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MERCADO DE ACCIONES

Los empleados de Carulla se convierten en socios de la cadena de supermercados

16 de septiembre de 1985

Quizás la idea no le sonaría del todo mal a Deng Xiaoping o, alguno de esos planificadores búlgaros que creen en la privatización de la economía, pero lo cierto es que la semana pasada ocurrió algo en Colombia que llamó mucho la atención de aquellos empresarios que parece en continua guerra con sus trabajadores. La polémica la inició la noticia de prensa según la cual Carulla y Cía S.A., la empresa que agrupa a la cadena de supermercados del mismo nombre y a las "Rapid tiendas" 2 por 3, había decidido, dentro de sus estatutos, venderle acciones de la compañía a los empleados que llevaran más de diez años de trabajo en la misma. En cifras concretas, 515 de los 2.99 trabajadores que tiene Carulla, recibieron la oferta y 514 la aceptaron Ellos, sumados a los 21 que poseían acciones desde antes, pasaron a conformar una de las minorías más especializadas en la economía colombiana: la de los empleados que, sin ser directivos, poseen acciones de la entidad donde trabajan.
El anuncio causó el debido revuelco en un país donde las tensiones obrero patronales son el pan de cada día. Los editoriales de los diferentes diarios se apresuraron a alabar la medida y a ponerla de ejemplo al sector privado. En especial, se destacó el hecho de que la oferta de Carulla se le hubiera hecho a los empleados que llevaran más de una década trabajando para la compañía, pues, como se sabe, es política de las empresas la de impedir que un trabajador cumpla ese tiempo a su servicio ya que después de ese plazo, la legislación laboral lo protege. "Lo que pasa es que aquí consideramos que una persona con diez años en la compañía es muy valiosa", fue la explicación de Enrique Luque Carulla, gerente de la empresa.
La explicación de Luque es un poquito insólita dentro del sistema colombiano. Pese a que, además de Carulla, existen una serie de empresas que han adoptado el sistema de compartir la propiedad accionaría con sus empleados, lo hecho por la comercializadora llamó especialmente la atención debido al clima de crisis que parece haber contagiado a la economía nacional.
Según lo visto en otras latitudes, la idea cuenta con mas adeptos de lo que parece. En los Estados Unidos, una serie de grandes empresas pudieron salir de la recesión económica de comienzos de la década, negociando con sus empleados grandes paquetes de acciones. Los resultados indicaron que la productividad mejoró y la tensión entre ejecutivos y trabajadores bajó hasta el punto mínimo. La táctica tomó mucha fuerza entre las empresas de aviación, y gigantes como Eastern o compañías nuevas como People Express, la adoptaron con excelentes resultados. En el caso de la primera, la salvó de la bancarrota y en el de la segunda, le ayudó a con vertirse en la empresa de mayor crecimiento en la historia de la aviación comercial.
Como es de suponer, el número de compañías que han adoptado la práctica en los Estados Unidos se ha multiplicado. En opinión de los expertos, el sistema contribuye a que todos los trabajadores se sientan con deberes y derechos a la hora de hacer su trabajo. La acogida que ha tenido la idea ha sido tanta que "inspiró" a un economista del M.I.T. llamado Martin Weitzman a escribir un libro, The Share Economy, que fue calificado por el New York Times como "La mejor idea desde Keynes" En éste, Weitzman habla de que el salario del trabajador debería estar dividido entre un sueldo básico y una parte variable que dependería del desempeño de su empresa: a mejores resultados mejor salario, y viceversa.
La idea puede aplicarse ya sea a través de distribución de acciones, convención colectiva, o decisiones de la gerencia. En cualquier caso, Weitzman insiste en que el resultado sería el mismo: mayor empleo, mayor productividad y menor inflación.
Como es evidente, el esquema de Weitzman apenas sí tiene su reflejo en lo hecho por Carulla. No obstante, hay expertos que consideran que cualquier paso en ese sentido es ya satisfactorio.
Sin embargo, la idea de compartir la propiedad de las empresas tiene múltiples enemigos. Por una parte, existe la postura de algunos empresarios en el sentido de que la propiedad privada se basa en el hecho de que no se distribuye, y esa razón contradice cualquier iniciativa de reparto de acciones. Adicionalmente, se presenta el temor de perder el control de las empresas a manos de los trabajadores o que se creen facciones de accionistas que entren en conflicto.
Tales razones parecen pesar más en la mente de los empresarios colombianos, que los posibles beneficios que pueda dejar la desconcentración del poder accionario que actualmente existe. Así como dijera alguien la semana pasada, el país no está "maduro" para emprender tales reformas y pasara mucho tiempo antes de que la iniciativa de Carulla sea seguida en forma masiva.
Fuera de esas consideraciones, las cifras del sistema de distribución de utilidades son bastante llamativas. En su libro, Weitzman cuenta cómo en el Japón más de la mitad de las empresas actúan de esa manera con los resultados que el mundo conoce. Si a lo anterior se le agrega que la tasa de desempleo en el Japón es del 2.7% y que los despidos masivos prácticamente no existen, es lógico pensar que algo tiene que haber de bueno en compartir la propiedad y las utilidades en la empresa privada.--