Especiales Semana

Marzo 6 de 1621 <BR>La muerte del rey negro

La lucha por la vida y la libertad de este precursor demuestran que la memoria nacional requiere nutrirse de la grandeza de hombres que murieron buscando un espacio bajo el sol.

Javier Ortiz Cassiani*
30 de mayo de 2004

Se le hizo un juicio apresurado por el temor de posibles desórdenes. Benkos Biohó, un negro cimarrón traído de Guinea, líder de los palenques de la Matuna y de los Montes de María, autoproclamado rey del Arcabuco, fue ahorcado en la plaza pública de Cartagena de Indias, por orden del gobernador García Girón, el 16 de marzo de 1621. Seis días después de la ejecución, el gobernador le enviaba una carta al rey de España, con abierto tono autojustificatorio, que de paso revelaba la trascendencia del personaje.

El funcionario lo describía como un negro belicoso y valiente que con "sus embustes y encantos se llevaba tras de sí a todas las naciones de Guinea que había en esta ciudad". El gobernador le recordaba al rey que le había costado más de 200 ducados a la corona y que jamás había sido objeto de ningún castigo, ni él, ni los negros alzados que traía consigo; y se quejaba amargamente por el miedo y respeto que Benkos generaba en toda la población, la zozobra permanente de la provincia por sus cotidianas andanzas y el constante peligro por los ataques de los cimarrones levantiscos que capitaneaba.

Benkos Biohó, también conocido como Domingo Biojó, se trenzó en un combate con la guardia una noche de 1619 a la entrada de la ciudad y fue capturado y llevado ante el gobernador. Según indican las pocas referencias que existen, la guardia, incómoda por la arrogancia del negro, se opuso a que entrara a la ciudad armado como tantas veces lo había hecho. Ese privilegio se le había concedido, luego de que los palenques que lideraba firmaron un acuerdo con las autoridades en el que se les respetaban sus pueblos y se le permitía entrar al recinto amurallado portando armas y vestido a la usanza española, "con espada y daga dorada". La condena contravenía ese acuerdo real; por eso, el tono de justificación de la carta del gobernador.

Búsqueda de la libertad

El lugar que llegó a ocupar Benkos Biohó en una sociedad colonial altamente jerarquizada y con un claro sentimiento de desprecio hacia lo negro fue producto de su constante lucha por la libertad. Luego de tres intentos de fuga que le valieron ser castigado con el difícil oficio de remo en galeras, en 1599 Benkos Biohó alistó unos cuantos enseres, reunió algunas armas, despertó a su mujer e hijos y junto con 13 esclavizados más emprendió el camino hacia la libertad adentrándose en los agrestes paisajes de manglares, ciénagas y pantanos de la Matuna, al sur de la provincia de Cartagena, y luego a los Montes de María.

Una vez los propietarios se percataron de la pérdida, emprendieron de inmediato la búsqueda. Al primer contacto de los perseguidores con los cimarrones resultó muerto Juan Gómez, quien capitaneaba el grupo de 20 hombres armados. Sin tiempo ni siquiera de recoger el cadáver, los hombres de Gómez salieron en estampida a darles aviso a las autoridades. Luego del incidente el gobernador Gerónimo de Suazo y Casasola conformó una milicia mejor armada que tampoco logró capturar a los fugados.

La búsqueda de estrategias de libertad fue un proceso que se desarrolló al unísono con la trata y la implantación de la esclavitud, por lo que, desde muy temprano, el cimarronaje se convirtió en una de las principales formas de resistencia de los esclavizados. Pocos años después del descubrimiento de América, en la isla La Española, la palabra cimarrón que denominaba primero al ganado sin control en los montes y luego al indígena escapado, pasó a convertirse en uso exclusivo para designar a los negros fugados hacia la libertad. Y ya desde 1540, a escasos siete años de haberse fundado la ciudad de Cartagena, aparecía la primera real cédula referente al tema de los negros cimarrones.

Vendrían varios intentos siempre con más hombres y mejores armas, pero a los cimarrones cada día se les sumaban más hombres, con la complicidad del paisaje y su capacidad de movilización, y se hacían imbatibles. Así, Benkos Biohó se proclamaba rey y señoreaba en pantanos, montañas y mangles que lo hacían invencible. Se convertía así en la pesadilla del gobernador, que murió teniendo que soportar la altanería y los atrevimientos del rey del Arcabuco y sin ver reducidos los palenques, que al contrario, como flores de manglar, aparecían por toda la provincia.

Aparte de convertirse en un problema para la estabilidad económica de la región con el asalto de caminos, el saqueo de los cultivos y el cobro de impuestos a los propietarios, los palenques representaban un serio problema para la soberanía del imperio, por las posibles alianzas con las potencias extranjeras enemigas de España, en una época en que las costas del reino eran frecuentemente visitadas por piratas y corsarios.

Un gran caballero

Desde Riohacha hasta Zaragoza, la región se iba llenando de palenques y las autoridades se inquietaban ante la posibilidad de que el contacto entre ellos deviniera en la creación de una confederación de pueblos apalencados. La corona decidió firmar un acuerdo con los liderados por Biohó el 18 de julio de 1605 al comprobar la ineficacia de las medidas militares y por lo particularmente caótico que resultó ser el año de 1604, cuando la libertad de los palenques se convirtió en un atractivo no sólo para los esclavos negros sino también para los esclavos mulatos y los negros libres de Cartagena. Pero la paz sólo se concretó entre 1612 y 1613 bajo la gobernación de Diego Fernández de Velasco.

El acuerdo comprometía a las autoridades españolas a aceptar la condición de libres de los apalencados, a darles licencia para entrar y salir de la ciudad armados con su capitán al frente y a permitirle a Benkos vestir como español. El cronista Fray Pedro Simón dice que "éste andaba con tanta arrogancia que además de andar bien vestido a la española, con espada y daga dorada, trataba su persona como un gran caballero". Los cimarrones se comprometían por su parte a no aceptar en sus palenques a partir de la fecha del acuerdo, un cimarrón más.

Este era el acuerdo que estaba vigente la noche en que el poder se fastidió con Benkos Biohó, como se fastidia el poder con el orgullo del débil, hasta llevarlo a la horca, para ponerle fin a una vida constante de lucha por la libertad.

En la carta al rey, el gobernador informaba que a partir de la muerte de Biohó los negros andaban tranquilos, se notaba el interés por ganarse la gracia de la corona. Pero la legendaria figura de Benkos, dotada de poderes mágicos, inspiró la formación de nuevos palenques; otros aparecieron reclamando su misma bravía, sus mismos títulos y exigiendo el mismo respeto. Para finales del siglo XVII, en la zona de los Montes de María se hablaba de la presencia de 600 cimarrones, que bajo el mando de Domingo Padilla, un criollo cimarrón que reclamaba para sí el título de capitán mientras su esposa Juana adoptaba el de virreina, se oponía con éxito a los intentos de soberanía de las autoridades coloniales.

Benkos Biohó representa para los palenqueros de hoy el referente de la centenaria lucha por la libertad y el reconocimiento. Su rebeldía se transfiguró en las melodías que el desaparecido Paulino Salgado Batata le sacaba al tambor, en el potente gancho de derecha con el que Pambelé sepultaba adversarios en su propio panteón, en el talento natural de Evaristo Márquez y en el pregón libertario con el que las negras, de caderas para engendrar al mundo, ofrecen los frutos de la tierra por las calles de Cartagena ante una clientela que todavía las sigue viendo con mirada exótica. El recuerdo de Benkos Biohó invita a la creación de cimarronajes cotidianos y la construcción de palenques de solidaridad.

La lucha, la vida y la muerte de Benkos nos recuerda hoy, en pleno siglo XXI, que para la construcción de una verdadera e incluyente memoria nacional necesitamos nutrirnos de la grandeza cotidiana de hombres que murieron mientras buscaban un pequeño espacio bajo el sol.



*Historiador