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Una auditoría en sus justas proporciones

28 de febrero de 2009

Esta semana hubo revuelo por la decisión del contralor general de la República, Julio César Turbay, de iniciar una auditoría especial al Banco de la República, que gerencia José Darío Uribe. Turbay armó polémica porque dijo que podía auditar en el Banco hasta el último de los rincones. El asunto no es así: al Emisor se le puede y se le debe hacer control, pero por ser una institución con rango constitucional hay unos matices. La única competencia para la Contraloría está relacionada con revisar el manejo del presupuesto del Banco o sea, los asuntos fiscales. La Contraloría no puede auditar la política monetaria ni cambiaria; razón por la cual no podría, por ejemplo, poner en tela de juicio el manejo de las reservas internacionales, pues este es un activo que está disponible para que el Emisor cumpla con su misión constitucional. La competencia para auditar al Banco está en manos del Presidente de la República y la Superintendencia Financiera. Es una buena cosa que se controle a una de las instituciones más importantes del país (que, entre otras cosas, goza de una enorme credibilidad entre la opinión pública y dentro de sus pares internacionales). Sin embargo, se debe evitar un show mediático en este proceso, pues en el fondo está la credibilidad de la política monetaria y cambiaria, cosas bien serias. Así que esta auditoría debe reducirse a sus justas proporciones.