Especiales Semana

Desarrollo rural ¿para quién?

Un empresario de la palma, un sacerdote que trabaja con comunidades campesinas y un reputado consultor de temas agrarios debaten sobre la crisis del sector rural y lo que debe hacerse hacia el futuro.

17 de marzo de 2012

Están en orillas diferentes. Jens Mesa es presidente de Fedepalma y desde allí ha conocido tanto los problemas que enfrenta la agroindustria como los conflictos por la tierra que viven los campesinos medianos y pequeños que se han asociado con las empresas palmeras. Francisco de Roux es el provincial jesuita en Colombia y desde hace casi dos décadas se ha dedicado a temas de desarrollo y paz con comunidades agrarias en las zonas más amenazadas del país, especialmente desde el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (que creó un modelo imitado en muchas otras regiones). Arturo García es académico, consultor y experto en desarrollo rural. Ellos, con sus coincidencias y diferencias, accedieron a dar su mirada sobre los desafíos que debe enfrentar el país si quiere sacar al campo de la crisis en la que se encuentra, y así avanzar hacia la reconciliación.

SEMANA: ¿Por qué llegamos a una situación de tanto abandono y pobreza en el campo?

Jens Mesa:
La zona rural ha sido vista como una fuente de mano de obra barata que debe migrar a las ciudades. El Estado no ha sabido cómo abordar al sector rural y por eso este se ha visto como un lugar lleno de problemas: pobreza y conflicto armado; allí no ha habido soberanía. Pero eso está cambiando porque a nivel mundial el precio de los productos agrícolas ha hecho que muchos piensen que de pronto el sector sí puede ser un lugar para hacer negocios y tener rentabilidad.

SEMANA: ¿Eso quiere decir que vamos hacia un modelo de agroindustria?

Francisco de Roux:
Yo creo que un país que atrae capitales y donde los negocios están evolucionando tanto, ese crecimiento económico tiene que inscribirse en planes de ordenamiento territorial en los que la participación de los pobladores sea muy seria. Se tiene que definir qué zonas del territorio se van a dedicar a bosque natural, a la protección de las aguas, al bosque productivo; qué zonas a la producción de alimentos y qué zonas para las plantaciones y para la agroindustria.

Arturo García: La ocupación productiva del territorio y el ordenamiento territorial también tienen que ver con que el campo no es solo la agricultura: allí hay servicios, turismo, transporte. Aunque a veces se enfatiza mucho en la eficiencia, los países que realmente producen riqueza lo han hecho con modelos de cooperación, con economías de escala. Pongo el ejemplo de la palma. Un campesino solo no puede participar en este cultivo. Si se vincula a una cooperativa, tiene mayor acceso a la generación de riqueza. Estamos en un situación similar a la de hace un siglo, cuando teníamos la opción de grandes haciendas cafeteras versus pequeños productores cafeteros. Yo creo que ahora la palma puede ser un cultivo similar.

F.d.R.: Yo quiero ser muy enfático en algo: los productos tropicales permanentes no deben desarrollarse en plantación sino en finca campesina, porque el trópico es supremamente frágil a diversas plagas. Estoy hablando de la palma de aceite, el cacao, el café, el caucho, los maderables y las frutas tropicales. Se puede hacer muy eficiente en la pequeña finca, y con la tecnología que aprenda a dominar el campesino. Pero aun así, esa persona requiere del empresario grande. Sin la transferencia tecnológica, sin el acompañamiento, no hubiera sido posible la extracción del aceite en el caso de la palma, por ejemplo. Yo creo que el concepto de finca campesina no es el único y se necesita una integración entre diferentes tipos de finca. En una región se necesita que haya unos recursos que generen riqueza, pero lo más importante es que haya circulación, que haya circuitos. Es decir, sistemas de mucha cooperación.

J.M.: Y yo agregaría algo. Colombia es un país tropical y su oferta productiva debe ser tropical. Colombia tiene una frontera muy importante. Tenemos territorio que se puede aprovechar económicamente para enfrentar la competencia internacional de manera rentable. Entonces el quid es cómo combina uno los dos modelos: el de la plantación y la finca.

F.d.R.: A mí una de las cosas que más me impresionó en el Magdalena Medio fueron las cooperativas que nosotros empujamos y que ahora ya tienen 9.000 hectáreas donde cada campesino tiene su finquita. Allá la gente generó un modelo de cacao que se regó por toda la montaña y el pie de monte. Era gente que tenía poco conocimiento tecnológico, pero estuvo bien acompañada, contó con capital semilla aportado por la comunidad internacional y luego se metió en créditos, se abrió a mercados, incorporó la infraestructura. Muchos campesinos se volvieron empresarios, hicieron alianzas bancarias. La clave fue que creímos en ellos.

J.M.: Uno en las zonas rurales se encuentra con una cantidad de población sin capital y si nosotros vamos a desarrollar o buscar desarrollar esta población, se necesitan muchos bienes públicos. Ese es un debate que el país no ha dado. La lista de bienes públicos en el sector rural de este país es de una precariedad devastadora y buena parte de los fracasos de la agricultura de los pequeños y medianos se debe a ello. Porque para estos grupos de población es fundamental el tema de la asistencia técnica, de los programas de vivienda, educación, carreteras, salud.

A.G.: Estoy totalmente de acuerdo. Pero en estudios se han detectado dos problemas. Uno, que a la gente le llega todo fraccionado. Si una cooperativa necesita educación, tiene que presentar un proyecto; para asistencia, otro; para comercialización, otro… eso lo que provoca es que lo que le llega no le cambia la vida al productor. Es un sistema perfecto para gastarse muchísima plata sin obtener resultados. Y segundo, que no hay esfuerzos de largo plazo.

SEMANA: ¿Cómo dar bienes públicos con una institucionalidad local colapsada?

A.G.:
Yo creo que en eso sí tiene que haber una participación de los ciudadanos. Pero solo si la gente se puede agenciar sus propios ingresos va a tener autonomía respecto a las demás instancias.

J.M.: Mi tesis es que hay muchas regiones del país que estarían mejor con un esquema de gobierno como el que teníamos anteriormente. ¿Está Colombia preparada para seguir con el sistema de elección popular de todas las instancias y funcionarios locales como hoy lo tenemos?

F.d.R.: Ese punto es tenaz. Yo soy muy de la línea de incentivar el control ciudadano, educar a la población para la participación, poner elementos éticos de fondo como que el Estado es la institución que hemos creado para garantizar la dignidad de todos por igual.
A.G.: Hay que empaquetar organización y bienes públicos. Ahora, ya hablamos bastante de la institucionalidad local, pero el problema es que esto también tiene una institucionalidad nacional con problemas.

F.d.R.: Yo creo mucho en el pueblo cuando se le da confianza, cuando se le permite ver la complejidad. Por ejemplo, los pequeños palmeros del Magdalena Medio están viendo que pierden su fruta cuando no pueden sacarla a las extractoras porque los trabajadores están en huelga. El pequeño palmero está angustiado y adquiere la capacidad de ver la totalidad de lo que está en juego. Entonces tiene otro tipo de reacción frente al conflicto y propone otras salidas.

J.M.: El campesino de estas alianzas tiene otra actitud. Es porque él siente que si las cosas funcionan, tiene mucho qué ganar y si las cosas no funcionan, tiene mucho qué perder.

A.G.: La prueba de ello es el café, donde se ha demostrado que hubo más bienestar donde hubo mayor organización de la gente incluso en épocas de crisis.

SEMANA: ¿El modelo del café puede volver a replicarse? ¿Dónde?

F.d.R.:
Puede replicarse con todos los productos tropicales.

A.G.: ¡Claro!

J.M.: Cuando uno tiene pequeños y medianos productores tiene que asociarse. Si no lo hace no logra construir la masa crítica para hacer muchas cosas, no compite y no es viable económicamente. Hay que asociarse.

SEMANA: ¿Y los subsidios son parte de esos bienes públicos?

J.M.:
A mí ese tema a veces me pone nervioso porque yo veo que hay un mal entendimiento sobre él. Usted va al mercado internacional y consigue dinero a dos o tres puntos reales. Con esa plata es con la que en la realidad se hacen los negocios. Pero en la zona rural colombiana un productor pequeño o mediano puede obtener en las mejores líneas de crédito 15 y 20 puntos reales. ¿Qué actividad puede llegar a ser rentable bajo semejantes costos? Yo no estoy pidiendo subsidios, lo que estoy pidiendo es acceso a todos estos servicios a costos competitivos.

SEMANA: Otro obstáculo es la concentración en la propiedad de la tierra…

J.M.:
El problema en Colombia con la tierra es que muy pocos la ven como un factor de producción y la gran mayoría la ven como un factor especulativo. Eso viene de muy atrás, cuando la tierra servía para acceder al poder. La tierra tiene que ser un factor de producción.

A.G.: El país está en mora de utilizar conceptos urbanos que se pueden aplicar perfectamente en la parte rural. En una zona urbana si usted tiene una casa construida y al lado hay un lote de engorde, esto le genera un impuesto diferencial muy grande. Pero en la parte rural no. Entonces usted tiene una iniciativa productiva y apenas usted la anuncia empieza la especulación con la tierra y eso puede incluso frenar las iniciativas productivas. Eso es lo que yo denomino apropiación privada de los bienes públicos y es una dinámica perversa. n?