Especiales Semana

DIA DEL PADRE

6 de julio de 1992

Lazos familiares
PARA NADIE ES EXTRAÑO QUE HOY POR hoy el mundo se entiende bajo el lenguaje de la tecnología. Es cierto que esto ha traído grandes descubrimientos, avances y proyecciones para el desarrollo y progreso de los países. Pero también es cierto que este lenguaje pierde toda validez cuando se trata de comunicación familiar.
Según los expertos, una buena comunicación entre padres e hijos no se puede limitar al uso de las palabras porque los gestos, movimientos y sentimientos, es decir, la comunicación no verbal, hacen parte integral del acercamiento familiar.
"Algunos padres creen que comunicarse con su hijo es simplemente conversar sobre una serie de eventos cotidianos tipo "noticiero informativo" que generalmente se hace de afán, como un formalismo, utilizando los oídos pero no el corazón para escuchar", aseguró Clara Virginia Gutiérrez de Espinosa del centro para el desarrollo infantil Huellas.
Por eso, con frecuencia se suele pensar que la comunicación se asocia con un diálogo entre padre e hijo cuando este ha alcanzado la edad para expresarse verbalmente y en el peor de los casos, cuando se trata de un adolescente.
Además, para lograr que la comunicación entre padres e hijos sea ideal es necesario estudiar a fondo las diferentes edades y conocer cuáles son las "armas de expresión" que se utilizan en cada una de ellas.
Según la experta, la comunicación empieza desde que el bebé se encuentra en el vientre de la madre. Porque él en su proceso de evolución está en capacidad de recibir diferentes estímulos externos como charlas, música, lectura y golpecitos en el estómago materno para decir al bebé que es hora de conversar un poco.
Después de que el bebé sale a enfrentar el mundo, la comunicación puede establecerse de muchas formas, sencillas y no verbales. Por ejemplo, "cuando el bebé llora y el papa inmediatamente responde a su llamado significa que papá me quiere y está conmigo", aseguró Gutiérrez de Espinosa.
Ahora bien, otra forma de comunicación papá-bebé es responder a sus primeros intentos de "hablar". Cuando un padre entabla una conversación profunda con su bebé cuando éste sólo dice "agu" no es una imagen típica del padre enloquecido con su pequeño sino el primer lazo de unión para fortalecer la confianza padre-hijo en el futuro.
Por eso, en cuestiones de comunicación papá-bebé no sólo una imagen presente vale más que mil palabras sino un abrazo, una sonrisa o una larga y sustanciosa conversación valen más que eso.
Según los especialistas, estas primeras comunicaciones son la base para la integración unos años más tarde. Y si el proceso de reconocimiento de pertenencia familiar fue acertado, cuando el bebé se convierta en un inquieto adolescente con seguridad los padres serán partícipes de sus sueños de aventura y no habrá ninguna clase de secretos.
Por otra parte, la falta de información acerca de las necesidades y cambios que ocurren a nivel emocional en el niño, según su etapa evolutiva, impide alcanzar los resultados que se esperan en cuanto a comunicación se refiere. "Lo más valioso de esta comunicación padre-hijo es el sentimiento de: "Yo valgo la pena, me toman en cuenta, yo soy importante, yo merezco atención", aseguró la experta. Este mensaje fortalece su autoestima, le da seguridad en sí mismo y logra despertar en el niño un sentido de pertenencia familiar.
Por lo tanto, la comunicación adquiere una dimensión de gran valor en la estabilidad emocional del niño y en su relación padre-hijo. Además sienta las bases para un diálogo amable y comprensivo en la adolescencia, etapa en la que es fundamental una relación amistosa entre padres e hijos. Porque si sucede lo contrario y el niño no encuentra en sus padres un apoyo, de inmediato buscará fuera de su hogar con quien compartir sus inquietudes y puede correr el gran riesgo de ser mal orientado.
Según Clara Virginia Gutiérrez de Espinosa el proceso de integración es una tarea que implica un gran respeto por las necesidades del niño, una aceptación sincera e incondicional y un interés genuino en compartir sus inquietudes sin juzgarlo. Sin imponer puntos de vista arbitrarios. Sin establecer una batalla, porque en este proceso no existen ni ganadores ni perdedores simplemente existe un equipo en el cual el único interés es el bienestar y la comprensión.
Responsabilidad y entrega
No obstante, en algunas ocasiones, los padres han perdido la seguridad y hasta cierto punto el sentido común en el manejo de la educación de los hijos. La influencia de la ciencia y la tecnología a veces interfiere en la actitud de los padres para abordar situaciones de la vida cotidiana sin tener que acudir a un especialista. "Muchos padres, con muy buena intención, pero poco acertada, terminan llevando a sus hijos a toda clase de terapias innecesarias para resolver problemas que en un mundo mercantilista no son más que una carencia de comunicación padres-hijos", advirtió Gutiérrez de Espinosa.
Por eso, según la experta, lo mejor es un papá y una mamá amorosos que puedan "perder" unas horas de oficina para jugar y compartir un rato agradable con sus hijos. Papás que entiendan sus necesidades y lo atiendan de la mejor manera. Que estén en capacidad de ofrecer seguridad, tranquilidad, felicidad y estabilidad sin necesidad de represiones. Que lo ayuden a conocer y manejar su mundo, que lo opoyen cuando tengo dificultades y lo motiven para desarrollar sus capacidades. Que le permitan ser auténtico en sus decisiones y proyecciones hacia el futuro.-
Entonces, "aquellos padres que piensan que la moto último modelo es el mejor regalo que pueden darle a un hijo deben ser conscientes de que esto no es cierto. Es cierto que los regalos materiales dan felicidad a los hijos pero una felicidad temporal y no permanente como sí lo da el amor, el afecto y la entrega", aseguró Clara Virginia Gutiérrez de Espinosa.
En conclusión, uno de los velos más frecuentes y difíciles que tienen los padres es lograr una buena comunicación con sus hijos. Pero para desvanecer ese velo es necesario, en primer lugar, tener en cuenta que el proceso de integración entre padres e hijos comienza desde la cuna y, en segundo lugar, que es necesario cultivar ese proceso toda la vida para mantener la confianza que se logró en los primeros años.-
ALAS DE LIBERTAD
NO TODAS LAS HISTORIAS DE PADRES e hijos son de color de rosa. No todos los padres han sido conscientes de su papel, no todos los padres son santos ni mucho menos dioses. La verdad es que hay padres e hijos que han pasado muchos junios sin festejar esta fecha. Padres que desde la cárcel reciben tarjetas pintadas por sus hijos y que tras las rejas comienzan a estirar la película de sus vidas. Padres que de repente, atrapados por la droga o el alcoholismo perciben la dimensión de la paternidad. Algunas situaciones hacen que tarde o temprano estos sentimientos despierten.
Como hombres que cometen errores, muchos padres confiesan sus defectos a los hijos. Otros, más callados y con reservas, deciden en silencio actuar por recuperar a sus hijos. En cualquier circunstancia la verdad es que ser padre es una responsabilidad y un compromiso tan grande que muchas veces es ignorado.
SEMANA habló con Ricardo, un ex presidiario y ex drogadicto que tras pagar su condena de cuatro años quedó en libertad. Hoy, convertido al cristianismo, hace parte del ministerio carcelario de Casa sobre la Roca.
La historia del "Parlante"
Alto, delgado y silencioso, Ricardo tiene impresas en su rostro las huellas de la cárcel, de la droga y de una vida trastornada. Aunque ya está recuperado, las cicatrices, el efecto de la bala que le voló el maxilar derecho y el desgaste de los narcóticos, cuentan por sí solos su vida.
Este hombre joven de apariencia tranquila después de realizar algunos negocios, fue víctima de una persecución en la cual recibió un disparo en el rostro. Aparentemente estaba muerto. Sin embargo los médicos lograron recuperarlo y después de siete operaciones volvió a hablar.
En la actualidad, además de asistir al ministerio carcelario, Ricardo conduce un taxi en Bogotá y tiene una marquetería. El impulso por sobrevivir, la "inyección" de un tratamiento a base de la "palabra de Dios" y las ganas de sacar adelante a sus hijas hicieron que abandonara la droga y se dedicara a ganarse el pan de cada día con su trabajo.
"Todo comenzó un día que manejaba un Chevrolet 51 prestado. La policía me detuvo porque el auto era robado y así fui a parar a la cárcel. Yo era un hombre de 28 años que desde el momento en que entré a la prisión no volví a ver a mi familia. Durante los cuatro años que estuve encarcelado no recibí visitas y el único mundo que conocí fue el de la prisión. La pasé por "gringo".
La privación de la libertad produjo en mí un traumatismo porque allí conocí la maldad. Aprendí a robar, a drogarme, a golpear y a callar.
Paradójicamente en la cárcel me decían "parlante" porque era el encargado de llamar a los presos cuando salían hacia la libertad. Cantaba la libertad para mis compañeros cuando cumplían su condena. Allí durante cuatro años me hice amigo de las familias de los presos.
Estuve dos años en la Modelo y otros dos en La Picota. Uno aprende a vivir con el sonido de la campana que nos llamaba a entrar, con el ruido de los candados y con la ley del silencio.
Cuando finalizaba el tiempo de mi condena me llevaron a Las Colinas de Acacías a realizar trabajos forzados. En el lenguaje de la cárcel esto se llama "repelar" la libertad.
Al salir odiaba el mundo y la única gente que encontré eran personas que había conocido en la cárcel. Comencé a formar bandas porque no tenía nada que perder. Mi esposa me había dejado por miedo, mi familia me había dado la espalda y mis mejores amigos habían desaparecido. Me sentía olvidado por todos.
Entonces conocí la droga, los ácidos LSD, el achís, la coca, la marihuana y el basuco. Con estos sedantes me volví más astuto para sobornar y para robar. Además me metí en negocios oscuros y comencé a enriquecerme rápidamente.
Así llovieron las mujeres, los amigos y la droga. Tuve dos hijas cada una de diferente mamá, pero en ese momento para mi la paternidad no representaba nada. Lo más importante de mi vida era "soplar" y me fumé todo el dinero que había conseguido.
Mientras tanto yo había sido amenazado. Deje a las dos niñas en la casa de mi mamá para protegerlas y me dediqué, de lleno a la droga. Yo era un desechable.
Cuando acabé con la plata hablé con mi mamá y le conté que lo único que me importaba en la vida era la droga. Entonces ella me alojó y como yo no podía salir, ella misma, con el dolor de su alma, me compraba la droga.
Pero yo quería cada vez más droga y después de un año comencé a robar las cosas de la casa. Vendía de todo, lo que tenía valor y hasta lo que no era de valor. La ansiedad que sentía era del 100 por ciento, estaba completamente perdido.
Por medio de un tío que es pastor evangélico en Panamá, mi madre contactó a la institución "Mano amiga pacto Evangélico de Colombia" que ayuda a marginados y desechables. Se trata de misioneros noruegos que hicieron esa fundación aquí y hoy es dirigida por Andrés Bonsch.
Nunca creí salvarme. Mis pulmones y mis neuronas estaban acabados porque a mi no me importaba nada. Sin embargo comencé el tratamiento en un finca en Viota.
Allí hay líderes que son ex drogadictos rehabilitados quienes guían las terapias. El tratamiento no fue con droga sino con la palabra de Dios. Y allí bajo su efecto estuve durante nueve meses.
Ya llevo tres años recuperado y no tengo necesidad ni de la droga ni del trago. Lo único es que quiero rehacer mi vida y vivir con mis dos hijas. Al mirar atrás, creo que nunca me importaron ni las niñas ni mi familia. Todo era fumar porque las personas que se fuman el primero ahí se quedan.
Yo era un padre irresponsable, mis hijos no eran más que un accidente para mí. Sentía la parodia de que mi mujer estaba con otro y vivía deprimido. Los celos era lo que más me atormentaba y para calmarlos me drogaba.
Ahora, después de todo lo que he vivido, deseo darle a mis hijas lo que no les di, deseo darles educación. Por ahora el único contacto que tenemos es telefónico porque ellas viven en Medellín.
Pienso que un papá es una persona que debe responderle a Dios por los hijos que ha traido al mundo, porque El es quien lo va a juzgar".
Una década fue suficiente para cambiar de manera radical la vida de este hombre. Ahora, después de conocer el mundo de la cárcel, después de saber lo que es estar aislado de la sociedad, conocer el robo, los efectos de la droga y lo que representa salir del vicio, Ricardo asegura que lo más importante es Dios.
Para él que encontró en los movimientos evangélicos un refugio, la figura de Dios representa el amor perfecto del padre. Ahora comienza su tiempo para recuperar espacios perdidos con sus hijas y para echar a andar la paternidad que tuvo dormida durante muchos años. Porque ser papá representa responsabilidad y compromiso. Es la encarnación misma de la generosidad, del amor, de la paciencia, de la comprensión y de la autoridad.-