Especiales Semana

El rostro de la justicia

El personaje del año lo es porque logró algo que parecía imposible: devolverle la credibilidad a la justicia colombiana.

25 de enero de 1993

SI HACE APENAS UN AÑO ALGUIEN SE HUbiera atrevido a decir que en 1992 un funcionario de la rama judicial se iba a convertir, en virtud de sus aciertos, en el personaje del año en Colombia, su predicción no habría encontrado más que un crudo escepticismo. En efecto, la crisis de la justicia colombiana, que no había hecho más que agravarse de manera sostenida desde mediados de los años 60, hacía imposible pensar en algo así para el año que está a punto de terminar.
Pero un bogotano de 63 años, madrugador por temperamento y trabajador por adicción, llamado Gustavo de Greiff Restrepo logró el milagro. Tras convertirse en el primer Fiscal General de la Nación -figura creada por la nueva Constitución imprimió en poco más de seis meses tanto carácter, tanta severidad y tanta honestidad a la recién nacida institución, que por primera vez en décadas invirtio el proceso de descredito que venía sufriendo la justicia colombiana.
Cuando se produjo su elección por parte de la Corte Suprema de Justicia, de terna enviada por el presidente César Gaviria, su nombre más que despertar aplausos, lo que hizo fue no despertar resistencias, lo cual ya era una virtud en medio de una transicion constitucional que por momentos se estaba tornando dramática, con toda clase de colisiones de competencias, conflictos de poder y abiertas confrontaciones entre las ramas.
Pero muy pronto, y en especial cuando el Fiscal pudo empezar a trabajar en forma al iniciar funciones la Fiscalía el primero de junio de este año, no sólo sus firmes declaraciones sino sus actuaciones en contra de los distintos agentes delictivos, desde el narcotráfico y el narcoterrorismo, hasta la guerrilla y las bandas de secuestradores, pasando por los funcionarios públicos deshonestos, llevaron muy pronto a los colombianos a pensar que había nacido una estrella en el firmamento nacional.
Resultados a la mano
En unas cuantas semanas y tras poner bajo su dirección a las hasta entonces descoordinadas agencias de investigación del Estado (Dijin, DAS, Instruccion Criminal) la Fiscalía comenzó a completar expedientes, elevar acusaciones y llamamientos a juicio, y cuando fue del caso, exonerar a quienes habían sido injustamente procesados.
Por primera vez, un proceso judicial contra Pablo Escobar se completó con las debidas pruebas, y el jefe del cartel de Medellín fue llamado a juicio por el asesinato del director de El Espectador, Guillermo Cano. A los de más carteles de la droga también comenzó a llegarles su hora, y después de la detención de Iván Urdinola, la Fiscalía consolidó un caso en su contra, que obligó a sus abogados a aceptar una negociación de la pena sin antecedentes en la historia del país. Los jefes guerrilleros, tradicionalmente exentos de procesos judiciales sólidos en su contra, también conocieron el garrote de la Fiscalía, y gracias a dichos expedientes fue posible elevar contra la inmensa mayoría de ellos las respectivas órdenes de captura. Al más importante dirigente subversivo detenido en las últimas décadas, Francisco Galán, le tocó probar ello en carne propia, y a las pocas horas de su detención en Bucaramanga, gracias a una delación, la Fiscalía formuló cargos en su contra que, de llegar a probarse, derivarían en una condena de entre 25 y 30 años de prisión.
Pero no sólo los tradicionales enemigos de la ley y el orden en el país -guerrilla y narcotráfico-han sentido la mano dura de la Fiscalía. También lo han hecho algunos funcionarios públicos corruptos, contra quienes el Fiscal y sus hombres han elevado acusaciones y dictado autos de detención, como no había sucedido nunca en la historia de Colombia, particularmente en el terreno del enriquecimiento ilícito.
Claro que la Fiscalía no se ha dedicado únicamente a acusar. También, y cuando ha sido el caso, ha exonerado a personas que en un principio habían aparecido como sindicadas de delitos tan graves como el asesinato de Luis Carlos Galán. Estas decisiones han requerido de casi tanto valor como aquellas encaminadas a condenar a los jefes de la guerrilla o el narcotráfico, pues en muchos casos, como el de Alberto Jubiz Hazbum, se trataba de personas que ya habían sido condenadas de hecho por la opinión pública. En esto, los agentes de la Fiscalía han hecho realidad el principio constitucional según el cual están obligados "a investigar tanto lo favorable como lo desfavorable al imputado..."
De bajo perfil
Y tan interesante como todos estos elementos de fondo, es quizás uno de forma que ha resultado especialmente sorprendente. Se trata del temperamento de De Greiff, quien ha demostrado reiteradamente que sus motivaciones son exclusivamente jurídicas, que lo único que le interesa es que sus decisiones y las de sus agentes sean tomadas en derecho. En un país acostumbrado a que desde los organismos de control y fiscalización, los funcionarios se sientan tentados a tomar sus decisiones con la mira puesta en obtener determinados titulares en los medios de comunicación, resulta extraño y especialmente elogiable el que un funcionario como el Fiscal, sobre el cual se vuelcan recurrentemente todas las miradas, no haya cedido a las tentaciones del protagonismo que tanto afectan a otros funcionarios de su mismo rango.
"Mas que encabezar cruzadas contra la corrupción y el delito, lo que el doctor De Greiff busca es que la Fiscalía funcione, que cumpla con la tarea que la Constitución le asigna. Más que tratar de que la opinión pública reconozca estos resultados, lo que el Fiscal busca son los resultados mismos. Más que formular cargos, lo que le interesa es que estos sean demostrables", aseguró a SEMANA el vicefiscal Francisco Sintura, reconocido como uno de sus colaboradores más estrechos.
Para lograrlo, De Greiff no se ha limitado a ponerle valor y decisión a las cosas. Igual esfuerzo ha dedicado a la capacitación del personal de la Fiscalía, a la tecnificación de su labor investigativa y -como gomoso que es de los computadores-a la sistematización de los archivos y del conjunto de la información que posee esta agencia estatal. Es tan claro su perfil técnico, que son muy pocos los colombianos que pueden responder con total certeza a la pregunta de si De Greiff es liberal o conservador.
Así es este hombre en cuya cabeza los colombianos han puesto hoy tantas esperanzas: imperturbable fumador de picadura Cap-tain Black en su pipa; amante de los chocolates (preferiblemente Milky Way) que guarda celosamente en un cajón de su mesa de noche y consume de a dos cada noche; fanático de la paella hasta el punto de que es casi el único plato por el cual es capaz de ir a un restaurante; compulsivo jugador de tenis, deporte que se ha visto obligado a abandonar un poco desde que asumió su actual cargo, y tan severo y hasta seco con los mayores, como tierno y conmovible por parte de sus nietos y demás menores de ocho años, su mayor debilidad.
Gustavo de Greiff ha sorteado con éxito su primer año. Y el éxito ha sido tan grande, que los más diversos medios de comunicación han reconocido en el al indiscutible personaje de 1992. Al lado de él, SEMANA ha querido registrar a otras nueve personalidades que han jugado un papel protagónico en distintos campos de la vida nacional durante el año que termina (ver artículos siguientes). Es evidente que De Greiff se destaca por encima de todos, y que por ello mismo es él quien mayores desafios afronta para el año que comienza. Si en el curso de 1993 y de los otros dos años que le restan al frente de la Fiscalía, este hombre logra mantener la institución a la altura de las expectativas que ha despertado y de los resultados que ha obtenido hasta ahora, entonces no sólo le habrá impreso a la recien nacida entidad un talante y una personalidad de los que se hablará durante décadas, sino que habrá logrado, por fin, devolverle a los colombianos la fe en sus instituciones de justicia.