Los jóvenes egipcios fueron los primeros en demostrar a través de las protestas en las calles de El Cairo su descontento ante la dictadura. | Foto: Archivo Semana

MUNDO

La efervescencia estudiantil en el mundo

Los estudiantes son históricamente un grupo social transformador de países. Semana Educación recopila los movimientos de jóvenes más influyentes en el mundo y sus experiencias.

10 de marzo de 2016

“¿Quién es usted? Soy estudiante ¡No lo escuché! Soy estudiante ¡Una vez más! Soy estudiante y quiero estudiar para cambiar la sociedad. ¡Vamos a luchar!”. Los gritos se escuchan desde lejos. Las pancartas aparecen en la esquina, cada rostro parece una. Algunos van con pasamontañas, otros simplemente enfrentan el agua con la piel y otros van con sonrisas. “La revolución es una fiesta”, afirmó una vez Jaime Bateman, fundador del M-19.

Bateman se contradijo, porque la revolución puede ser una fiesta pero no cuando involucra violencia o armas. Siendo así, esa frase aplica no solo para un país ‘rumbero’ como Colombia sino para todo el mundo. La fiesta empieza cuando el ciudadano de a pie, el que come empanada en la esquina, demuestra su inconformidad frente a una decisión o situación, y coincide con muchas otras personas. Un imán de descontento los encuentra a todos los indignados en un mismo espacio para que su voz sea más fuerte. Expresarse con libertad es el ejercicio en pleno de un derecho fundamental en una sociedad democrática o en aquella que lo quiere ser. 

Miles de estudiantes en el mundo tienen claro ese derecho, así no sea legal en su país. Esta es una más de las características de aquellos que pisan las aulas para vislumbrar un posible futuro prometedor y que cuando ven que no es tan prometedor por circunstancias ajenas a ellos deciden volcarse en masa a las calles y exigir que lo que quieren como futuro se cumpla. La revista digital Semana Educación en su edición número 14 le explica cómo funciona la educación de Colombia y el mundo. 

“Históricamente, los estudiantes se han convertido en sujetos políticos en cuanto les han diagnosticado gran parte de los problemas de las sociedades contemporáneas”, explica el antropólogo y profesor de la Universidad de los Andes Juan Ricardo Aparicio, y agrega que los movimientos sociales son casi que la única garantía para superar los marcos de una democracia representativa, porque se plantean como un repertorio de acciones directas, de contestación, de creación y de creatividad, que amplían el universo democrático.

 Al parecer, desde el siglo XX, los estudiantes en muchos países, en muchos momentos y por muchas causas no han vislumbrado su futuro prometedor, pues una de las imágenes que más se repiten es la de jóvenes con pancartas, gritando arengas, y, en ocasiones, tirando piedras y marchando por las calles del mundo. “Algo que es muy característico de los movimientos estudiantiles es la creatividad para exponer sus ideas: por medio de comparsas, de representaciones culturales, de personajes callejeros”, afirma Aparicio.

Esta es la historia de dos movimientos estudiantiles que cambiaron o quisieron cambiar el mundo y de los que sus gritos se oyeron, unos en silencio y otros en dirección al sol. Lea sobre las manifestaciones y otros temas de actualidad en la Revista Digital Semana Educación en su edición Número 14.

El Movimiento de los Girasoles
La supervivencia de las plantas depende en muchos casos de su capacidad de responder a estímulos: la luz, el agua, la temperatura, la inconformidad, la injusticia, la desigualdad, la ausencia de libertad. Sus únicos posibles movimientos son el bamboleo de un lado al otro cuando el viento o la ideología empujan fuerte, crecer cuando las condiciones son favorables o decrecer cuando no lo son. Pero existen unas plantas en particular que tienen un movimiento más fuerte, más visible: los girasoles. En un momento del día están mirando hacia un lado, luego hacia el otro, luego se agachan para después volver a levantar cabeza, todas al mismo tiempo. Así son los estudiantes: dirigen sus miradas hacia el futuro.

Cuando ven que su futuro se opaca, se revuelcan al tiempo para esclarecerlo, y eso fue lo que sucedió en Taiwán. Un grupo de manifestantes conformado por estudiantes exigían en el Día Nacional de la República de China, Taiwán, la defensa de su identidad nacional y una nueva constitución. Su inconformidad nacía de la cercanía entre la República Popular China y la República de China, más conocida como Taiwán.

En 1949, cuando finalizó la Guerra Civil China, el partido vencedor, el comunista, proclamó la República Popular de China, mientras que el derrotado —la República de China— tuvo que refugiarse en la isla de Taiwán, donde estableció su gobierno. En contexto, el país se convirtió en una nación democrática, y sus nacionales tienen actualmente el derecho a la libertad de expresión.

Escudados en su derecho, los estudiantes taiwaneses, dirigidos principalmente por líderes como Chewie-Ting y Lin Fei-Fan, decidieron protestar ante la cercanía que en 2014 estaba entablando el presidente de su país Ma Ying-jeou con Pekín. Esa amistad entre ambos países resultaba para los estudiantes un riesgo a sus libertades y a su identidad nacional.

El 18 de marzo de 2014, las marchas tuvieron una acción que llamó la atención del mundo: más de 300 manifestantes se tomaron el Parlamento taiwanés por los 24 días siguientes. La razón: el pacto comercial y de servicios que se pensaba firmar sin la aprobación del mismo Parlamento. Los días siguientes estuvieron marcados por las noticias de barricadas y de miles de estudiantes que acampaban en las calles. Días después de la toma, el 30 del mismo mes, miles de taiwaneses marcharon cada uno con un girasol en la mano; fue el símbolo de las protestas.

En entrevista para El Mundo de España, el líder Lin Fei-Fan afirmó: “Los jóvenes hemos jugado un papel crucial en la reforma social de Taiwán”. Y así fue; los estudiantes giraron la cabeza hacía un mismo camino y lograron que los jóvenes, durante las elecciones municipales, regresaran a sus regiones natales para votar, lo cual supuso un vuelco en la política nacional.

La revolución del silencio
Silencio. El silencio también puede ser una forma de gritar. Y así quedó demostrado en Egipto, cuando lo convirtieron en la forma de decir que no hay palabras para describir la injusticia. El asesinato en plena calle de Khaled Saeed fue el detonante. A este joven de 28 años la muerte le llegó en forma de dos agentes egipcios que lo sacaron a la fuerza de un cibercafé y le golpearon la cabeza contra una mesa de mármol hasta dejarlo sin palabras para siempre.

Su muerte desencadenó una ira silenciosa. Admin, el apodo de un anónimo, creó el grupo en Facebook Kullim Khaled Saeed (Todos somos Khaled Saeed). Al poco tiempo de su creación, miles de egipcios, en su mayoría jóvenes y estudiantes, se unieron y empezaron a conversar en silencio para el gobierno y con gran ruido para el mundo. Se organizaron. Por la ley de emergencias de Egipto, que no permite congregaciones públicas de más de cinco personas, decidieron alinearse en extensas filas en los pasos marítimos, separados cinco metros cada uno del otro. El silencio debía reinar, y quien quería leía la Biblia o el Corán. Todos estaban vestidos de negro.   

“Estábamos demasiado asustados para decirlo en alto. Estábamos viviendo suspirándonos entre nosotros hasta que el silencio nos golpeó y perdimos a Khaled Said. Hemos vivido asustados de hablar. Tenemos que despertar del silencio. La injusticia está viviendo en nuestras calles. ¿Qué estás esperando? ¿Por qué estás esperando? Acá hay esperanza, acércate a ella. Créeme, el futuro de tus hijos no es un simple sueño que perder”, es la letra de una de las canciones del movimiento por el que los estudiantes, y en general el pueblo egipcio, salieron a marchar por un futuro mejor en el que el silencio sea la constante, no por miedo sino porque no haya por qué reclamar.

Lea más recomendaciones para estudiantes en la edición número 14 de Semana Educación.

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