Festival de Danza de Curillo
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Festival de Danza de Curillo: una nueva narrativa de futuro

El negocio de la coca impactó severamente a los jóvenes del Caquetá. Tergiversó sus valores y les arrebató su sentido de pertenencia. Un festival de danza ha sido clave para disminuir su vinculación en el narcotráfico y en el conflicto armado.

28 de noviembre de 2020
Bendita pandemia

Resistir a través de la danza

El negocio de la coca impactó severamente a los jóvenes del Caquetá. Tergiversó sus valores y les arrebató su sentido de pertenencia. Un festival de danza ha sido clave para disminuir su vinculación en el narcotráfico y en el conflicto armado.

En la década del 80, el departamento del Caquetá, como otras zonas de Colombia, sufrió una gran transformación debido a la bonanza cocalera. El Cartel de Medellín entró a ejercer dominio sobre Curillo, ubicado a dos horas y media de Florencia, generando cambios significativos en la economía local y en los usos del suelo, ya que todos los cultivos fueron reemplazados por coca.

Esto también significó un cambio en las relaciones de poder en virtud de que el Cartel de Medellín asumió, en muchas ocasiones, las funciones del Estado: la administración de justicia, la construcción de infraestructura, y la seguridad ciudadana pasaron a ser bienes públicos a cargo de ‘la gente del Cartel’. Así mismo, las regulaciones del mercado y los flujos de dinero que llegaban al pueblo quedaron subordinados a los intereses del narcotráfico, en función a la producción y comercialización de la pasta de coca.

Debido al éxito económico y de control sobre la región que logró el Cartel de Medellín, el Cartel de Cali inició una disputa por el territorio, lo que generó una violencia generalizada en Curillo. Sin contar con el hecho de que los actores ilegales ajenos al territorio tenían constantes enfrentamientos violentos para ganar o defender los cultivos de coca y con que cada uno de los bandos contrataba a los jóvenes como sicarios, quienes se iban con el mejor postor.

Esta economía ilegal, basada en los cultivos de coca, tuvo un auge económico de tal magnitud que logró desestabilizar las relaciones de los habitantes de la zona y de las familias. Por un lado, estaban quienes no se oponían a estos actores violentos, pues sacaban provecho económico de su presencia en el territorio. Por el otro, estaban quienes trataban de oponerse, pero fueron reprimidos violentamente.

La bonanza cocalera también impactó las relaciones sociales, al empoderar con dinero y acceso a armamento a una generación de jóvenes que no habían recibido educación de calidad ni tenían oportunidades.

Emergió, entonces, de una nueva clase social de jóvenes ‘emprendedores’ de la industria de la coca. Al convertirse en los principales proveedores en sus hogares, suplantaron a sus padres y rompieron con la escala de valores de familia. Ni los padres ni los profesores en la escuela ni las instituciones del Estado pudieron ponerle límites a una generación de jóvenes que encontraron en los carteles de la droga oportunidades económicas, sentido de pertenencia y un sentimiento tergiversado de poder y libertad. Estas dinámicas, que se repitieron con las ocupaciones guerrilleras y de grupos paramilitares años más tarde, generaron nuevos conflictos y rupturas del tejido social.

Arte y cultura

Encuentro Departamental de Danzas y Primer Encuentro Nacional de Muestra Investigativa en Curillo, 2010.

Preocupados por la situación de los jóvenes de Curillo (Caquetá), los profesores de la escuela decidieron implementar, en 1992, una estrategia cultural como mecanismo para prevenir que estos se siguieran vinculando, de generación en generación, en los carteles del narcotráfico. Tanto para los docentes como para los padres y las madres de familia, era claro que la raíz del problema era la falta de arraigo e identidad de los jóvenes con su territorio.

Decidieron apostarle a una actividad cultural que tuviera como objetivo fomentar el diálogo entre jóvenes, construir una identidad ‘caqueteña’ entre las nuevas generaciones de descendientes de colonos y brindarle al pueblo alternativas de desarrollo diferentes al narcotráfico. En consecuencia, comenzó la planeación del Primer Festival de Danza de Curillo, a la que invitaron a los y las jóvenes a construir una nueva narrativa de futuro compartido para el pueblo, así como una perspectiva de vida sin violencia, por medio del diálogo, la música, y la danza.

La dinámica del festival consiste en que cada grupo juvenil debe bailar músicas folclóricas autóctonas de las zonas del país de donde vienen sus padres o abuelos, así como interpretar las tradiciones amazónicas y de la Orinoquia. Después, cada grupo presenta una propuesta de danza y arreglos musicales inéditos, que concursan para definir un ganador. Los jóvenes participantes se encargan de la logística y el encuentro se cierra con un paseo ecológico al río.

Desde entonces se realiza el festival, que solo ha tenido un par de interrupciones debido a picos muy fuertes de violencia. Y si bien en un principio el evento buscaba detener las dinámicas instauradas por el narcotráfico, ha demostrado ser efectivo en diferentes contextos, como disminuir el reclutamiento de jóvenes por parte de las guerrillas y los paramilitares durante las oleadas de violencia subsiguientes que ha vivido el municipio.

“De las cosas más bonitas que hemos podido tener es la danza autóctona del municipio. Al festival llegó gente de Solano, proveniente de cuatro resguardos. Vinieron a mostrar su identidad cultural, algo que para nosotros fue muy importante para ir sentando las bases de hacia dónde queríamos ir. Comenzamos a buscar nuestra identidad cultural. No teníamos danzas creadas y ya las tenemos: del Doncello salieron varias danzas, como las del caucho, de la Diosa Andaquí, del Curillo, de la caña; de acuerdo a lo que tiene cada municipio, así mismo va proyectando su identidad”, dijo Gildardo Mendoza, durante la reunión con la Comisión de la Verdad, en octubre de 2020.

Arte y cultura

Grupo Uzaca, de Bogotá, en el Encuentro Departamental de Danzas en Curillo, 2010.

Impacto positivo

El Festival de Danza de Curillo fue fundamental para disminuir la vinculación de jóvenes en el negocio del narcotráfico y más adelante en el conflicto armado. A través de este evento, se generó una identidad colectiva que ha permitido fortalecer la convivencia. Aunque no es claro qué podría definirse como “cultura caqueteña”, el certamen ha logrado consolidar en la juventud una identidad que abarca la no violencia y el trabajo arduo, en contraposición a la filosofía del dinero fácil que trae consigo el narcotráfico.

La sostenibilidad en el tiempo de este festival ha sido fundamental. A pesar de los cambios en las dinámicas de violencia en el territorio, los esfuerzos colectivos han logrado que se transforme para responder a las necesidades que cada momento histórico va trayendo.

Aprendizajes en clave de convivencia y no repetición

Las prácticas culturales y simbólicas tienen un poder transformador de las dinámicas de poder y los órdenes sociales. El festival no sólo ha logrado cohesión social, cerrándole el espacio a la violencia como estándar de normalidad, sino que ayudó a la comunidad a resistir la influencia de los grupos armados a través de formas pacíficas como la danza.

El discurso oficial de la convocatoria consiste en transformar imaginarios y generar una narrativa colectiva de cultura de paz e identidad caqueteña por medio del diálogo social. Esta ha sido la esencia del festival desde sus inicios y se hace explícita en la convocatoria y durante el evento. La cultura de paz se puede identificar en las prácticas y en los propósitos que ha perseguido el festival como espacio de aprendizaje en dos aspectos:

La búsqueda de la identidad, que les permita el fortalecimiento de lo comunitario en tanto valores que sustituyan los que se habían generado por las dinámicas de los actores armados, como la del dinero fácil.

Ser un espacio de aprendizaje en torno a la danza. El proceso de organización del festival está mediado por la participación de los jóvenes, quienes descubren que el trabajo colectivo es necesario para poder lograr un resultado de la envergadura del festival. A su vez, en el festival propiamente dicho se cuenta con espacios en los que se muestran las investigaciones que preceden la puesta en escena de las danzas y cuentan con conversatorios y diversas actividades que posicionan conversaciones en torno al valor de la cultura.

“Hemos creado danzas a partir de investigar lo que hay y de saber cuáles son las tradiciones que han generado nuestros abuelos y de convertirlas en historia. Son producto de la mezcla con otras regiones, pero con la identidad propia caqueteña”, aseguró Aceneth Prado, en la reunión con la Comisión de la Verdad, en octubre de 2020.