Especiales Semana

LAS 100 EMPRESAS MAS GRANDES DE COLOMBIA

22 de junio de 1987

EL LUNAR ROJO
Semejantes resultados contrastan ampliamente con el sector ensamblador y de autopartes. Con la única excepción de Sofasa y las productoras de llantas (una de las cuales, Icollantas, fue adquirida por Corfivalle por 1.400 millones de pesos), las demás industrias dedicadas al transporte continuaron de capa caída.
A la cabeza de los malos resultados están la Compañía Colombiana Automotriz e Industrias Kapitol, empresas que hace un tiempo fueran los pilares del conglomerado controlado por la familia Kassin. A partir de junio de 1986, las principales empresas del grupo se declararon en concordato y el poder en estas pasó a manos de los bancos comerciales. La nueva administración ha sido bastante efectiva en poner de nuevo en marcha las operaciones tanto en la CCA como en Kapitol. Sin embargo, el faltante es tan grande que aun los más optimistas ponen en duda la recuperación de ambas industrias. Ambas empresas tienen patrimonio negativo y sus pérdidas combinadas pasaron de los 10.500 millones de pesos en 1986.
La otra parte de la historia la compone Colmotores, cuyo saldo en rojo llegó a casi 3.500 millones en 1986. Sin embargo, a diferencia de los casos anteriores, parece que Colmotores va hacia la superficie. Las pérdidas del año pasado fueron menores en 2.500 millones de pesos a las de 1985 y la compañía logró duplicar sus ventas, logrando superar a Sofasa. Adicionalmente, Colmotores se ha beneficiado de los problemas del dólar en Europa pues el costo de sus materias importadas (traídas de Estados Unidos y Brasil) no ha aumentado en proporción similar al precio de los CKD que traen Sofasa y CCA de Francia y el Japón.

VENDER Y VENDER
Para el comercio, 1986 fue por fin el año del desquite. Las grandes cadenas de almacenes aumentaron sus ventas en un 34% y sus activos en un 37%, después de varios años malos. Cadenalco se mantuvo en proceso de recuperación y otras empresas como la Cacharrería Mundial y Almacenes Exito continuaron haciendo ventas millonarias en apenas unos cuantos establecimientos .
La única excepción fue la de Sears que obtuvo pérdidas por 134 millones. Según la compañía, todo obedeció a la necesidad de castigar las inversiones hechas por la sociedad en el Perú, lo cual acabó afectando el resultado, así las operaciones colombianas hubieran sido satisfactorias. Ese y otros factores llevaron a que para el conjunto del sector, a pesar de un aumento notorio en ventas, las utilidades aumentaran tan solo un 14%.
En cambio el caso contrario fue el de las empresas dedicadas a la distribución y venta de combustibles. Frente a un incremento en ventas del 17%, las utilidades aumentaron en 45%.
Especialmente bien le fue a Promigas, la compañía que distribuye y comercializa el gas de la Guajira en la Costa Atlántica y cuyo aporte es fundamental dentro de la estrategia de "gasificación masiva" que está apoyando el gobierno.
A su vez, las multinacionales dedicadas a la distribución y venta de combustibles mejoraron su rentabilidad. La notoria excepción fue la Esso cuyo aumento en ventas fue modesto y que vio disminuir sus utilidades de 240 millones de pesos en 1985 a 109 millones en 1986. Al parecer la rentabilidad de la compañía se ha visto afectada--al igual que la de Intercol--por los problemas de Intercor, la empresa de la Exxon dedicada a la explotación de carbón. Aunque teóricamente cada entidad se maneja de manera independiente, es probable que tanto la Esso como Intercol le hayan metido el hombro a Intercor con el fin de aliviar en algo sus problemas.
Por otra parte, es necesario destacar el avance de Codi-Mobil. Si la tendencia de 1986 continúa, la distribuidora de combustibles debería ocupar el primer lugar en su grupo, desplazando de allí a la Esso.

TODO TIENE SU RAZON
Las lineas anteriores constituyen, de manera muy esquemática, un resumen de lo que le sucedió a las 100 empresas más grandes de Colombia en 1986. Como se puede observar, el año fue excelente, con la notable excepción de las empresas mineras que han sufrido pérdidas debido a la situación de los mercados internacionales y de las ensambladoras. Aparte de que en términos de activos, patrimonio y ventas hubo aumentos importantes, el rubro que más se destaca es el de las utilidades. Si se descartan las cifras del Fondo Nacional del Café (cuyo volumen influye significativamente sobre los totales), se tiene que las utilidades pasaron de 3.251 millones de pesos, en la muestra publicada en SEMANA hace un año, a 63.257 millones en esta oportunidad; es decir, un incremento del 1.846%.
Las causas para semejante aumento en rentabilidad son varias. En primer lugar, la bonanza cafetera fue definitiva para aumentar sustancialmente el poder de compra de los consumidores colombianos. Ese hecho le permitió a las diferentes compañías un buen aumento en ventas, superior a los promedios de los últimos años. Sin embargo, hubo otras circunstancias que se conjugaron para que los resultados fueran tan positivos. Por una parte, los índices de inflación y devaluación se mantuvieron en niveles relativamente moderados. En el caso del aumento en los precios, la presencia de buenas cosechas durante el segundo semestre del año hizo que la espiral alcista de los primeros meses de 1986 llegara a su fin, con lo cual la inflación para el año completo se mantuvo apenas por encima del 20%.
Así mismo la devaluación del dólar fue mucho menor que la de 1985, lo cual contribuyó a que el costo de los insumos importados se mantuviera en niveles manejables. Mientras que hace dos años -en pleno programa de ajuste económico -la moneda norteamericana subió un 52% frente al peso, en 1986 lo hizo en 27%.
Como si lo anterior fuera poco, las tasas de interés bajaron sustancialmente durante buena parte del año.
En el primer semestre de 1986, el gobierno saliente de Betancur reguló "por decreto" el costo del dinero, con lo que los intereses sobre los créditos bajaron en cerca de cinco puntos porcentuales. Esto le debió ahorrar a las empresas entre diez y veinte mil millones de pesos en el año. Aun después de que a comienzos del segundo semestre las tasas volvieran a ser liberadas, la liquidez por ese entonces imperante en la economía permitió que las tasas de interés se mantuvieran en niveles similares a los que tenían cuando estaban reguladas.
A esos tres factores anotados se vino a sumar uno más que acabó teniendo incidencia sobre las utilidades de las empresas, por lo menos en términos inmediatos: la reforma tributaria. En efecto, la ley 75 de 1986 cambió las tasas de impuesto tanto para las sociedades limitadas como las anónimas y, en el caso concreto de estas últimas, rebajó la tarifa del 40% al 33% de las utilidades para el año fiscal 1986. En otras palabras, las sociedades anónimas (categoría a la cual corresponde buena parte de las cien empresas) aumentaron sus utilidades en un 11.6% debido tan solo al menor impuesto de renta que se debe pagar como consecuencia de la reforma tributaria.
Ese supuesto regalo del fisco tiene su contraprestación: la reforma prevé el desmonte gradual de la deducibilidad de los gastos financieros que tengan las sociedades. Diferentes análisis al respecto indican que si una empresa mantiene el nivel de endeudamiento constante, a partir de 1990 estaría pagando mayores impuestos de renta debido a que ya solo podría deducir una parte de los pagos de intereses que haga. Esto sucedería, aun teniendo en cuenta que para ese año la tarifa de impuesto a la renta para las sociedades anónimas estaría en un 30% de las utilidades.
El desmonte de ese mecanismo e definitivo para el sector empresaria colombiano. Alternativas que habían sido desechadas hace un tiempo--tal como sucedió con la emisión de acciones--deben volver a ser consideradas ya que a partir de 1986 endeudarse ilimitadamente no tiene los benéficos efectos fiscales de antes.
Aparte de los resultados contables, 1986 fue positivo en un campo definitivo para los colombianos: el empleo. Según Fedesarrollo la mejor situación de la economía dio origen "a un aumento del orden del 6.7% en el total de (trabajadores) ocupados en relación con el año anterior". Aunque ese hecho no fue suficiente para reducir sustancialmente las tasas de desempleo de fin de año -que pasaron de 13% a 12.5% entre 1985 y 1986- fue suficiente para ponerle al freno a una enfermedad que parecía empeorar cada vez más.
El cambio fue especialmente notorio en las grandes empresas. Aunque todavía el empleo en el sector industrial y de servicios no ha vuelto a los niveles anteriores a la recesión de 1982-83, aumentó lo suficiente para ayudar a absorber un incremento del 6% en la oferta laboral en Colombia durante 1986.