Especiales Semana

Mayo 10 de 1814<br>La derrota del Precursor

¿Qué hubiera pasado en la historia de Colombia si Antonio Nariño no hubiera perdido en Pasto? Apuntes de un día que cambió el nacimiento del país.

Armando Montenegro*
30 de mayo de 2004

Una de las formas ligeras de la historia, popular en otros países, consiste en preguntarse cosas como: ¿qué habría pasado si (What if?) los musulmanes hubiesen triunfado en la batalla de Tours en 732?, a lo que algunos responden que Europa hoy no tendría catedrales sino mezquitas. Se especula, así mismo, que si Washington hubiese sido derrotado (si no hubiera cruzado el Delaware, por ejemplo), no se hubiera dado la Revolución Francesa, porque ésta se precipitó, entre otras cosas, por la ruina del gobierno de Luis XVI a causa de su generoso apoyo a los norteamericanos.

Este tipo de ejercicios no ha sido frecuente en Colombia. Una excepción es la tesis que señala que si Nariño no hubiese sido derrotado por los pastusos en 1814, la guerra de Independencia se hubiera acortado en cinco años y que, además, Bolívar no sería el Libertador. Esta idea fue expuesta por primera vez por el propio Nariño en su Defensa ante el Senado cuando planteó: "¿Sin la traición de Pasto habría triunfado Morillo?"... "No, señores, no...". Esta tesis sería recogida poco después por José Manuel Restrepo, y más adelante repetida, sin mayor discusión, por algunos historiadores tradicionales.

¿Cuáles fueron los antecedentes de lo que sucedió en Pasto en 1814? Ante todo, la situación internacional se había vuelto en contra de la causa de la Independencia. Fernando VII había recuperado el trono unos meses después de la derrota de los franceses en Vitoria en julio de 1813, y se aprestaba a retomar el control de su imperio, algo que, como es natural, animó al bando realista de América. De hecho, ejércitos leales al rey, compuestos por limeños, quiteños y pastusos, habían ocupado a Popayán y a Cali en julio de 1813. Y al estar todo el occidente en manos realistas, el gobierno patriota, concentrado en el centro de Colombia, había quedado amenazado.

Esto alarmó a los independentistas, quienes habían estado distraídos en las crudas disputas de la Patria Boba: por un lado, las Provincias Unidas de la Nueva Granada, una organización federalista encabezada por Camilo Torres, y, por otro, el Estado de Cundinamarca, cuyo presidente era el centralista Antonio Nariño. Ante el temor de una invasión realista, Nariño, ahora con el respaldo de Torres, organizó un ejército, avanzó hacia Popayán, tomó esa ciudad, y durante más de dos meses se preparó para seguir contra Pasto y Quito.

La historia de la captura de Nariño en Pasto es simple. Después de atravesar el Patía (al sur de Popayán), con cerca de 1.400 hombres, ganó las alturas del cañón del río Juanambú, pero sólo después de sufrir grandes pérdidas; luego avanzó por el camino a Pasto, siempre hostigado por guerrillas. Por fin, al frente de parte de su disminuido ejército, se presentó en las afueras de Pasto el 10 de mayo de 1814. Tras combatir durante todo el día, regresó para buscar el resto de sus hombres, quienes, pensando que su general estaba muerto, habían huido. Nariño, entonces, se entregó a los realistas, y menos de 900 sobrevivientes volvieron a Popayán.

Difícil camino

La tesis de que nuestra historia habría sido diferente si Nariño hubiese tenido éxito sostiene, primero, que después de Pasto, Quito habría caído en sus manos; y que, una vez ocupado el sur, habría regresado triunfante al centro y, más adelante, habría ocupado a Santa Marta. Y así se concluye que Morillo no habría podido subyugar a un país unificado, y que, no habría sido necesario que Bolívar liberara lo que ya estaba liberado. Nariño sería el Libertador, no el Precursor.

Esta argumentación tiene, por supuesto, rasgos de insensatez. Es posible que aun si Nariño hubiese ganado en Pasto, de todas formas toda la Nueva Granada hubiera caído en poder de los realistas. En primer lugar, no es obvio que, después de Pasto, Quito hubiese sido tomada por Nariño. Su ejército era débil, tenía divisiones internas y Nariño no era un militar muy competente (aunque valiente, según todos los testimonios). Por otra parte, Quito no era tan vulnerable como sugieren algunos, porque estaba rodeada por baluartes realistas: al sur, el arrogante virreinato del Perú; al norte, aunque hipotéticamente en manos patriotas, las hostiles poblaciones de Pasto y del Patía; y más cerca, las combativas Cuenca y Guayaquil.

Pero, aun si Nariño se hubiese tomado a Quito, la estabilidad de su gobierno habría sido muy frágil. En primer lugar, para controlar los focos realistas del sur habría tenido que mantener parte de sus tropas en Pasto y Popayán, algo que habría debilitado su capacidad en el norte. En segundo lugar, nada permite asegurar que si Nariño hubiese regresado victorioso a Santa Fe, éste no se hubiera desgastado por las predecibles confrontaciones con los federalistas. Su pleito con ellos, después de todo, sólo había quedado en suspenso con la campaña de Pasto, y seguramente se habría reanudado.

Tampoco queda claro cómo los patriotas, distraídos en el control territorial y con sus líderes divididos, hubiesen podido derrotar a Santa Marta, baluarte español con apoyo de los realistas venezolanos.

Por último, aun si se hubiesen dado todas las condiciones, nada permite asegurar que los patriotas hubiesen podido impedir la Reconquista de Morillo quien, sin una cabeza de playa en Santa Marta, de todas maneras habría penetrado con un fuerte ejército en la Nueva Granada, entre otros sitios, por Cúcuta o por Riohacha.

Hechos reales

En lugar de pensar en lo que hubiese podido ser, es más útil señalar lo que sí sucedió. Con la derrota de Nariño se eliminó al más destacado de los ejércitos granadinos de las guerras de Independencia, algo que aseguró que las grandes batallas fueran comandadas, más adelante, por generales venezolanos, en las cuales los colombianos, con excepciones como las de Santander y Córdoba, tendrían un papel relativamente secundario.

Por otra parte, con la prisión de Nariño y los fusilamientos que ordenaría Morillo se eliminó a toda una generación de dirigentes, de tal forma que la conducción de la causa de la República en la Nueva Granada pasó a hombros de Santander y, luego, a los de un grupo de jóvenes abogados y militares cuyo momento estelar ocurriría sólo después de 1830 (entre ellos Obando, Márquez, Mosquera y J.H. López).

Por último, con su victoria, la provincia de Pasto tomó confianza, formó sus líderes (entre ellos el legendario Agustín Agualongo), fogueó sus milicias y así se preparó para una enconada lucha contra los patriotas que duraría casi otros 10 años.



*Economista, autor de "Una historia en contravía: Pasto y Colombia", Bogotá, El Malpensante Editores, 2002.