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AL MAL WHISKY, BUENA CARA

Si bien las medidas de restricción de importaciones eran necesarias, los colombianos se preguntan ¿hasta dónde apretarse el cinturón sin estrangularse?

25 de junio de 1984

En el país, muy pocos recibieron con reticencia las medidas recientes del gobierno con respecto a la restricción de importanciones. En general. todos entendieron que habían pasado los tiempos de la buena vida y que había que dar paso a la fórmula de " apretarse el cinturón". Se trataba de detener a toda costa la caída de las reservas internacionales y de defender en lo posible ese margen de estabilidad que le había permitido al país sortear mejor las dificultades a las que se habían visto abocadas las economías latinoamericanas. Pero si bien nadie repudió abiertamente las medidas, no por eso han dejado de oírse muchas quejas. Una cosa es defender las reservas y otra divertirse con mal whisky, no encontrar para ciertas enfermedades los medicamentos necesarios o ver afectada la producción agrícola.

ADIOS A LA BUENA VIDA
El mal whisky, al parecer, es lo que los colombianos van a tener que tomar, si no se resuelven del todo a ingerir los tragos nacionales. En efecto, según pudo establecer SEMANA, no sólo los licores importados van a empezar a escasear, sino que el futuro gastronómico de algunos colombianos se va a ver opacado por la ausencia de algunos de esos ingredientes a los que sus paladares se habían acostumbrado. Hay malas noticias para los bebedores de vinos franceses, pésimas para los de vinos alemanes y bastante regulares para los de vinos chilenos. Los primeros de estos vinos dejarán pronto de conseguirse en el mercado, las botellas de los segundos comienzan a convertirse en incunables y, en cuanto a los vinos chilenos, aunque seguirán entrando al país, lo harán cada vez en menor cantidad y, como es de esperarse, a precios más altos. Para los amantes del whisky, la cosa no pinta mucho mejor. Tal como le dijo a SEMANA una casa distribuidora, "al país seguirá llegando whisky, pero en barriles y ésto implica ciertos problemas. En primer lugar, porgue las casas de más renombre no exportan de esa forma el producto y, en segundo lugar, porque, aunque se puede conseguir buen whisky en barril, se corre el riesgo de que, sin un control adecuado, las envasadoras nacionales "rindan" el whisky y multipliquen el número de botellas por barril, lo que afectaría la calidad del licor".Pero quizá los más afectados del universo de los bebedores nacionales van a ser los aficionados al cognac. Aquí no habrá ni sustituto, ni barril, ni ninguna otra forma de sacarle el cuerpo a la restricción. Suerte similar correrá el brandy, aunque muchas distribuidoras están aparentemente mejor abastecidas. Sin embargo, parece que este "crack" del alcohol importado no se hará evidente sino a finales del año, gracias a la previsión de algunos importadores. Pero seguramente para entonces habrán subido los precios del "precioso líquido" y las fiestas o saldrán más costosas o tendrán que matizarse con aguardientes y rones de fabricación nacional.
En el renglón de los líquidos espirituosos llueve, pero en el de los sólidos no escampa. Los menús de pizzerías y restaurantes, lo mismo que algunas estanterías de los supermercados, verán desaparecer definitivamente anchoas, pistachos, nueces, salsas, especies y toda suerte de "delicadezas" importadas. Algunos restaurantes han empezado a eliminar de sus cartas algunos platos, porque no encuentran los ingredientes para sus recetas francesas, chinas, italianas, alemanas, árabes o españolas, y las posibilidades, aparentemente menos sofisticadas, de esas pizzas "combinadas por usted mismo", que hacían las delicias de los niños, se reducen día a día.

LA SOGA AL CUELLO
Si bien es cierto que los colombianos aceptan que había que eliminar de tajo las importaciones de bienes suntuarios y las de aquellos productos que tienen su equivalente en el mercado nacional, y entienden que había que restringir la importación de algunos productos, sometiéndolos a licencia previa, también es cierto que actualmente, a mes y medio de tomadas las medidas, se empieza a ver que el cierre parcial de las importaciones no sólo afecta a un reducido sector de sibaritas aficionados a consumos exóticos, sino también a sectores más amplios de la población. SEMANA efectuó una investigación sobre el particular en distintos sectores y tomó algunos ejemplos de la muestra con el siguiente resultado.
En la industria farmaceutica la escasez puede resultar dramática. En el Instituto Nacional de Cancerología, por ejemplo, se agotaron algunas drogas esenciales para el tratamiento del cáncer, razón que ha obligado a restringir o suspender cierto tipo de tratamientos. Asímismo, no se consigue en esa institución, ni en ninguna parte del país, el denominado "cemento simplex", indispensable para el relleno óseo cuando a un paciente se le ha sustraído tejido afectado por el cáncer. Y lo más grave es que, desde diciembre pasado, el Incomex no ha aprobado las respectivas licencias de importación.
En Afidro, la agremiación de fabricantes de droga, afirmaron que no están en capacidad de suministrar los nombres específicos de los medicamentos que empiezan a escasear en el mercado en virtud de las recientes medidas restrictivas, y sostienen que "si el gobierno no agiliza el trámite de las licencias de importación represadas, en menos de dos meses saldrán del mercado todas las drogas que tienen componentes importados". Un dato concreto puede ilustrar la magnitud del problema: en este momento están agotadas en los laboratorios del país, las existencias de gelatina, o sea el componente externo de las cápsulas. Y lo más grave de todo es que los laboratorios extranjeros sólo las fabrican "contra pedidos" por el carácter perecedero del producto.
Se está atravesando, sin duda alguna, no sólo por un periodo de vacas flacas, sino también por una época de gallinas flacas. Se restringió para la industria avícola la importación de harina de pescado, componente esencial de los alimentos concentrados para aves. Y aunque la harina de pescado puede sustituirse por soya y torta de algodón, según explicaron productores del sector, ésto implica un aumento de costos que no todos están en capacidad de asumir, más aún cuando "esta industria enfrenta una fuerte competencia del contrabando proveniente de Venezuela".
Los pequeños industriales también están con la soga al cuello. Un caso concreto es el de las fábricas de filtros para automotores. Han tenido que suspender la producción, porque están agotados dos insumos esenciales por la demora en el trámite de las respectivas licencias previas. Se trata de la lámina cold roll y del papel filtrante. Por otra parte, las industrias de balanzas y básculas han sido bloqueadas por la carencia de ciertas partes que no se producen en el país.
En el sector agropecuario, los dolores de cabeza no son menores y provienen del abastecimiento de semillas y fertilizantes. No todas las semillas de lo que se cultiva en el país se consiguen en el mercado nacional. Así, por ejemplo, de no obtenerse la aprobación oportuna para importar semillas de híbridos de sorgo, se dejarían de cultivar aproximadamente 28 mil hectáreas y habría que importar cerca de 70 mil toneladas a un costo aproximado de 15.4 millones de dólares, para garantizar el abastecimiento normal de los productores nacionales de alimentos concentrados para animales. En cuanto a materia prima importada para la elaboración de fertilizantes, una de las empresas nacionales ha señalado que no posee inventarios disponibles de úrea, para atender órdenes de compra por un total de 16 mil toneladas métricas, de la Federación Nacional de Cafeteros y de la Caja Agraria, que debían haber sido entregadas en el primer semestre de este año. Asimismo, no se ha podido cumplir con Fedearroz que solicitó un suministro urgente de 5 mil toneladas del insumo.
Aún cuando estos son apenas algunos ejemplos concretos que ilustran la forma como las medidas de restricción de importaciones han comenzado a afectar a algunos sectores, la situación de necesidades insatisfechas ha llevado a varias agremiaciones a sugerirle al gobierno que adopte una política de concertación que permita fijar cuotas básicas de importación de algunos productos, sustrayendo todas las materias primas esenciales del régimen de licencia previa.
Si bien es cierto, como lo han afirmado algunos expertos, que estos sacrificios son el precio que se debe pagar para evitar la " argentinización" de la economía nacional, también lo es el hecho de que en el ambiente flota un gran interrogante: ¿Hasta dónde puede el país "apretarse el cinturón" sin llegar a estrangularse?