Especiales Semana

ARTES GRAFICAS

23 de septiembre de 1985

CON SIGLOS DE CREADA, PERO APENAS EMPIEZA
Aunque en Colombia se editan libros desde 1754, cuando salió de la imprenta una traducción del latín en dos tomos ("Historia de Cristo paciente") hecha por el sacerdote José Luis Azuola y Lozano, la industria editorial colombiana mirada en su actual punto de desarrollo es apreciablemente joven.
Si bien su producción anual de títulos hace de Colombia el tercer país latinoamericano después del Brasil y México y el segundo exportador de la región, luego de México, no se exagera si se afirma que en este sector queda mucho por hacer y debe hacerse todo lo indispensable para que el libro alcance entre los habitantes del país el nivel de aprecio y apetencia que demandan el mejoramiento de sus condiciones generales de vida, el desarrollo nacional y la existencia de una sociedad auténticamente democrática.
La producción anual de títulos hace de Colombia el tercer país latinoamericano después de Brasil y México.
El aumento de la escolarización en todos los niveles del sistema educativo, la desaparición del analfabetismo, el progresivo mejoramiento de la calidad de la vida, la continuada urbanización, la ampliación de la infraestructura de transportes y comunicaciones, la existencia de un moderno equipamiento gráfico, la creciente oferta nacional de materias primas, la ubicación geográfica del país, que facilita las relaciones comerciales con otros pueblos, y la vigencia de un marco jurídico de estímulos fiscales, inducen a pensar que en el área del libro prevalecen hoy oportunidades muy claras con perspectiva de mantenerse a mediano y largo plazos.
Estas condiciones empezaron a manifestarse en la segunda mitad de este siglo. Hasta entonces apenas si existió oferta bibliográfica nacional. Durante la Colonia fue irrelevante. Conquistada la emancipación política, proliferaron las imprentas a lo largo del siglo XIX. Eran talleres artesanales de escasa capacidad productiva, destinados a manufacturar publicaciones periódicas y artículos gráficos menores. Según Gonzalo Canal Ramírez, apenas un 8% de su oferta global alcanzó a ser de libros y un 2% de impresos comerciales.
Crearon cimientos para el desarrollo actual del sector la "Tipografía del Comercio", hoy Bedout S.A. fundada (1887) en Medellín por don Manuel de Bedout Moreno, J.V. Mogollón, establecida en Cartagena (1900) y la "Imprenta Comercial", matriz de Carvajal S.A. organizada en Cali por Manuel Carvajal hace 83 años.
Sin embargo, todavía al promediar los años treinta las necesidades educativas y culturales de la población eran atendidas con importaciones de libros editados en Francia y España, y los equipos graficos existentes no permitían imprimir obras que demandaran apreciable tirada. Por ejemplo, en 1936 don Eduardo Escobar, propietario de la librería "El mensajero", ya extinguida, quiso publicar sendas ediciones en 20 mil ejemplares cada una de la Ortografía y el Diccionario Ortográfico de José Manuel Marroquín para venderlos en los colegios de entonces; y necesitó contratarlas con una casa parisiense.
La guerra civil y sus inmediatas consecuencias políticas impusieron el exilio a numerosos editores, escritores e intelectuales de España. Varios se radicaron en México, Argentina y Chile; allí con su experiencia y sus habilidades profesionales impulsaron el desarrollo editorial, labor en la que los estimularon, con apoyo fiscal y crediticio, los respectivos gobiernos.
Mientras tanto en Colombia, la industria editorial no despegaba; unos pocos ciudadanos se desempeñaban como libreros de cabecera del escaso público lector existente; varios de ellos ejercían simultáneamente su oficio con el de editores; y algunos, a la vez, hacían de impresores, concentrando en sí mismos tres funciones distintas: por su naturaleza, por la gestión económica y por los objetivos que a cada una le son propios.
ESTRUCTURA DEL SECTOR EDITORIAL COLOMBIANO
Tres segmentos constituyen, en nuestro país, el mundo de la edición: el privado con ánimo de lucro, el institucional y el público.
Se diferencian por su naturaleza jurídica, la fuente de recursos, su grado de organización y administración, el volumen ordinario de producción y su necesidad de rentabilidad para mantenerse en el campo de la edición.
El sector privado se desglosa en tres subsectores: el primero, muy limitado, de grandes empresas que por el volumen de su producción se benefician de las economías de escala en el procesamiento de materias primas, dominan el campo de la distribución, saben situar con eficacia su oferta bibliográfica en los mercados interno y externo y, en general, laboran con tecnología avanzada; el segundo, lo forman una serie de medianas y pequeñas empresas que por la escasa magnitud habitual de las tiradas (500 a 3 mil ejemplares) no cuentan con las ventajas de la economía de escala, de ordinario tienen débil organización administrativa, no disponen de adecuada red de distribución y solo ocasionalmente participan del mercado internacional; por último, figuran en el tercer subsector un numero ilimitado de personas naturales que afrontando todos los riesgos de la estructura de costos, editan y distribuyen.
OFERTA EDITORIAL COLOMBIANA
Sobre la oferta que anualmente generan las tres áreas de la edición antes mencionada no hay estadísticas exactas. Las disponibles son relativamente confiables, como pasa en otros sectores de la actividad económica.
Tal vacio sucede, a la vez, en todos los demas aspectos de las funciones social, cultural y económica del libro, implicando limitaciones para visualizar, con aproximación, por lo menos, a la realidad, aquellos hechos y fenómenos atinentes al empleo presente y la demanda futura de recursos humanos, de equipos e insumos al Estado y la potencialidad de mercado en fin, al seguimiento mismo de la labor editorial para manejar con acierto sus cambios estructurales y cualitativos en el corto, el mediano y el largo plazos.
En cuanto a la inexistencia de estadísticas veraces sobre producción, responsables de semejante falla son, sin duda, los mismos editores que no han dado ni siguen dando cabal cumplimiento a las normas sobre "depósito legal" vigentes desde 1886. Son aquellos preceptos que crean obligación de consignar en determinadas oficinas públicas un ejemplar de cada libro o folleto editado en el país como requisito necesario para obtener certificación del respectivo derecho autoral.
Quizás desde 1984 las cifras sobre oferta bibliográfica sean más confiables que en el pasado.
Esta perspectiva llegaría a erigirse en realidad, si todos los editores se incorporan al sistema internacional normalizado de numeración de libros y folletos, que no les demanda esfuerzo económico grande o mínimo. Es el sistema conocido bajo las siglas ISBN, o Internacional Standard Book Number, adoptado en Londres hace 17 años por el Comité Técnico de la Organización Internacional de Normalización ISO, a fin de procurar en todos los países l.a aplicación de un número para cada título, sin riesgo de repetición o confusión.
El número, llamado ISBN, consta de diez (10) digitos, distribuidos en cuatro partes: la primera identifica el país o el área idiomática de origen y se denomina "código de país" ( en el caso de España, 84; en el de Colombia, 958, en el de México, 968), la segunda parte, señala al editor y es el "código de editor"; la tercera precisa el respectivo título y por esto se llama "código de título"; finalmente, la cuarta, que consta de un solo dígito recibe el nombre de "dígito de comprobación" y es el resultado de una operación matemática, que garantiza la exactitud de las partes anteriores.
El número ISBN asignado a cada tltulo debe quedar impreso en la portadilla de todos los ejemplares que le corresponden. Si en la portadilla de un determinado libro aparece: ISBN; 958-607-0344, quiere esto decir que se trata de una obra editada e impresa en Colombia porque tiene el código 958, distintivo del país; que lo publicó la firma "Ediciones Paulinas" cuyo código de editor es 607; que es el libro titulado "Evangelio y Dinámica", porque para esa obra se asignó el código 034; y el dígito 4 avala corrección de las partes anteriores.
En el Directorio Internacional de Editores, edicion de 1985, aparece un total de 115.628 agentes editores radicados en el país. Colombia figura con sólo 198, porque al momento de remitir a Berlín la información (agosto de 1984) eran esos los inscritos en la Agencia Colombiana del ISBN.
Además de libros, se producen fascículos, comics, fotonovelas, horóscopos y diversas modalidadés de folletos que en 1984 sumaron más de 70 millones de ejemplares en 8.451 títulos.
Desde luego son también productos editoriales las revistas. La Hemeroteca de la Biblioteca Luis Angel Arango tiene catalogados 5 mil títulos de revistas colombianas de las cuales un 75% se hallan vivas. De éstas unas 3 mil son de circulación cerrada, se destinan a miembros de asociaciones gremiales, clubes sociales, entidades cientificas, culturales y educativas, confesiones religiosas, etc. incluidas las extranjeras, alcanzan mercado unas 850 revistas de periodicidad semanal quincenal o mensual a través de 12 mil puntos de ventas librerías kioscos, supermercados, cigarrerías, tiendas, papelerías y puestos callejeros.
¿PARA QUIENES Y QUE SE EDITA?
El mercado bibliográfico es, por su misma naturaleza, fragmentado y especializado. No actúa como mercado de demanda sino como mercado de oferta, que debe tender a satisfacer necesidades específicas de conocimiento, información, divulgación y esparcimiento o recreación.
Con excepción de una encuesta adelantada por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, muy técnica pero limitada en el ámbito geográfico no se han hecho ni se están realizando encuestas que permitan disponer de elementos de análisis, de previsión y decisión sobre hábitos de lectura en el país, gustos inclinaciones y solvencia adquisitiva de los lectores, cantidad de dinero y horas que invierten por semana o mes para disfrutar del medio impreso.
Mientras no se disponga de información confiable sobre esos puntos, la pregunta "¿para quiénes se edita en Colombia?" sólo tendrá una respuesta peligrosamente simplista y generalizadora: la oferta que crean los editores está destinada a un sector minoritario de la población estudiantil, a un público nacional reducido y a unos lectores extranjeros radicados en 35 países.
Tal oferta la constituyen: textos escolares, libros de venta individual o gota a gota, de distribución masiva, tecnocientíficos, arte, colecciones, fascículos y revistas.