Especiales Semana

¿Será que sí pierde?

Con o sin 'Fahrenheit 9/11', la reelección de Bush, que parecía asegurada hace un año, hoy está en serio peligro. ¿Qué opinan los expertos?

11 de diciembre de 1980

Independientemente de la cruzada de Michael Moore para que pierda las elecciones, por estos días el presidente estadounidense George W. Bush debería tener motivos para celebrar. Logró cumplir con el traslado de poder iraquí en la fecha presupuestada y el mundo entero vio al dictador Saddam Hussein frente al tribunal que lo juzgará por sus crímenes.

No obstante, en la carrera para su reelección presidencial la suerte no le sonríe. A tan sólo seis meses de las elecciones la última encuesta contratada por el diario The Washington Post y la cadena ABC revela que el precandidato demócrata John Kerry está un poco por encima, con 48 por ciento de intención de voto frente al 47 por ciento del actual Presidente.Un dato preocupante es que menos del 50 por ciento de los norteamericanos aprueban la gestión de Bush como Presidente a cinco meses de las elecciones. Todos los presidentes que en un año electoral no superan este 50 por ciento en el mes de julio han perdido su reelección.

Bush venía registrando puntajes mediocres en los temas económicos desde hace un tiempo y algunos le auguraban la misma suerte que la de su padre, quien ganó la guerra pero perdió las elecciones por descuidar la economía. Pero esas preocupaciones parecían entonces exageradas, pues los índices de aprobación de Bush hijo eran altísimos en los aspectos prioritarios para un electorado aún aterrado por el 11 de septiembre de 2001. La ilusión de una rápida toma de Bagdad y el anuncio del final de los enfrentamientos lo hacían ver como la mejor opción para enfrentar la amenaza terrorista y los problemas de seguridad nacional. Hace un año, pensar que Bush podía perder las elecciones era como pensar que hoy en Colombia Álvaro Uribe vaya a perder la suya.

Todo eso cambió. En las últimas semanas se desvaneció la ilusión de misión cumplida y la campaña militar en Irak se fue saliendo de madre. Cada día llegan más soldados muertos en atentados de guerrillas, hasta el punto que los caídos tras el parte de victoria de Bush superan con creces a los muertos durante las principales operaciones militares.

Para completar, en los últimos meses se fueron desenterrando toda clase de escándalos relacionados con la guerra. Primero fueron las fotos de las torturas a los prisioneros iraquíes en la prisión de Abu Ghraib. Estas acabaron con la poca credibilidad que tenían unas tropas invasoras que se proclamaban salvadoras de un pueblo maltratado y defensoras de la democracia y los derechos humanos. Bush trató de convencer a la opinión pública de que las torturas eran culpa de unas cuantas manzanas podridas en el ejército, pero el escándalo tomó nuevas proporciones hace un par de semanas cuando se filtró un documento del Pentágono que probaba que el propio secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, había autorizado, al menos temporalmente, varias de esas prácticas de tortura.

Por la misma época la comisión independiente que investiga el 11 de septiembre concluyó que Bush había mentido al asegurar que existía una relación entre Hussein y los terroristas de Al Qaeda. Y como si todo esto fuera poco, se volvió evidente que el supuesto traslado de soberanía al gobierno de Irak resultó más teórico que real. El mismo número de efectivos militares estadounidenses sigue haciéndose cargo de la seguridad del país y el presidente elegido por los norteamericanos es un ex agente de la CIA. Nadie, ni en Estados Unidos ni en Irak, piensa que Irak sea hoy un país soberano.

La suma de todas estas cosas explicaría por qué en la encuesta publicada por The Washington Post sólo el 39 por ciento describe a Bush como "honesto y sincero" mientras que 52 por ciento cree que Kerry lo es. Y aún más impresionante que esto es que el pesimismo frente a Irak es tan grande en Estados Unidos, que por primera vez una encuesta de CNN y Gallup reveló que la mayoría de la población piensa que la guerra fue un error.

Si se tiene en cuenta que el fuerte que tenía Bush era su imagen como el presidente que podría ganar la guerra contra el terrorismo, habría que llegar a la conclusión de que en ese frente las cosas se le están complicando bastante. En cambio, paradójicamente la economía, que siempre había sido su debilidad, estaba dando señales de recuperación que permitían esperar una reelección a pesar de los descalabros de Irak. Todo eso también está cambiando.

Los últimos partes y datos económicos no han llenado las expectativas de los analistas, que en general esperaban indicadores que fundamentaran sus proyecciones de crecimiento por encima del 4 por ciento anual. En junio se crearon en Estados Unidos 112.000 empleos, menos de la mitad de lo previsto por el mercado, con lo cual el índice de desempleo se mantuvo por tercer mes consecutivo en el 5,6 por ciento de la fuerza laboral. A eso se suma el menor ritmo en la actividad del sector manufacturero y del sector servicios, además de la revisión a la baja del Producto Interno Bruto en el primer trimestre, de 4,4 por ciento a 3,9 por ciento anual.

Estos malos datos pueden ser coyunturales y no es imposible que la tendencia cambie. Pero ya no es tan seguro como antes. Y ante el desastre de Irak, los resultados económicos para que Bush sea reelegido tienen que ser bastante espectaculares. "Si no hay un crecimiento dramático en el empleo Bush va a perder", vaticinó a SEMANA Bruce Altschuler, experto en campañas presidenciales de la Universidad Oswego de Nueva York.

Siempre se había sabido que la reelección de Bush dependería de la guerra en Irak y de la economía. Inicialmente se pensó que los resultados de la guerra serían fantásticos y los de la economía, regulares, y con eso ganaría. Luego se llegó a la conclusión de que la guerra era la regular pero que la economía sorprendentemente despegaba, y en esas circunstancias también podría ganar. Ahora la percepción es que Irak resultó una catástrofe y que la economía no será un cañón. Con esa ecuación la situación de Bush se ve cuesta arriba.

Obviamente nada está cantado y el resultado de la elección podría depender de eventos externos a las campañas. Si poco antes de las elecciones capturaran a Osama Ben Laden es seguro que Bush ganaría. La gran incógnita es qué sucedería si de aquí a las elecciones vuelve a darse un atentado terrorista de la dimensión de las Torres Gemelas. El gobierno de Estados Unidos anticipa dicho atentado y ha alertado a la ciudadanía al respecto. Tradicionalmente en los momentos de graves crisis las masas rodean a los presidentes. Sin embargo, en el mundo de Fahrenheit 9/11 ya nadie se atreve a hacer pronósticos.