Home

Economía

Artículo

| Foto: AFP

ECONOMÍA

Las cuentas tristes de 'The Economist' sobre vacunas covid-19

Científicos buscan la solución preventiva, y los países, la plata. ¿Cuánto invertir? ¿Cuál es la mejor manera de distribuirla? ¿Quién logrará más cantidad para su población? Estos son algunos de los interrogantes que se deben plantear los gobiernos, según "The Economist".

10 de agosto de 2020

La frenética carrera por una vacuna que reduzca la propagación del coronavirus no es para menos. Un biológico ayudaría a acabar con el caos económico que se ha producido, incluso en países que han manejado el virus mejor que cualquier otra nación, como es el caso de Corea del Sur. 

Los efectos colaterales previstos hasta ahora recaen sobre todo y no escapan las economías, por más poderosas que fueran antes de la pandemia. La de Estados Unidos, por ejemplo, a finales de julio dejó ver la fuerte contracción que tuvo en el segundo trimestre, de 9,5 por ciento. Por esa razón, los científicos no descansan en la búsqueda de la vacuna, las empresas se suman en los esfuerzos financieros y los gobiernos hacen malabares para rebuscar recursos, de manera que puedan proteger a la mayor parte de su población, en caso de que no logren llegar a todos los habitantes.

Los avances son alentadores. En la actualidad se están desarrollando más de 150 vacunas en todo el mundoseis de las cuales se encuentran en ensayos clínicos finales a gran escala, según precisa el prestigioso medio "The Economist", que se ocupó del tema en una edición reciente.

El coronavirus ha hecho el milagro que no rodeó el comienzo de otras vacunas, como la de la hepatitis B, que requirió décadas de esfuerzo tanto en investigación como en la posterior inmunización de la mayoría de personas.

La diferencia con la situación de la covid-19, alrededor de la cual hay un progreso en los intentos de vacuna, que solo ha tardado meses, son los enormes costos económicos para las naciones, lo que incluye el alto impacto en la salud pública que está teniendo la pandemia, tanto por cuenta de la atención de la enfermedad como por las pérdidas de vidas humanas. A ello se le suma lo que se ha llamado ‘la otra pandemia‘, que es la que tiene que ver con el cierre de empresas y la destrucción de empleos.

Las preguntas son cada vez más complejas

Es por eso que, mientras los científicos se concentran en encontrar una solución desde su trinchera, los legisladores deben lidiar con dos preguntas: ¿cuánto gastar en vacunas para asegurarse de que se produzcan suficientes? y ¿cómo garantizar que se distribuyan de manera justa?, según destaca "The Economist".

Los recursos puestos hasta el momento por parte de los gobiernos ascienden a más de 10 mil millones de dólares en vacunas covid-19 y han realizado compras anticipadas de alrededor de 4.000 millones de dosis (aunque los datos sobre las ofertas son confusos), agrega la publicación.

Y tras el hallazgo de la vacuna, entre las cuentas para financiar la inmunización hay otro interrogante: ¿cómo saber si la vacuna que finalmente se apruebe será de una sola dosis o de más? De la cantidad de dosis que se establezca por persona podría depender que se le pueda aplicar a más o a menos personas en el mundo, principalmente a las más vulnerables. 

A ello se le agrega que la efectividad está lejos de estar asegurada, por lo que una gran parte de las compras podrían resultar infructuosas. Esto, porque una vacuna típica en los ensayos finales tiene un 20 por ciento de probabilidad de fallar. Otro riesgo latente que puso sobre el tapete la publicación económica es que algunas de las vacunas covid-19 candidatas a salir primero involucran tecnologías novedosas, por lo que la posibilidad de falla podría ser mayor.

Para "The Economist", eso explica por qué los países ricos están respaldando varios esfuerzos, con acuerdos que se firman con breves intervalos de días entre uno y otro. 

La inequidad está presente

La batalla por una vacuna tiene pulseando a los países más poderosos, mientras que los países de otras latitudes, con menores recursos, pueden estar insuficientemente abastecidos y podrían estarlo durante algún tiempo. Japón, por ejemplo, ha hecho acuerdos para comprar lo suficiente para una sola dosis por persona, según Goldman Sachs. En promedio, las economías emergentes se están asegurando lo suficiente como para cubrir a menos de un tercio de sus ciudadanos.

Una alternativa de fondo está en Gavi, la alianza que financia vacunas para países pobres y que, por ahora, participó en el diseño del mecanismo conocido como Covax, para comprar vacunas uniendo esfuerzos.

La alianza Gavi estima que los participantes podrán tener dosis hasta para un 20 por ciento de su población a finales de 2021. Los países ricos, entre tanto, pagarán sus suministros y financiarán una parte a los países pobres. Cerca de 80 países de ingresos altos y medianos han dicho que quieren unirse a esa iniciativa, pero "falta ver cuántos ponen dinero sobre la mesa", dice "The Economist". Sobre todo porque deben pagar el primer 15 por ciento de sus vacunas antes de fin de mes.

¿Podrá haber suficiente?

El prestigioso medio económico se pregunta también si las empresas farmacéuticas podrán producir suficiente para el mundo o, incluso, si podrán cumplir con los compromisos que ya han asumido. Esto porque, en algunos casos, se requiere construir nuevas instalaciones para la fabricación de vacunas, las cuales pueden costar alrededor de 500 millones de dólares cada una y, por lo general, tardan tres años en comenzar a funcionar.

Las cábalas se hacen a pesar de que aún no hay ni siquiera una aprobación regulatoria para la producción de vacunas. La posible ventaja en ese sentido es que estos no son tiempos normales, como lo subraya "The Economist". No en vano, para acelerar el paso, algunas empresas han comenzado a producir vacunas en masa que aún se encuentran en ensayos clínicos. En este punto surge otra arista y es que, pese a que las empresas prometieron producir 4.000 millones de dosis, es posible que algunas de sus vacunas no pasen los ensayos y tengan que desecharse.

Algunos expertos también estiman que el suministro de vacunas a la población podría verse limitado por la escasez global de elementos como jeringas para la aplicación del biológico. Por esa razón, pusieron una estimación más realista de la oferta global: cerca de 2 mil millones para finales del próximo año.

Que no pase lo mismo que en la pandemia de H1N1

Como ese número no es suficiente para cubrir al mundo, es fácil imaginar que podrían estallar luchas por el acceso a la vacuna una vez estén disponibles las que resulten efectivas. La experiencia de pandemias pasadas no es nada alentadora en este frente, recuerda el artículo de "The Economist". Durante la propagación de la gripe porcina conocida como H1N1, ocurrida entre 2009 y 2010, los países ricos arrinconaron los suministros de la vacuna para combatir la enfermedad. Solo cuando tenían más de lo que necesitaban, ofrecían algo a los países pobres. Para entonces, la enfermedad se había extendido por todo el planeta y la pandemia había terminado.

De hecho, ya en el inicio de la emergencia sanitaria por covid-19 se han visto las fricciones. Hubo ya un momento en que la cooperación global se fue al traste, como sucedió a finales de abril, cuando 80 jurisdicciones restringieron las exportaciones y los gobiernos estaban especialmente interesados en adquirir desinfectantes, equipos de protección personal y termómetros. Algunos países incluso incautaron envíos que pasaban por su territorio.

Indicios de organización

Temiendo una repetición de estas situaciones, la Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante Epidemias, una alianza de organizaciones benéficas y gobiernos que ha financiado el desarrollo temprano de algunas de las vacunas covid-19 más prometedoras, organizó la fabricación en varios continentes. El mismo camino fue tomado por algunas compañías farmacéuticas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) también se adelanta en la tarea de evitar el fomento de la desigualdad con las vacunas. Para ello ha elaborado directrices acerca de la distribución temprana de suministros para salvar la mayor cantidad de vidas, proteger los frágiles sistemas de salud y acelerar el fin de la pandemia.

Entre las recomendaciones incluye que las primeras dosis se destinarían a los trabajadores sanitarios y de asistencia social, y el siguiente lote al 20 por ciento de las personas de cada país que tienen más probabilidades de morir de covid-19 si se infectan. El resto de suministros iría a lugares con mayor riesgo de brotes. La clave está en que se respeten las reglas.

En el caso de Estados Unidos, China o Rusia, según "The Economist", hay pocas esperanzas de que permitan la exportación de una vacuna fabricada en su territorio antes de que haya suficiente disponibilidad para todos sus ciudadanos. Una de las cartas con las cuales podrían jugar los que pueden quedar rezagados del suministro de vacunas es que la fabricación y distribución de los biológicos implica una complicada cadena de suministro global de materias primas: productos químicos comúnmente utilizados para aumentar la potencia, jeringas, entre otros. Por ello, la publicación señala que, "en el peor de los casos, los países a los que se les niega una parte de las vacunas podrían prohibir las exportaciones de dichos insumos al país acaparador. En ese escenario, todo el mundo pierde.

"The Economist" advierte que parece inevitable una lucha mundial alrededor de la vacuna. Por ello, ha sugerido que una forma de mitigar esa situación sería gastar más. Algunos economistas sostienen que los gobiernos podrían hacer más para acelerar la fabricación y distribución de vacunas. Mientras tanto, grupos de investigadores calculan que el mundo necesita invertir alrededor de 100.000 millones de dólares para fabricar varias vacunas, no solo en cantidades suficientes, sino de manera temprana. Esa inversión sería diez veces más lo que se ha gastado hasta ahora. Sin embargo, nada comparable con los costos que ha tenido la producción perdida de la economía (con enfermos, muertes, parálisis de empresas, desempleo y pobreza) y la plata que han tenido que inyectar los gobiernos para enfrentar la crisis sanitaria y económica.