Especiales Semana

Hacer bien el bien

La responsabilidad social empresarial está en auge en Colombia. Se abre debate de cómo medir mejor su eficiencia e impacto.

22 de abril de 2006

Antes, el documento más divulgado por las empresas era el informe financiero. Hoy, ese documento estadístico tiene un acompañante: un balance social, impreso con alta calidad, fotografías a todo color, títulos emotivos y tortas porcentuales que indican crecimiento. Con esta publicación, quieren demostrar que tienen un compromiso con el desarrollo sostenible del país, más allá de producir utilidades, pagar sus impuestos y cumplir con la ley.  
Algunas registran las donaciones que hicieron a causas sociales (filantropía) y otras hablan de la gestión en las fundaciones con las que tienen alianzas. También hay las que describen detalles de los programas que han diseñado y que sus empleados voluntarios ejecutan directamente. Unas incluyen indicadores de bienestar social de los empleados (subsidios, becas, recreación), otras hablan de sus códigos de ética y sus certificaciones en medio ambiente.  
Estas, aquellas e incluso las que tienen tantos frentes que no alcanzan a consolidar toda la información en un documento, trabajan por Colombia. Aunque todas hablan sobre la importancia de construir capital social, ninguna se atrevería a decir cuál de ellas merecería el puesto número uno en un ranking de Responsabilidad Social Empresarial (RSE). 
El hecho de que las empresas se muevan en sectores distintos y tengan un grado diferente de vulnerabilidad es para Fernando Alonso, gerente de Conexión Colombia, un obstáculo para elaborar un ranking de RSE. Alonso afirma que a pesar de que ya hay metodologías internacionales de medición, en Colombia muy pocos las utilizan. Daniel González, gerente de proyectos de Compartamos con Colombia, organización que nació para elevar la capacidad de operación de organizaciones sin fines de lucro, comparte la opinión de Alonso. Cree que la RSE de una empresa que está en la etapa inicial que es la filantropía es tan válida como la que hace un grupo económico o una multinacional. Éstos manejan un concepto más estratégico como el de inversión social rentable (Inversor) con el fin de “generar el máximo beneficio e impacto social en comunidades específicas, sin perder nunca de vista el carácter privado y productivo de los proyectos estructurados, buscando siempre la rentabilidad sobre el capital invertido”. 
González considera que más allá de la etapa en la que está cada empresa, los puntos críticos de la RSE son la medición y la comunicación. “Me sorprende, dice, que las donaciones de empresas en Colombia equivalgan al 0,32 por ciento del PIB, por encima del porcentaje de otros países de la región como Brasil, México y Perú y que muchas de ellas no sepan bien cómo aprovechar lo que hacen incorporándolo a la estrategia del negocio”. 

La dificultad de medir 
El último estudio publicado sobre el tema ‘Aportes y Desafíos de la Responsabilidad Social Empresarial en Colombia’ de Roberto Gutiérrez, Luis Felipe Avella y Rodrigo Villar,  afirma que luego de una filantropía con iniciativas dispersas y relaciones a distancia, hoy predominan en el país inversiones sociales enfocadas a grupos externos a las empresas y esto podría constituir el paso de la caridad a la inversión social.  
El documento cita experiencias significativas y señala que en Colombia el más importante gremio industrial, la Andi, ha venido promoviendo los balances sociales desde la década de 1970 y son las empresas nacionales las más destacadas por su innovación e impacto. Sin embargo reconoce que la mayoría de los reportes se limitan a cuantificar los productos o servicios ofrecidos (por ejemplo, tantos talleres de capacitación para tantos microempresarios), siendo muy pocos los que miden el impacto social de estos programas.  
El estudio contiene otro dato que deja ver el camino que falta por recorrer. Se trata de una encuesta aplicada por la consultora Management & Excellence (M&E) en la que el 45 por ciento de las compañías declara estar realizando iniciativas de responsabilidad social seriamente por más de siete años, aunque casi la mitad dijo que gasta menos del 0,5 por ciento de los ingresos en dichos esfuerzos. Según M&E el máximo mundial entre las corporaciones más grandes es del 3 por ciento. 
El director de Compensar, Néstor Rodríguez, considera que la RSE en Colombia aún no está lo suficientemente desarrollada como para poder comparar la de unas empresas con la de otras y ponerlas en algún orden, en relación con sus ventas. “Hoy todos aceptan el Ebitda pero hace cinco años había todo un debate, dice. Lo mismo va a suceder con la RSE, seguramente en el futuro habrá acuerdos sobre la mejor manera de medir lo cualitativo”. 

Desafíos 
Para promover una cultura de RSE y facilitar la medición el Centro Colombiano de Responsabilidad Empresarial –Ccre– desarrolló el Índice Ccre, que busca identificar el nivel en que las organizaciones se encuentran en relación con sus experiencias de RSE en sus cinco dinámicas: entorno organizacional, autorregulación, mercado, comunidad y medio ambiente. Este tipo de indicadores aborda de una manera más amplia otras aristas de la RSE distintas a la inversión social. Puede, sin embargo haber buenas prácticas en estas otras líneas de acción y difundirlas puede inspirar a otras empresas.  
En la línea de comunidad y medio ambiente, Smurfit Kappa Cartón de Colombia adelanta el programa más importante de reciclaje de papel y cartón en el país, que además de generar empleo e ingresos, reduce la presión sobre otros recursos fibrosos y sobre los rellenos sanitarios. En el año 2005 clientes y proveedores aportaron 13.914 toneladas de cartón y papel que representaron 4.870 millones de pesos para diferentes obras de beneficio social, que ellos han escogido.  
Otro ángulo desde el que ya se ejerce RSE pero que cada vez cobra más fuerza como desafío para las empresas que operan en Colombia, especialmente del sector extractivo, es el de derechos humanos y seguridad. Alexandra Guáqueta, directora académica de la Fundación Ideas para la Paz, dice que el TLC va a exigir de las empresas que quieran venir y de las que van a salir mucha conciencia de que se está en un país con conflicto armado y donde hay que hablar claro sobre derechos humanos y seguridad.  
Ya hay propuestas de la Bolsa de Nueva York y Londres para que aseguradoras, agencias de garantías de inversión, bancos comerciales y multilaterales exijan a las empresas reportes sobre su comportamiento social y en derechos humanos como un filtro para vetar aquellas que promueven la corrupción y la violencia. Otra voz de alarma sobre la necesidad de intervenir en estos temas la dio la ONU al nombrar en julio de 2005 a John Ruggie como representante especial del secretario general para esclarecer violación o complicidad por parte de empresas en casos de derechos humanos, esta instancia debe presentar un informe este año y otro en 2007.
La Fundación Social, hija de los Bancos Colmena y Caja Social impulsa investigaciones y participa en la definición y aplicación de políticas públicas sobre derechos humanos y cultura de paz. Pese a la valía de ese esfuerzo, la Encuesta de Responsabilidad Social 2005 realizada por la Andi, indica que en las áreas de menor inversión de las empresas se encuentran las investigaciones sociales (18,5 por ciento) y la de paz (16,8 por ciento).
La educación es la más amparada con recursos de la empresa privada (81,8 por ciento). A lo largo del país hay estudiantes becados o escuelas y colegios construidos por fundaciones creadas por los grupos económicos más importantes: las de Santo Domingo, Ardila Lülle, Corona, Luis Carlos Sarmiento Angulo, Social y la Carvajal.
Adicional a los desafíos de la medición y de la paz está el fortalecimiento de la cultura de RSE en los ciudadanos. Las empresas que fomentan el voluntariado entre sus empleados hacen una buena contribución en esa dirección. Entre ellas sobresalen Citibank que dona a las fundaciones que apoya 500 dólares por cada 50 horas de voluntariado de sus empleados y Alpina con el programa Alpina Somos Todos que facilita la donación de tiempo, dinero y conocimientos de sus trabajadores a organizaciones sin fines de lucro. Según estudios de Lester Salomon, experto internacional en temas de RSE, el voluntariado que se hace en Colombia equivale al 0,28 por ciento del PIB mientras que, por ejemplo en Argentina al 1,48 por ciento.
El clima de optimismo que actualmente impera en el empresariado permite proyectar no sólo el aumento de las acciones de RSE en todos los frentes y del voluntariado, sino una inversión más focalizada en proyectos sostenibles que permitan medir tanto el impacto social como la generación de valor para el negocio. Para el año entrante se esperaría que los balances sociales además de estética, reflejen estrategia. n