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HONOR QUE CUESTA

Ningún colombiano resulta vinculado al crimen de Brooklin

23 de julio de 1984

El domingo de ramos de este año, cuando aparecieron los cadáveres de ocho niños y dos mujeres de origen portorriqueño en un apartamento de Brooklin en Nueva York, la prensa norteamericana, a través de múltiples artículos, aseguró que se trataba de un caso típico de violencia "a la colombiana". Los grandes periódicos dedicaron varias columnas a comentar el horrendo crimen e, inclusive, la revista Newsweek llegó a explicar a sus lectores en todo el mundo que, si se llegaba a establecer que las víctimas habían recibido el "corte de franela", se obtendría la prueba contundente de que el múltiple asesinato había sido cometido por mafiosos colombianos en un acto de venganza.
La versión, sin embargo, no había surgido como capricho de la prensa. El propio Comisionado de Policía Benjamín Ward había hablado por todos los canales de la televisión asegurando que las autoridades estaban convencidas de que el crimen había sido cometido por colombianos. "Sólo los colombianos asesinan niños y son ellos los únicos que utilizan esas formas de violencia", era la frase que solía escucharse en Nueva York como sustento de la versión dada por Ward. Thomas lo había hecho preso de los celos, ya que creía que su esposa mantenía relaciones íntimas con el padre de dos de los niños muertos. El hecho produjo más indignación en Colombia que en los Estados Unidos.
Y no era para menos. Los colombianos, inculpados desde un principio del crimen, nada tenían que ver con él. El caso puso de presente que mucho más que el problema de la mala prensa, ser colombiano se está convirtiendo en un elemento en contra, en términos de la justicia norteamericana. Hace pocos días, antes de que Thomas apareciera, Enrique Osorno, Francisco Peláez y James Pedroza, tres colombianos, fueron condenados a cadena perpetua los dos primeros y a 20 años de cárcel el último por el delito de secuestro de un menor. Nadie niega que el secuestro es un delito atroz, pero esta condena no dejó de llamar la atención ya que el juicio estuvo rodeado del ambiente de la "violencia colombiana" y varias veces fue invocado el caso de Brooklin.
Ahora, con la confesión de Thomas, el cónsul colombiano en Nueva York, Guillermo Angulo, exigió públicamente una retractación del Comisionado Ward y, al parecer, varios grupos de colombianos residentes en esa ciudad están dispuestos a entablar en su contra una demanda si no retira sus palabras. Pero de todos modos el daño está hecho. Ser colombiano es un honor que cuesta caro.--