Constantemente me preguntaba ¿qué habrá querido decir Mayolo con esto?. Opté por aprenderme tres o cuatro líneas al día y poco a poco me fue fácil conectar la marihuana con la figura paterna y la figura paterna con los amigos; eran conexiones posiblemente extrañas para mí o para cualquier actor o individuo. Para Mayolo eran naturales y evidentes.En fin, es un texto tan complejo que algún día le pregunté a Sandro: ¿Y si se me olvida qué hago, carajo? y casi inmediatamente  caímos en cuenta que Carlos me hubiera dicho: "Pues, preguntá". Entonces cada vez que se me olvida yo le pregunto a Rony, el asistente, y eso hace parte de la obra porque Mayolo era capaz de desestructurar todo. En su ojo, desde su perspectiva de cineasta lo tenía todo muy claro pero siempre andaba con ese espíritu infantil de destruir y construir, de imaginarse que una caja podía ser una nave espacial y viajar hasta la luna.Semana.com :Pero Pharmakon no es una obra nueva ¿Cuál es la magia que tiene el texto?A.B.: Con ese texto es increíble lo que ha pasado porque ya llevo más de 300 funciones y eso ha cambiado mucho la obra y no ha cambiado nada; tu la ves y es la misma obra pero dentro de mí ha cambiado profundamente. Y ha cambiado porque comencé con la tristeza de no tener a Carlos conmigo; era un sentimiento muy grande. El dolor de haber perdido ese genio maravilloso que era nuestro amigo, pues era inmenso. Pero ya ha pasado tiempo y después de 8 años de hacer Pharmakon yo me veo las manos y veo las manos de Mayolo. Cuando hacía los gestos me veía y lo veía a él. Y trabajando con Sandro Romero Rey, conociendo a Carlos Mayolo, sabíamos que él nos iba a halar las patas si no hacíamos lo que a él le parecía. Durante el montaje, por ejemplo, se caían cosas, se apagaba la luz, pasaban cosas algo extrasensoriales y nosotros solo respondiamos: "Ok, Mayolo, entonces, así lo dejamos". Y la asistente de dirección quedaba pegada de la pared muerta del susto pero ese era Mayolo, así de irreverente hasta en la muerte.Semana.com: ¿Y ha caído en la tentación de usar alguna droga para interpretar la obra?A.B.: Hay quienes me preguntan si he recurrido a las drogas para pararme en escena y sobre todo con está obra pero me es imposible. Ni siquiera me puedo tomar un trago. Necesito estar completamente lúcida para actuarla.Le puede interesar: "No hemos aprendido que la religión no tiene nada que ver con la política"Semana.com: ¿Hay alguna relación entre Pharmakon y la juventud?Por supuesto. Esto solo tiene sentido si se mira a los jóvenes. Porque ya dije que Mayolo era como un niño chiquito pero que dejó claro que nunca se puede juzgar. Con los jóvenes, por ejemplo, no hay que ser moralistas. La juventud es la época de experimentar y creo que la mayoría de seres humanos experimentamos en nuestra juventud cosas que después no haríamos o que no hacemos después. Pero es el momento de hacerlo. Empezamos a reconocer nuestro cuerpo como un cuerpo de deseo; empezamos a conocer nuestra sexualidad y nuestra sensualidad; empezamos a conocernos como seres adultos y dentro de todo eso también está la experimentación de las drogas. Yo, después de haber experimentado con ellas diría: ojalá nunca tengas que hacerlo. Pero realmente en esa etapa de la vida uno no está buscando quién le de un consejo. La información está de tú a tú, del que está enfrente a mí. Es un momento en donde uno decide, toma partido, hace escogencias que después van a tener consecuencias durante toda la vida. La juventud y las drogas son palabras comunes con las que nadie debería tener nunca la necesidad de experimentar con ellas porque todo se puede experimentar desde adentro, desde la cabeza.Le recomendamos leer: ¿Cómo hacer para que en Colombia deje de consumir drogas?Semana.com: ¿Qué verdades cree que se revelan en Pharmakon? ¿Y qué verdades le hace falta escuchar a Colombia?A.B.: El teatro tiene una cosa encantadora y es que uno no puede mentir en el teatro, no hay cómo hacerlo. A pesar de hacer un personaje mentiroso. Si no mientes de verdad...nadie te cree. Así que si hay algo fundamental en el escenario es la verdad pero la verdad es relativa a cada cual. Y cada cual oye lo que le da la gana de oir o lo que está abierto para oir, en ese preciso momento. Muchas veces te dicen repetidamente la misma cosa y hay un día en que la oíste, finalmente; ese día se vuelve una experiencia transformadora. Uno sólo oye cuando tiene oídos para oir parece absurdo pero es cierto.Pharmakon es una verdad decarnada. Es aquello que nunca fuiste capaz de decir. Es el degenere y la verdad, es la oscuridad y la luz. Pharmakon es lo que somos los seres humanos; a Colombia le hace falta oír, no solo la verdad. Ser capaz de no juzgar porque cuando uno hace un juicio de valor ya no estás oyendo lo que están diciendo los demás. Me gustaría que los colombianos pudieran oír todas las posiciones porque la verdad es la de todos. Deberíamos ser capaces de estar en los zapatos de los otros y entender desde otros ángulos, este mismo tema.Semana.com:  Háblenos de lo que ha sido confesar su homosexualidad y de lo que ha signifcado luchar por la igualdad de género y por eliminar la violencia contra la mujer. A.B.: Es cierto que la verdad libera. Para mí, confesar que yo era homosexual fue muy liberador y la verdad lo más difícil de ser gay en Colombia es decirle a la mamá y al papá de resto es una construcción de vida. Uno va entendiendo, se reconoce y se vuelve a querer. De ahí en adelante es trabajo de la sociedad el entender y aprender. Conozco casos de personas que hoy en día hasta celebra el matrimonio de sus hijos y eso que son costeños. Es necesario abrir el corazón, dejar de juzgar y ver con el corazón no con la razón porque el que menos piensa tiene un hijo gay. No tiene que ver ni con la educación, ni con la religión, ni con nada. Es como tener los ojos verdes.Pero cuando uno trabaja en este tipo de cosas (la igualdad de género) se da cuenta que se dan pasos gigantes hacia adelante pero al mismo tiempo se empiezan a echar pasos hacía atrás. Y un poco es eso lo que siento que está pasando en este momento en el país. Íbamos en un camino muy interesante de reconocernos, de entendernos como una humanidad diferente; el género ya no es hombre y mujer y ya, nunca más lo va a ser. Así quieran seguir clasificándolo así. Sólo basta con mirar la cartilla con la que se aprende a leer. Se leen palabras, mamá, papá, hermana, hermano. De ese tipo de familia son tan pocas las que hay así y los niños cuando leen la cartilla se dan cuenta: "así no es mi familia", "así no soy". Tratar de volver a ponernos en cintura es una gran ingenuidad a mi modo de ver, pero también sé que es una necesidad humana de oponerse a los cambios que se dan y se siguen dando. ¿Cuántos niños se habrán suicidado después de que las cartillas de género fueron quitadas del sistema de educación?. Así que considero que hemos retrocedido pero creo que era necesario para volver a echar para delante otra vez.Semana.com: ¿Y la violencia contra la mujer?A.B.: Y ni hablar de la violencia contra la mujer. Todos los funcionarios públicos que fueron criados por su padre y su madre tenían los mismos prejuicios y los mismos imaginarios de violencia de siempre y es con esos mismos imaginarios con los que juzgan y con los que hablan. La estadística dice que en Colombia una mujer se demora siete años en contar que está siendo violentada. Así que una mujer que llega a denunciar significa que se ha tomado su tiempo para pensarlo pero si lo hace es porque ya no aguanta más. En colombia tenemos una leyes maravillosas, en concreto la 1257, la ley de la mujer, pero ni siquiera las mujeres la han estudiado, ni la conocen y los funcionarios públicos menos, y la policía menos, y los militares menos.Le puede interesar: Carlos Vives habla de la violencia contra la mujerPor lo tanto, depende de nosotras implementar la ley y para hacerlo hay que conocerla y estudiarla. Y aunque, posiblemente, sí es una lucha, es necesario cambiar el lenguaje guerrerista y no seguir hablando de "lucha" porque es algo que tenemos que conseguir; no deberíamos tener la necesidad de luchar para lograrlo. Han sido 10 años de trabajo de ‘Ni con el pétalo de una rosa‘ en los que he conocido el país y sobre todo lo que ocurre en nuestra tierra en relación a la mujer. Para mi se ha convertido en mi norte porque creo que en la vida uno tiene que hacer y dejar algo bueno. Uno no puede pasar por la vida y dejar que el mundo siga. Lo que quiero dejarle al mundo es una mejor situación para las mujeres. Los hombres no se dan cuenta pero las mujeres se tardan horas en escoger qué se van a poner, no porque quieran verse más bonitas, sino porque "hoy voy a pasar por tal parte, si me pongo esto seguramente me pueden acosar". Hasta en el vestuario las mujeres estamos reprimidas, tenemos que hacer y ser diferentes para evitar la violencia y aún así no la evitamos.Semana.com: Después de tantos años haciendo Pharmakon ¿qué le ha quedado para su vida?A.B.:Creo que todo lo que hay en Pharmakon hace parte de mi vida. En la obra hay una frase célebre que dice: "Antes de morir ya estaba aburrido" y yo creo que ese sentimiento está en todos los artistas, pues, pareciera que no terminamos de ser felices. Es un sentimiento que me recorre el alma desde mis 15 años por lo menos hasta los 40; sentir que de pronto todo esto no vale la pena. Yo soy una mujer feliz y siento que la vida vale la pena, sin embargo todo esto negro que tenemos a veces en la vida es, por supuesto, algo de lo que Pharmakon me permite explorar. Textos como: "Dios se fue a dormir y dejó este mundo tirado. Yo siempre le digo a él que me va dar sueño, que me voy a olvidar de él, pero de todos modos nos vamos a encontrar en la resurrección de los muertos", lo resumen un poco todo.