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¿Podrá sobrevivir el dólar?

Viene rondando por la cabeza de algunos la pregunta ¿hasta cuándo durará la hegemonía del dólar? ¿Cuáles son los activos que respaldan su valor y su poder?

Juan Manuel López Caballero, Juan Manuel López Caballero
6 de febrero de 2019

Históricamente los metales preciosos fueron, bajo la forma de monedas, el referente de valor de las cosas. Después, el desarrollo de títulos representativos de valor y de deuda –atribuido o en el cual se especializaron los prestamistas lombardos– acabó siendo el origen de los billetes.

Así, uniendo las dos cosas, el patrón bimetálico, con el oro y la cuasi hegemonía del Imperio Británico con la libra representativa de cierta cantidad de plata, sirvió de referente de valor para el mundo. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, y ya los americanos consolidados como la primera potencia mundial no solo militar sino económica, en los acuerdos de Bretton Woods se aceptó que los billetes emitidos por la Reserva Federal respaldados por la cantidad de oro guardado en lingotes en Fort Knox pudieran servir en la práctica para reemplazarlo, y nació el patrón dólar.

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El general De Gaulle intentó sin éxito que Estados Unidos le respondiera en oro por la cantidad que tenía de dólares. En 1971, Nixon simplemente decretó que en adelante lo que garantizaría el billete americano solo sería la capacidad de la economía americana.

Esto último se convirtió en verdad y desde entonces el dólar se volvió el patrón de valor del mundo, aunque su único respaldo es la credibilidad en él.

El poder de la divisa americana se refleja en que, al tener las otras naciones sus reservas en títulos en dólares, y al estar por fuera de los Estados Unidos un estimado de 65% de los billetes, la depreciación, que por cualquier razón afecta su valor, acaba siendo compartida no solo por los americanos sino por el mundo entero.

Y el hecho que el comercio internacional funcione alrededor del dólar hace que, además de obligar a usarlo para las transacciones que se operen, todo el planeta invierta en la liquidez necesaria para ello. Así, esos que son simplemente títulos de deuda de ese país acaban siendo préstamos obligatorios de todas las otras naciones.

Pero hoy la economía americana ya no participa en las mismas proporciones ni de la producción ni de la riqueza mundial. En el comercio internacional varias naciones comparten su protagonismo y nuevos actores (especialmente China, Japón y el conjunto de la Unión Europea) transan tantas o más mercancías que Estados Unidos. Además el petróleo en sí mismo tiene carácter de moneda universal.

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La depreciación del dólar y lo que significó el abandonar su convertibilidad al oro se refleja en que la cantidad que se hubiera adquirido con US$10.000 en 1971 equivaldría hoy a US$249.000, muchísimo más que cualquier rentabilidad del sistema de producción americano.

La economía americana se volvió una gigantesca Pirámide Pozzi basada en el crédito. Mientras entre 1945 y 1965, la oferta de dólares creció 55%, entre 1970 y 2001 la expansión fue de 2.000%.

La financiación que el mundo entero le da, evita que esa emisión se vuelva hiperinflacionaria.

La deuda americana es hoy el doble de la riqueza del conjunto de todos sus hogares, o sea que el país debe el doble de lo que cada hogar posee.

Pero la burbuja o sistema de endeudamiento americano puede colapsar.

Si se exigiera la redención de sus obligaciones porque por alguna forma de pánico perdiera credibilidad el dólar, sería la bancarrota del país y la crisis de la economía mundial.

Y eso puede estar sucediendo en cámara lenta. La sustitución de la divisa americana por otras como el euro, el yen e inminentemente el yuan, tanto como monedas de reserva como de transacción en el comercio internacional, debería llevar el dólar a su verdadero valor.

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