EDUCACIÓN

¿Cómo educar para una vida con propósito?

El psicólogo Efrén Martínez nos enseña que el factor fundamental para poder trascender las dificultades y retos que presenta la vida, yace en la habilidad de encontrar un profundo sentido de propósito, “vivir con sentido ayuda a tener menos emociones negativas”, dice.

5 de noviembre de 2020
Efren Martínez, Ph. D. Colectivo Aquí y Ahora Sociedad para el Avance de la Psicoterapia Centrada en el Sentido
Efren Martínez, Ph. D. Colectivo Aquí y Ahora Sociedad para el Avance de la Psicoterapia Centrada en el Sentido | Foto: Semana

Vivir con sentido ayuda a tener menos emociones negativas, estrés, depresión, desesperanza, aburrimiento, ansiedad, adicciones, problemas psicológicos e insatisfacción con la vida. De hecho, suele generar mayor bienestar, resiliencia y creatividad.

Las personas que viven con sentido manejan mejor los eventos traumáticos, trabajan con más gusto, tienen menos prejuicios sociales y mejores relaciones. Por ello, esta época es la etapa privilegiada para que la educación promueva una vida con propósito.

Vivir con sentido significa llevar una existencia con conexión, dirección y acción. La conexión implica que nuestro corazón o mundo emocional y nuestra cabeza o mundo racional estén conectados con personas, acciones, circunstancias o cosas que son valiosas en nuestra vida. El sentido es una vivencia emocional.

Las emociones suelen ayudarnos a detectar dónde está lo valioso en la vida: sentimos rabia cuando experimentamos que algo valioso para nosotros está siendo destruido, tristeza cuando eso que es valioso está dejando de ser de manera natural, vivimos el miedo cuando aquello que nos importa corre peligro, y experimentamos alegría cuando lo que vale puede darse o desplegarse.

Así es que ¿se imaginan lo que sucedería si tuviéramos prohibidas nuestras emociones?, pues nos sería muy difícil reconocer afectivamente dónde está lo valioso.

Ahora bien, el sentido no es solamente sentimiento o emoción, también es razón. No basta con tener la experiencia en el corazón de que algo es valioso, se necesita reconocer con la razón que eso realmente vale. Conectar el corazón y la cabeza se refiere a que siento la plenitud que me da eso que estoy captando, y al mismo tiempo, eso que estoy percibiendo se define como una fuente que significa “algo” importante para mí. Conectar el corazón y la razón a lo valioso quiere decir que estamos dirigidos emocional y racionalmente a personas (ejemplo: hijos, amigos), acciones (ej.: trabajo), circunstancias (ej.: cumpleaños, paseos) y objetos (ej.: casa, carro), en los que depositamos lo valioso de manera diversificada, pues cuando no diversificamos las fuentes de sentido, nos hacemos muy vulnerables; puede llegar una crisis económica que nos haga perder algo valioso, una pandemia como la covid que nos impida ejercer lo que nos es importante o sencillamente el curso de la vida que hace que algunas cosas se acaben.

El sentido no solo implica conexión, también se requiere de dirección, es decir que aquello que nos suscita conexión realmente nos atraiga brindándonos dirección. Muchas veces experimentamos que algo nos mueve por dentro; aunque hay que recordar que el sentido no es solo emoción, ya que con frecuencia circunstancias psicológicas internas nos hacen emocionarnos con algo que no necesariamente es el sentido, pues no es algo que me llama y me invita sino más bien algo que me empuja.

Vemos a alguien corriendo por la calle y decimos: esa persona va persiguiendo lo valioso en su vida. No obstante, puede ser que en realidad esté huyendo de sus miedos. La conducta objetiva es la misma, va corriendo, pero no es lo mismo ir detrás de lo que amas que ir huyendo de lo que temes.

Así es que sentimos atracción por lo valioso y dicha atracción nos brinda dirección, nos da un camino para llegar a donde está aquello que valoramos, nos enfoca en la vida. Si traemos las fuentes de conexión diversificadas, podemos tener diferentes caminos sin caer en el fanatismo de quien solo tiene una cosa por la cual vivir. Si se cierra un camino, no se acaba la vida. Si una época difícil se atraviesa, tenemos la versatilidad de girar.

Sentido sin acción es simple reflexión. Cuando se conecta nuestro corazón y nuestra razón brindándonos una dirección, nuestro deber es levantarnos y acudir al encuentro de aquello que es valioso. A eso lo llamamos acción. Nos convertimos en lo que hacemos. Como bien decía Nietzsche, “quien tiene un por qué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”, así es que en medio de lo que estamos viviendo, una vida con sentido es todo un factor de salud y bienestar.

*Efrén Martínez Ortiz, Ph. D. Colectivo Aquí y Ahora Sociedad para el Avance de la Psicoterapia Centrada en el Sentido