Especiales Semana

En defensa del istmo

SEMANA publica en exclusiva apartes del libro 'Panamá siempre fue de Panamá', del escritor colombiano Oscar Alarcón, como contribución al debate en el centenario de la separación.

10 de noviembre de 2003

Hace dos números SEMANA publicó un ensayo del panameño Ovidio Díaz Espino sobre la participación de Wall Street en la independencia de Panamá. El siguiente texto del colombiano Oscar Alarcón es parte de su nuevo libro, Panamá siempre fue de Panamá, en el que presenta el independentismo histórico del istmo.

Otra visión de un tema para siempre polémico.

Capítulo III
Las separaciones de Panamá

El istmo siempre fue un territorio lejano y olvidado. Sin embargo, se mantuvo vinculado a Colombia después de la disolución de la Gran Colombia en 1830, cuando Venezuela y Ecuador se constituyeron en Estados independientes. Panamá conservó una cierta autonomía federativa, aun en etapas de agudo centralismo en la organización política colombiana. Permanentemente hubo crisis y dificultades entre Panamá y los gobiernos centrales colombianos, lo que se convirtió en caldo de cultivo para pensar en la separación.

La primera aventura secesionista estuvo a cargo del comandante del ejército, general José Domingo Espinar, admirador de Bolívar, quien, a raíz de su traslado de Panamá a Veraguas -que consideraba una degradación-, promovió una serie de asonadas en las que propuso invitar al Libertador para que se trasladara al istmo a atender allí "las partes dislocadas de la República". Era una actitud similar a la de los criollos el 20 de julio de 1810 para que Fernando VII gobernara desde Santafé. El acta de independencia la aprobó el 25 de septiembre de 1830 el cabildo de seis cantones de la provincia de Panamá. Espinar, que era boliviano -y también bolivariano-, pretendía que el pueblo aceptara su propuesta y que mientras Bolívar llegara, él quedara con el mando. El Libertador no se dejó seducir y, por el contrario, invitó al rebelde para que reintegrase el istmo a la República.

Si bien era una actitud oportunista del general Espinar, hubo causas concretas de la rebelión, según criterio del panameño Alfredo Castillero Calvo:

a) Naturaleza oligárquica del poder político en Panamá.

b) Miseria de la mayoría de la población nacional.

c) Supervivencia de formas colonialistas y feudales de la vida en el istmo.

d) Descontento de los grupos asalariados y los no asalariados.

e) Discriminación racial, practicada por el elemento oligárquico blanco.

f) Estructuración de una conciencia de clase, por lo menos como intuición del hecho.

La inteligencia del general Espinar estuvo en vincular a su movimiento el nombre del Libertador, porque si bien la Constitución Boliviana de 1826 era dictatorial y se rechazó por ello, había en ella algo que el pueblo intuía como digno de aprobarse y respetarse, tomando en cuenta que las élites privilegiadas no le dieron su aprobación. En efecto, en uno de sus artículos expresaba: "Todos los que hasta el día han sido esclavos... quedarán, de hecho, libres en el acto de publicarse esta Constituc?ón".

Esa población panameña, esclavizada por la pobreza, vio en dicho estatuto boliviano la síntesis salvadora de sus aspiraciones de libertad.

El istmo continuó bajo el mando de Espinar, con absoluta prescindencia del gobierno de Bogotá hasta cuando surgió la dictadura del general venezolano Rafael Urdaneta. Creyó entonces el general Espinar que había llegado el momento de la reintegración a la Gran Colombia y en consecuencia dictó un decreto, el 10 de diciembre de 1830, atendiendo la orden del Libertador Simón Bolívar. Pero esa decisión fue ficticia porque Espinar siguió siendo el árbitro y jefe supremo de los destinos del istmo.

El segundo intento fue el 21 de marzo de 1831, cuando aún el primero no se había liquidado completamente. Tuvo como personaje al mismo Espinar cuando viajó a Veraguas para enfrentarse a José Fábregas, quien pretendía desconocerlo. Dejó en Panamá como encargado al general venezolano Juan Eligio Alzuru, pero la ausencia de aquél condujo a sus enemigos a invitar a éste a que tomara el poder para "restaurar" las libertades suprimidas. En efecto se sublevó, desterró a Espinar a Guayaquil cuando pretendió reasumir su cargo y convocó a una junta a la que obligó a declarar la independencia de Panamá. Pero el movimiento duró escasos dos meses, apenas hasta cuando el gobierno central envió al coronel Tomás Herrera para sofocar la revuelta. Alzuru fue condenado a muerte y ejecutado el 29 de agosto de 1831 "para pagar en él sus crímenes, y enseñar la manera como deben los pueblos castigar a sus tiranos".

El tercer intento de separación ocurrió cuando la famosa guerra de los Supremos, en que cada Estado escogió su jefe y declaró su independencia. Sobre todo lo hicieron los gobernadores liberales en contra del gobierno central, presidido por José Ignacio de Márquez. En el caso de Panamá, escogieron al general Tomás Herrera, de gran prestigio y considerado el más eminente de los panameños del siglo XIX y uno de los más importantes de la Nueva Granada. Allí se decidió, el 18 de noviembre de 1840, que el istmo quedaba libre de compromisos y ligaduras con la Nueva Granada.

Una Convención Constituyente realizada en marzo de 1841, en donde Tomás Herrera abogó porque se autorizara la reincorporación a la Nueva Granada, pero sólo si ésta se reorganizaba en la forma federativa, aprobó lo siguiente:

Artículo 1°. Los cantones de las antiguas provincias de Panamá y Veraguas compondrán un Estado Independiente y Soberano que será constituido como tal por la presente Convención, bajo el nombre de Estado del istmo.

Artículo 2°. Si la organización que se diere a la Nueva Granada fuere federal y conveniente a los intereses de los pueblos del istmo, éste formará un Estado de la Federación.

Parágrafo: En ningún caso se incorporará el istmo a la República de la Nueva Granada bajo el sistema central.

Vencida la revolución, el general Tomás Cipriano de Mosquera quiso integrar nuevamente las provincias de Veraguas y Panamá a la Nueva Granada, valiéndose de medios pacíficos; con todo, ello no fue posible porque no se aceptaron las condiciones de los panameños: que la Nueva Granada se hiciera cargo de la deuda contraída por el istmo, que los empleados continuaran en sus puestos y que no hubiera persecuciones para los comprometidos en el movimiento de independencia. Tuvo mejor suerte don Rufino José Cuervo, ministro en Quito, quien comisionó a los señores Anselmo Pineda y Ricardo de la Parra para solucionar la situación. Así lo hicieron y el 31 de diciembre de 1841, Panamá se reincorporó a la Nueva Granada.

En el gobierno de Mariano Ospina Rodríguez se produjo la cuarta separación de Panamá. Había sancionado la Constitución de 1858, conocida como de la Confederación Granadina, y el general Tomás Cipriano de Mosquera declaró la guerra de 1860 contra su administración. Algunos aseguran que fue en represalia porque le había ganado las elecciones presidenciales en donde ambos fueron candidatos. Al Estado de Panamá lo presidía don José de Obaldía, de familia de terratenientes, quien había sido presidente interino de la Nueva Granada durante el golpe del general Melo en 1854. En ese conflicto, Obaldía se declaró neutral y por ello Panamá permaneció ajena a las contiendas políticas de 1860 a 1862, gozando de plena independencia del resto del país. Fue ésta la última y la más prolongada etapa de separación de Panamá. Y fue tal su aislamiento en relación con Bogotá, que durante esos dos años sólo era posible comunicarse con el gobierno de don Mariano Ospina Rodríguez a través de la larga y difícil vía de Venezuela.

Obaldía llegó hasta llamar a elecciones para el bienio 1860-1862, en las que se eligió al conservador don Santiago de la Guardia, con quien la revolución de Mosquera, después de muchas vueltas y revueltas, por intermedio de Manuel Murillo Toro, logró firmar el Convenio de Colón, el 6 de septiembre de 1861. Mediante este pacto, Panamá adhirió a la nueva entidad nacional que se iba a concretar en la Convención de Rionegro, en su condición de Estado soberano, "formando uno de los Estados soberanos federales". Pero advirtió que se reservaba el derecho "en uso de su soberanía, de aprobar o negar la nueva Constitución, así como mantenerse neutral en las luchas del resto de la República".

Vale la pena señalar que todos los intentos separatistas de Panamá fueron de orden político interno y ninguno fue reconocido por el resto de las naciones, excepción hecha del tercero, cuando lo aceptó Costa Rica. En esa oportunidad el señor William Radcliffe fue a Washington en misión confidencial a gestionar infructuosamente que se le reconociera la independencia.

En un libro de reciente aparición en Colombia, escrito por el panameño Ovidio Díaz Espino, se dice sobre las distintas separaciones de Panamá:

Durante más de setenta años los panameños habían intentado infructuosamente separarse del gobierno colombiano. Después de independizarse de España en 1821, Panamá se anexó a Colombia, que entonces se llamaba Nueva Granada, cautivada por el sueño del Libertador Simón Bolívar de constituir una gran nación suramericana unificada. Cuando el proyecto de Bolívar fracasó quiso recuperar su independencia, pero un gobierno colombiano mucho más fuerte se lo impidió. Theodore Roosevelt decía que en 57 años anteriores a 1903 los panameños se habían rebelado 53 veces, tratando de emanciparse del emproblemado, egoísta y represivo gobierno de Colombia. Por lo general, los intentos de independencia no eran sofocados por las fuerzas colombianas; más bien el gobierno de Bogotá le pedía a Estados Unidos que enviara tropas al istmo para reprimir la insurrección y reclamar su soberanía de conformidad con los términos del tratado de 1846. Por consiguiente, las invasiones de Estados Unidos se convirtieron en la principal arma de Colombia para impedir la secesión de Panamá.