Sentir empatía no nos hace tomar decisiones éticas | Foto: Ameer Alhalbi / AFP

PSICOLOGÍA

El lado oscuro de la empatía

Muchos consideran que la falta de empatía es la principal causa de muchos problemas sociales. No obstante, la evidencia sugiere que no siempre es una buena guía para actuar moralmente.

Andrés Montealegre Moreno*
8 de febrero de 2017

La importancia de la empatía parece obvia. Existe la creencia que sin esta no tendríamos problema en pasar por encima de los demás. Más aún, se piensa que la empatía es la base de muchos comportamientos que tienen consecuencias socialmente deseables. No sorprende, entonces, que tanto académicos como líderes públicos consideren que la falta de empatía incide en muchos de los problemas sociales. Colombia no es la excepción. Algunos han sugerido incluso que la falta de empatía podría explicar uno de los principales problemas de nuestro país: la violencia.

Contrario a esta visión, el profesor de la Universidad de Yale, Paul Bloom, propone que la empatía –entendida como el acto de sentir lo que uno cree que el otro está sintiendo– no es una buena guía para actuar de manera moral y, en cambio, sugiere que la compasión puede ser una mejor alternativa.  

Uno de los problemas de la empatía, según Bloom, es su insensibilidad a información numérica. Varios estudios, afirma el profesor, demuestran que la disposición de las personas a ayudar no corresponde con la cantidad de personas afectadas y en algunos casos, incluso, nos lleva a favorecer a una víctima particular, pasando por alto muchas víctimas estadísticas. Otro problema de la empatía es que es sesgada, dado que somos más propensos a sentir empatía frente a personas atractivas o que comparten nuestra nacionalidad o grupo étnico. Además, la empatía resulta inadecuada para responder a problemas con consecuencias futuras –como el calentamiento global– dado que no involucran víctimas inmediatas frente a las cuales podamos sentir empatía.

Muchos temen que sin empatía seríamos apáticos e insensibles frente al sufrimiento de los demás. Sin embargo, Bloom señala que hay muchos comportamientos que consideramos moralmente incorrectos en los que la empatía no juega ningún papel, como evadir impuestos o tirar basura a la calle. Otros proponen que aquellos con bajos niveles de empatía son más crueles, aun cuando un estudio realizado por David Vachon de la Universidad de McGill sugiere que no hay una relación entre empatía y agresión.

Adicionalmente, el profesor de la Universidad de Yale sostiene que es necesario distinguir la empatía de la compasión. Esta última implica preocuparse por el bienestar de otras personas sin necesariamente sentir su sufrimiento. Hay evidencia que demuestra que entrenar a las personas para sentir más empatía frente al sufrimiento humano puede incrementar el agotamiento. En contraste, entrenar a las personas para sentir compasión aumenta el afecto positivo, la resiliencia y ayuda a lidiar con situaciones estresantes, condición necesaria para el desarrollo de comportamientos prosociales (actos realizados para beneficiar a otros).

El punto de Bloom no es que la empatía sea mala. De hecho, el autor considera que juega un papel importante en nuestras relaciones cercanas y permite que experimentemos placer con la literatura, las películas y otras formas de ficción. No obstante, lo que sí plantea es que la empatía no es fundamental para solucionar los problemas sociales –como se cree comúnmente– y que, en muchos casos, no es una buena guía para actuar moralmente.

*Asistente de investigación del Departamento de Psicología y la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes (Twitter: @AndrsMontealegr)