Especiales Semana

Así es Fanny Mikey

Una argentina de nacimiento, que llegó a Colombia por amor, con el paso de los años hizo de Bogotá uno de los escenarios más importantes del teatro mundial.

Hernando Corral G.*
3 de diciembre de 2005

Lo único que podría delatar a Fanny Mikey de no haber nacido en Colombia es su marcado acento argentino y su herencia lunfarda salpicada con cachacas expresiones; por lo demás, es de una colombianidad tan exquisita como el aroma del café. Cuando en 1960 pisó Buenaventura, creyó estar en África.
 
Llegó a nuestro país por amor: su compañero de esa época, el actor argentino Pedro I. Martínez, se encontraba en Bogotá contratado para realizar programas en la recién inaugurada televisión colombiana. Su experiencia en la entonces machista y poco acogedora Bogotá hizo que Pedro y Fanny aceptaran la propuesta de Enrique Buenaventura de trasladarse a Calí para trabajar con la Escuela de Teatro de esa ciudad, que posteriormente se llamó Teatro Experimental de Cali (TEC). Allí empezó a demostrar no solamente sus cualidades actorales, sino su visión financiera, explorando medios que permitieran a los actores vivir del teatro dignamente.
 
Así lo recuerda en sus confesiones a Humberto Dorado, publicadas en el libro Fanny Mikey: por el placer de vivir: "En ese momento mi vida -como lo fueron muchos años en Bogotá- era bien dura, porque yo ensayaba, limpiaba el piso, hacia la contabilidad, viajaba a cada lugar para organizar las funciones, regresaba a ensayar -desde entonces empecé a sufrir de tensión alta-, porque sin dormir y sin nada, yo seguía trabajando". Esa capacidad de trabajo y su tenacidad y convencimiento de que no debía botar la toalla ni en las peores circunstancias, la llevaron a convertir en realidad retos como el de realizar el Festival Iberoamericano de Teatro, que el próximo año llega a su décima versión.
 
Desde la creación del Teatro Nacional, del Teatro de La Castellana y de la Casa del Teatro, ha traído a Colombia los espectáculos teatrales que sólo personas privilegiadas podrían ver en los principales escenarios del mundo. ¿Cuánta de la buena imagen que tenemos en algunos auditorios del mundo se la debemos a Fanny? ¿Cuánto del progreso de nuestros actores es producto de esa capacidad empresarial de esta 'gocetas' e irreverente mujer, que aún hoy escandaliza a unas cuantas mojigatas?
 
Porque Fanny es Fanny. Producto de una sociedad como la argentina, con concepciones mucho más avanzadas en el campo cultural y sin apego a ciertos fetiches que todavía conservamos como herencia de la colonización española. No es extraño, por eso, que la primera impresión que Fanny tuvo de Bogotá fuera tan negativa, hasta el punto de querer regresar a Argentina, decisión que finalmente revocó gracias al amor de Pedro I. Martínez y al ambiente cultural como el que se vivió en esos años, y en los posteriores, en Cali.
 
Recibió la nacionalidad colombiana de manos del entonces canciller Indalecio Liévano pocos días después de que un funcionario del Estado la descalificara por haber firmado una carta de solidaridad con el cineasta Carlos Álvarez, quien había sido detenido. Liévano, canciller de Alfonso López y reconocido historiador, en rechazo a ese acto chauvinista, la declaró ciudadana de nuestro país. Esa es nuestra Fanny Mikey, que a lo único que aspira es a morir en las tablas, sin preocuparle qué dirán de ella los historiadores, pues la historia del teatro como en el arte, la transmiten los espectadores leales y conscientes de que el espectáculo, pase lo que pase, debe continuar. *Periodista