Especiales Semana

¿Cuál es la mejor universidad para usted?

No existe la carrera más lucrativa ni la universidad ideal. Sólo la que es adecuada para el bolsillo y ayuda a realizar los sueños. Será indispensable leer este especial de SEMANA para encontrar una mejor opción.

16 de septiembre de 2002

Casi 400.000 jóvenes entre 16 y 19 años tienen que tomar en este año, o a más tardar el próximo, la decisión más difícil con la que se hayan encontrado hasta ahora: qué hacer después de graduarse de bachillerato. Es tan complicada porque es una manera de comenzar a aterrizar muchos sueños; es, en cierto modo, definir qué se va a ser y qué no. Implica eliminar opciones inalcanzables, bien porque el bolsillo no da para acceder a lo mejor que se aspira o porque el desempeño académico no suma para medírsele a los espacios más competidos. Pero además quiere decir definirse por un camino y no seguir otros. Y casi siempre se tiene la duda de si es el camino correcto.

Muchos miran el asunto desde el lado opuesto. Es un momento feliz porque por fin se sale del monótono mundo escolar donde todo es obligatorio. ¡Ahora sí se puede estudiar lo que se quiere de verdad! Los pocos afortunados, que ya saben con certeza qué carrera harán porque sienten la vocación, sí que están urgidos de graduarse pronto.

De todos modos resolver qué hacer después del bachillerato es una decisión cargada de ansiedad. Sólo pensar que existe la posibilidad de no poder estudiar lo que dicta la pasión, o que nunca se encontrará la verdadera misión en esta vida, produce un vacío en el estómago. Y cada vez que llega la temida pregunta ¿ya sabes qué vas a estudiar? la angustia se dispara y se quisiera no tener que responder.

Al final, sin embargo, hay que dar el paso. Ser uno de los 400.000 bachilleres ya es estar en un grupo selecto. Sólo uno de cada cuatro jóvenes de esa edad llegan a graduarse de bachilleres. Si además un joven logra entrar a la educación superior entonces sí que estará ingresando al club privilegiado de los apenas 940.000 muchachos y muchachas que hoy están estudiando en ese nivel. Según las normas colombianas la educación superior formal significa estudiar en una universidad o institución universitaria que expida títulos profesionales; o en un instituto tecnológico, del que se puede salir tecnólogo; o de un instituto técnico, donde se obtendrá el título de técnico profesional. Hay también otros miles de programas de educación técnica no formal, como los que ofrece el Sena, por ejemplo.

La cantidad y la calidad de este selecto 'club' de estudiantes moldeará en gran medida la capacidad del país para competir en este mundo de crecientes saberes científicos y tecnológicos. "El desarrollo y la competitividad del país van a depender del conocimiento y la capacidad de aplicar ese conocimiento por todos los colombianos, dice Francisco Piedrahita, rector de la Universidad Icesi en Cali. Por eso la única vía para sacar el país adelante es que las nuevas generaciones ingresen a la universidad".

Es cierto que tener más y mejores universitarios le ayudará al país a empujar su economía y a construir una sociedad más humana y civilizada. Pero además al joven que lograr tener una educación superior le cambia la vida para siempre. Va a obtener mejores ingresos, tendrá mayor estatus social, será un mejor ciudadano y podrá resolver mejor los problemas que se le presenten en la vida.

Según cálculos del Banco Mundial, los trabajadores con educación superior ganan en promedio 275 por ciento más que un trabajador promedio y 6,5 veces el salario promedio de un trabajador sin educación. En tiempos de recesión, como el actual, es difícil apreciar el valor de ser profesional. Siempre está el temor de terminar de taxista por el desempleo. Y lo cierto es que hoy, luego de tres años de crisis económica, hay mucho más desempleo profesional. Pero aún así los estudios han determinado que alguien con educación superior tiene menor posibilidad de quedar desocupado.

Esto es más cierto si la educación adquirida es de calidad. Si tuvo una mediocre es probable que tenga mayores dificultades en encontrar un empleo o, para el caso, de montar una empresa o desarrollar una idea innovadora. Dicho de otro modo, la dimensión del salto que da un estudiante cuando va a la universidad es directamente proporcional a la calidad de educación a la que tuvo acceso. Hasta hace poco el país comenzó a preocuparse en serio por la calidad de su educación terciaria. Y, en ese sentido, los bachilleres de hoy tienen una ventaja: pueden tener una mejor idea de qué instituciones les ofrecen calidad y cuáles no. Este especial de SEMANA busca ayudarles a los futuros universitarios a encontrar esas herramientas y hacer las preguntas pertinentes antes de escoger.

Más allá de mejorar sus perspectivas de sueldo y empleo un estudiante que va a la universidad crece como persona; se le amplía el mundo, se le quitan prejuicios; desarrolla su potencial; piensa mejor. Al respecto Jesús Ferro Bayona, rector de la Universidad del Norte, en Barranquilla, dice que "es fundamental que los estudiantes desarrollen un pensamiento crítico y analítico, además de conocer algunos contenidos clave",

Ir a una universidad de calidad puede darle al estudiante conocimientos y habilidades especializadas para competir; capacidades de adaptar sus potencialidades y conocimientos a nuevos entornos para responder rápidamente a los cambios económicos y sociales; talento para resolver problemas y amor por la investigación para que pueda innovar.

Por eso, antes de darse por vencido porque no hay con qué, o de pensar que el esfuerzo no vale la pena, es importante que los bachilleres y sus padres le den una buena pensada a fondo acerca de lo que significa para el futuro quedarse apenas con el título de bachiller. Y la tarea de encontrar la mejor universidad para cada cual no es fácil.

Hoy en Colombia, según el Dane, hay cerca de 1.600.000 jóvenes entre los 16 y los 19 años. Pero, de acuerdo con las tendencias de los últimos años registradas por el Icfes, apenas ingresarán a la educación superior unos 250.000 bachilleres. Algunos de ellos no son recién graduados. Entrarán porque es la segunda o la tercera vez que se presentan.

Se da un fenómeno curioso. Hay muchos bachilleres -150.000 cada año- que no entran a la educación superior. Pero a la vez, según los datos del Icfes en 2000, las instituciones de educación superior ofrecieron 414.000 cupos y sólo se ocuparon 242.000, los demás quedaron vacantes. ¿Por qué? Para empezar, muchos se presentan a las universidades públicas -en las que aspiran a conseguir la mayor calidad al menor costo- y es tal la demanda por los escasos cupos que se quedan por fuera. En medicina en la Universidad Nacional, por ejemplo, entran apenas tres de cada 100 de los que se presentan; algo similar sucede con sicología en la Universidad de Antioquia (ver tabla).

También ocurre que muchos bachilleres encuentran la carrera que quieren estudiar en una universidad privada, pero no pueden pagarla. El esfuerzo del gobierno por financiar esta demanda ha sido limitado -el Icetex apenas otorgó 20.474 nuevos créditos para pregrado en 2001-. Y a pesar de la enorme voluntad que han puesto las universidades para financiar a los estudiantes que admiten no alcanzan a cubrir a todos los aspirantes que quisieran recibir.

Hay además un grave problema de información. Miles de bachilleres y sus padres no saben de la diversidad de programas que ofrece la educación superior, unos 5.500 diferentes. O simplemente creen que sólo encontrarán un trabajo si siguen aquellas carreras conocidas que, como medicina, ingeniería o enfermería, prometen un buen futuro laboral; o consideran que algunas carreras son más lucrativas que otras, así que descartan muchísimas opciones viables y, en el intento de entrar a la carrera más tradicional y más competida, se quedan por fuera de la universidad. Por ejemplo, alguien que se empeñe en estudiar medicina en una universidad pública y no pasa podría, en cambio, escoger biología con mejores posibilidades de acceso, especializarse luego en una rama médica y alcanzar iguales o mejores oportunidades laborales y salariales que un médico.

Con esta edición especial SEMANA quiere contribuir a llenar esos vacíos en la información. Quiere ayudar a que los estudiantes conozcan las opciones posibles, descubran cómo medir la calidad de las instituciones a las que aspiran, contrasten los precios y las calidades disponibles para hacer la mejor inversión posible en su futuro, no pierdan oportunidades de créditos y becas por no saber que existen, y puedan explorar caminos menos frecuentes pero no por ello menos válidos para convertirse en el profesional con que sueñan ser.