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LANDAZABAL: EL ENIGMA

En el ejército tiene fama de intelectual, pero su bautismo de fuego lo recibió el 9 de abril y su confirmación en los campos de batalla de Corea

23 de agosto de 1982

La soleada mañana del domingo primero de junio de 1947, el alférez Fernando Landazábal Reyes estrechó, por primera vez, la mano de un Ministro de Guerra. Fabio Lozano y Lozano, jefe de la cartera de defensa de Ospina Pérez, le entregó la copa "Ahumada Guillén" al mejor compañero de la Escuela Militar. Ese día empezó la carrera protagónica del pamplonense que, 35 años más tarde ocuparía el puesto de Lozano y Lozano, en el gabinete de otro presidente conservador: Belisario Betancur.
La vena de las armas le vino primero por los relatos de la Batalla de Palonegro, donde un tío materno peleó del lado de los revolucionarios liberales y perdió. La joven oficialidad que se concentraba en la V Brigada, con sede en Pamplona, y en especial, el Batallón Galán de Artillería, fueron perfilando en sus años de adolescente la firme decisión de optar por la carrera militar.
Una decisión que matizó de verde oliva a la familia de once hermanos, él es el menor, donde la profesión de leyes y los hábitos fueron las predilectas.
Luis Landazábal Tarazona, su padre, maestro de oficio, llegó a ser regente del Colegio Provincial de San José. Tras su muerte, cuando Fernando apenas tenía seis meses, Dolores Reyes Gutiérrez, doña Lola asumió la orientación de la casa, que en lo económico se suplía con el producto de sus labores en la Normal para Señoritas.
La estrechez económica de los primeros años de viudez, empezó a quedar atrás cuando Luis, el mayor de los varones, estuvo en capacidad de trabajar y fue entonces cuando adquirieron la primera casa propia, en el barrio de El Carmen.
CRECEN LOS HIJOS DE DOÑA LOLA
Poco a poco los hijos de doña Lola se iban organizando. Francisco se hizo religioso secular, Berta monja clarisa, José, comerciante y Luis abogado en Bogotá. Lola, Ana María, Emma y Rita, se casaron. Alicia prefirió la soltería y Rafael murió cuando aún era un estudiante de secundaria.
Nunca pensó el futuro general de artillería que la opción de las armas impidiera su apasionada afición por las letras.
La poesía romántica fue, como el de tantos, su primer género. Con los manuscritos de versos dulzarrones engrosó el equipaje en su primer viaje a la capital, en 1944.
Luis, su hermano, había logrado, con el General Quintin Gustavo Gómez, que Fernando fuera aceptado en la Escuela Militar, ubicada por ese entonces, donde hoy está el Hotel Tequendama.
Los paseos dominicales al lago Gaitán, los viajes en tranvía por la Avenida Caracas hasta desembocar en la de Chile, le fueron descubriendo una Bogotá pueblerina todavía, pero mucho más enigmática que la provincial Pamplona.
La tranquilidad del estudiante pronto se esfumó. Apenas obtenido el grado de teniente fue destinado, en misión de orden público al puerto petrolero de Barrancabermeja. En marzo de 1948 regresó a su base. Un mes después, el "Bogotazo" lo colocó en la trinchera: le correspondió la defensa durante cinco días con sus noches, del Palacio Presidencial: un promedio de dos soldados muertos por día entre la Plaza de Bolívar y el Palacio de Nariño. La oferta de condecorarlo con la Cruz de Boyacá que le hizo el Coronel Duarte Blomm, se olvidó tan pronto se apaciguó la revuelta popular.
"BESAME MUCHO" EN COREA
El olor a pólvora le quedó impregnado. Vino entonces la guerra de Corea y se ofreció como voluntario. Otro domingo, ya en el Cantón Norte, se lo comunicó a su hermano Luis: "Acabo de pedir mi traslado para Corea" le dijo. "Eso ya no es juego. Es la guerra de verdad y como militar no te queda más a qué aspirar" le respondió solidariamente, quien todavía suplía la figura paterna.
De nuevo estuvo en la línea de fuego ahora contra los bastiones comunistas chinos y norcoreanos. De entonces un recuerdo que hace cimbrar sus fibras militares: el rescate del cadáver de su compañero de destacamento Vladimir Vlek, quien cayó cuando tarareaba la célebre "Bésame mucho", tal vez para acortar distancia con la lejana Colombia.
A su retorno, otra vez el abrazo fraternal de Luis en Cartagena que apenas podía creer que "el cuba".
La recompensa oficial no se dejó esperar. Landazábal fue designado comandante del Batallón Tenerife con sede en Neiva, epicentro de la lucha guerrillera. De entonces, son los primeros apuntes para su obra posterior "Subversión y Conflicto Social". En lo íntimo, esa fue también decisiva: conoció a Olga Bonilla, con quien posteriormente se casaría en Bogotá y formaría una familia casi tan numerosa como la materna: siete hijos.
MEDALLA EN LA SOLAPA Y LORO EN EL PATIO
Vino después la vertiginosa carrera de ascensos y condecoraciones: Comandante de la Cuarta Brigada, Jefe del Estado Mayor Conjunto, Profesor de la Escuela Superior de Guerra, Agregado Militar, Naval y Aéreo en el Brasil, Comandante de la Tercera Brigada, Comandante de la Brigada de Institutos Militares, Secretario general del Ministerio de Defensa, Ministro Consejero en la OEA, jefe del Estado Mayor Conjunto, Comandante del Ejército...Ministro de Defensa.
22 Condecoraciones, entre ellas tres de los gobiernos de Francia, Venezuela y Ecuador, y una de la Organización de Naciones Unidas.
Al margen de los galardones militares una bibliografía bastante más abultada que la de la mayoría de generales colombianos: "Estrategia de la Subversión en América Latina" (1969), "Factores de Violencia" ( 1975), "La Subversión y el Conflicto Social" ( 1980) y "Guía de Asuntos Civiles para el Mantenimiento del Orden Público".
Obras concebidas en el fragor de las campañas y escritas en el pulcro estudio de su residencia del norte de Bogotá, donde alterna su afición por las letras con el cuidado de un zoológico doméstico de chimpancés, loros, perros, gatos y palomas.