Especiales Semana

Sucedió hace 25 años

En 1968, una generación creyó que cambiaría el mundo. ¿Qué pasó con esos sueños? SEMANA evoca y analiza esa época con sus protagonistas.

12 de julio de 1993

EN LA CALLE 60 DEL SECTOR COMERCIAL DE Chapinero en Bogotá, el olor a comida de las ventas callejeras se mezclaba con el inconfundible aroma del humo de la marihuana. En el Palacio de San Carlos, entonces sede del gobierno, Carlos Lleras Restrepo manejaba al país con férrea autoridad. En los predios de la Universidad Nacional, la fiesta de la pedrea estudiantil y los gases lacrimógenos de la Policía, se prendía casi todas las semanas. En el Capitolio, en medio de candentes debates, los congresistas sacaban adelante la reforma constitucional. En el monte, una guerrilla que todavía no había decidido convertirse en negocio, entrenaba a decenas de jóvenes y emboscaba a otros tantos por los caminos.
Los intelectuales colombianos y latinoamericanos devoraban con asombro y sin pausa, las páginas fantásticas de Cien Años de Soledad. Desde el Vaticano, el Papa preparaba su visita a Colombia, mientras el vigoroso alcalde Virgilio Barco convertía de la noche a la mañana a Bogotá en una ciudad moderna, y el canciller Germán Zea se caía de su puesto porque un libre pensador como él no podía encabezar la recepción a Su Santidad. En la emisora Radio 15, Alfonso Lizarazo estrenaba las últimas composiciones de los Beatles y los Rolling Stones, y lanzaba al estrellato a Harold, Oscar Golden y los Speakers. Una crítica de arte argentina llamada Marta Traba, escandalizaba con sus severos juicios sobre quién valía y quién no en el arte nacional, y con sus opiniones políticas lograba por momentos sacar de juicio al propio presidente Lleras.
El país hervía de agitación. Pero no tanto como el mundo. En las paredes del barrio latino de París, los universitarios franceses declaraban con agresivos graffitis que estaba "Prohibido prohibir" inauguraban la liberación sexual con el lema de "Amaos los unos encima de los otros", y con sus gigantescas manifestaciones ponían a temblar al líder francés más importante del siglo, al papá de todos los franceses desde la Segunda Guerra Mundial: el general Charles de Gaulle. En Londres, el rock, el LSD y la cultura sicodélica se habían tomado, aparentemente para siempre, las calles y parques por los que antes sólo se paseaba el flemático inglés de sombrero de hongo y paraguas. En la Universidad de Columbia, en Nueva York, el líder de los huelguistas ponía sus sucias botas y sus bluyines sobre el antiquísimo escritorio del rector, y desde ese despacho daba ruedas de prensa, posaba para los fotógrafos, clamaba por el retorno de los soldados norteamericanos de Vietnam y se preguntaba quiénes y por qué demonios habían asesinado a Martín Luther King y a Robert Kennedy. Otro tanto sucedía en decenas de campus norteamericanos, y en las calles de Ciudad de México, donde los estudiantes y los obreros se juntaron después de una sangrienta refriega con la Policía y le preguntaron al presidente Díaz Ordaz, quien se preparaba a inaugurar los juegos olimpicos, "¿cómo puede darle la bienvenida a los deportistas de todo el mundo, mientras le responde a bala a los mexicanos que quieren hablar con usted?". Al otro lado de la cortina de hierro las cosas no estaban más tranquilas. En la hermosa ciudad de Praga, en Checoslovaquia, los tanques soviéticos enviados desde Moscú por Leonid Breznev, aplastaban a sangre y fuego el primer y último intento por construir un socialismo con rostro humano. Y en las ciudades de la China comunista, Mao ordenaba a los jóvenes -que recitaban impecablemente uniformados el "Libro Rojo"- arrasar con todo lo que quedara del viejo régimen burgués, incluidas sus expresiones culturales y científicas. Curiosamente mientras Mao reprimía en su inmenso país, en Europa se convertía en un nuevo Dios, en un símbolo libertario.
Cualquiera que se asomaba a las páginas de los periódicos tenía la sensación de que, una vez terminara 1968, nada volvería a ser como antes. Los jóvenes, que se habían declarado en rebeldia contra lo establecido porque estaban convencidos de que al paso que iban las cosas no habría salvación, creyeron, por un momento, que ellos mismos podrían ser la salvación.
En medio de la desesperanza, había surgido un nuevo sueño. Nadie sabía muy bien cuál era, pero todos creían tener una respuesta. Unos se creían profetas. Otros, redentores. Unos tenian la certeza de que, al igual que lo había propuesto Cristo, el pelo largo, la barba, las sandalias, el desprecio por el dinero y el anuncio de una nueva era de solidaridad, hermandad y paz, eran el camino. Otros pensaban que tanta resistencia pasiva no conducía a nada, y que había que empuñar las armas, derrumbar lo establecido e imponer un nuevo orden en el cual la libertad se alcanzaría por la vía de la igualdad económica. Otros más, los menos optimistas, habían descartado ya que la salvación pudiera alcanzarse en este mundo, y habían tomado la decisión de huir a toda costa, de escapar en viajes al asombroso mundo del ácido lisérgico, que muchas veces no tuvieron regreso.
Todos ellos tenían en común el creer que por esos caminos se podía alcanzar el mayor, más perseguido y más inalcanzable de los sueños del hombre: la felicidad. Cada libro podía contener la fórmula mágica: la Biblia, El Capital de Carlos Marx, El Hombre Unidimensional de Marcuse, La Náusea de Sartre, El Extranjero de Camus. Colombia tuvo sus propios profetas: los nadaístas Gonzalo Arango y Jotamario Arbeláez encabezaron un movimiento cuya misión exacta era la de no dejar un solo ídolo en su pedestal.
Y eso era justamente lo que sucedía por todos lados: se derrumbaban los ídolos, y surgían nuevos.
La palabra de moda era "Revolución", un término al cual le cabían tantas definiciones como cerebros humanos había en el planeta. Esa revolución estaba tan anunciada y su advenimiento lucia tan inminente, que parecía imposible que su llegada fuera a tardar más que unos cuantos días.
¿Qué pasó entonces? ¿Por qué nunca llegó? ¿O acaso sí llegó pero fue tan diferente que nadie pudo identificar lo sucedido con lo que se había pregonado en 1968? ¿Qué pasó en aquellos días maravillosos? ¿Una crisis del pensamiento? ¿Del Estado como institución política? Quizás un poco de todo.

PRINCIPIO O FIN
Veinticinco años después, la perspectiva que dan los años permite comenzar a evaluar todo esto, después de más de dos décadas de limitarse a las evocaciones y a la nostalgia. El panorama de lo que ha sucedido en el mundo contrasta duramente con el sueño profetizado.
La droga dejó de ser el símbolo de una nueva liberación, y se convirtió en el más sangriento y trágico de los negocios, en especial para países como Colombia, que fueron arrastrados por el huracán del narcotráfico y el narcoterrorismo, y que vieron cómo de la paz y el amor de la marihuana, se pasó a la guerra y al odio de los carteles y los dealers.
El muro de Berlín se vino abajo, y a las nuevas rebeliones de Europa oriental no le sobrevinieron los tanques sino la tortuosa construcción de sociedades de mercado. Al colectivismo y al igualitarismo los barrió un nuevo individualismo competitivo. Y a la crisis del Estado, la única en la cual parecieron acertar los soñadores de 1968, no sobrevino el anarquismo, sino el neoliberalismo. No se cumplió, entonces, aquello que el pensador Proudhon decía. Para él, una vez se terminara con la propiedad privada -origen de la opresión- y con el Estado -instrumento de dicha opresión- el mundo viviría el "feliz anarquismo".
No fue eso lo que sucedió. En realidad no era posible que el Estado desapareciera de la noche a la mañana, mucho menos en un mundo como el que se vivía en ese momento. Casi a diario nacían nuevos Estados en Africa, Asia y las Antillas. Y los gobiernos de las grandes potencias habían acumulado tal arsenal nuclear, que estaban en capacidad de destruir el planeta siete veces. La liberación anarquista era, pues, un sueño irrealizable. En contravía de ese sueño, surgió el planteamiento más aterrizado de los nuevos economistas que aparecieron poco después, para los cuales lo ideal no era echar a la basura al Estado sino limitar sus poderes. De esa forma, además, el hombre podría llegar a recuperar su libre iniciativa, que había perdido por tanta lucha colectivista. Porque en ese momento, en ese recordado 68, los sueños eran colectivistas. Tanto que para alcanzarlos, en la China los jóvenes se vieron en la obligación de llevar uniforme. Y una libertad con uniforme no es libertad.
Lo que si provocó ese agitado año 68 fue el comienzo del fin del estatismo llevado al extremo. En Inglaterra, el Welfare State encontró sus primeros críticos. En Colombia, el centralismo a ultranza y el concepto de que para cada problema había que crear un instituto, alcanzó límites increíbles. En Brasil, el gigantismo estatista hizo pensar a sus gobernantes que el Estado era tan poderoso que hasta podía construir una nueva capital en la mitad de la selva.
En fin, mientras se daban muestras por doquier de un afán desenfrenado de estatizarlo todo, surgieron los primeros cuestionamientos sobre si era conveniente dejar crecer más a ese gigante. Y es que eran tantas las ganas del Estado de controlar, de crecer, de operarlo todo, de girar y girar... que llegó el momento en que comenzó a girar sin fondos. Si a finales del siglo XIX, los excesos individualistas del capitalismo a ultranza despertaron una reacción que quiso hacer más humano el laissez-faire, con lo cual el Estado comenzó a ser visto como el árbitro que debía intervenir para cortar de un tajo esos excesos, hacia 1968, ese Estado se había vuelto tan fuerte y poderoso, tan agobiante y omnipresente, en Europa oriental y también en los países occidentales, que sobrevino una rebelión contra esa autoridad estatal, que en un principio se identificó como antesala del anarquismo, y al final, años después, derivó en un regreso al libre mercado, a la libre iniciativa privada.

LO INOLVIDABLE
Es probable que esta forma de ver lo sucedido en 1968 le resulte ajena a muchos de sus protagonistas. Finalmente, fueron ellos quienes soñaron y no todos están dispuestos a reconocer el desencanto. Otros sí lo están y parecen estar descubriendo nuevas claves. Como le dijo Gabriel García Márquez a SEMANA, "lo que me viene a la memoria cuando pienso en el 68, no es tanto la revuelta de París como los tanques soviéticos reprimiendo la primavera de Checoslovaquia. Y con la perspetiva de estos 25 años, lo que me pregunto es si no fue en el 68 cuando se empezó a caer el muro de Berlín".
En efecto, fue el año durante el cual muchos muros comenzaron a caer. Pero no eran precisamente los que creían estar tumbando los protagonistas de entonces. ¿Quiere decir esto que los sueños de 1968 fueron sueños fallidos? No necesariamente. Como toda coyuntura de crisis y de cambio, fue un año de inmensa e intensa creatividad. Fue mucho lo que cambió en la música, la literatura y las artes plásticas. Fue el nacimiento de nuevas corrientes filosóficas, aunque quienes comenzaron a pensarlas nunca imaginaron que terminarían donde terminaron. Por esa razón, los protagonistas de aquellos días, los que salieron a gritar a las calles, se dejaron crecer el pelo y soñaron con cambiar el mundo, no deben solo recordar ese año con nostalgia, ni caer presa del desencanto, sino aceptar que aunque lo que se soñó no se pareció luego a lo que se hizo, fue un momento vibrante cuyos recuerdos ya nadie les podrá robar.

CESAR GAVIRIA PRESIDENTE DE LA REPUBLICA
"A mi juicio mayo de 1968 fue, en el fondo, el resultado de la rebeldía de los jóvenes contra el Plan de Desarrollo, contra la tecnología, contra la modernización y la industrialización. Durante años, lejos ya de los rigores y las humillaciones de la guerra, de lo que significó para su unidad nacional, Francia emprendió el sueño de la industrialización con no poco éxito. Por otra parte, para los jóvenes europeos. el sueño marxista había sido aplastado por los tanques soviéticos. La política francesa, en 1968, estaba atrapada, sobre todo, al interior de esas cuatro palabras: Plan, industria, modernidad, tecnología. Y la lucha de mayo de 1968 propuso darle aire a la política, entendida ésta como la síntesis de la vida colectiva. Y el sueño consistía en abrirle puertas al paso de la imaginación, la crcatividad, la alegría y la libertad".

GABRIEL GARCIA MARQUEZ ESCRITOR
"Era el primer año de circulación de Cien Años de Soledad. Mi sueño de entonces era ser capaz de mantener el nivel, de hacerme a una disciplina, a una forma de vida que me permitiera mantener ese nivel alcanzado con Cien Años. Y bueno, lo logré. Nunca, ni entonces ni después, pensé en ser otra cosa que lo que he sido. He seguido una línea recta, coherente. Ahora, en ese año estaban pasando muchas cosas en el mundo. Casi todos recuerdan los sucesos de mayo en París. Pero lo que me viene a la memoria no es tanto París, como Checoslovaquia, los tanques soviéticos. Y con la perspectiva de estos 25 años, lo que me pregunto es si no fue en el 68 cuando se empezó a caer el muro de Berlín".

JUAN GOSSAIN PERIODISTA
"Yo era un muchacho que vendía arroz por los pueblos del Sinú, y mi contacto con toda la revolución juvenil se dio gracias a un conductor costeño que viajaba frecuentemente entre mi puehlo, San Bernardo del Viento y Cartagena, vendiendo arroz en un viejo camión. El siempre me traía revistas extranjeras, y en una de las tantas que me regaló, se encontraba una argentina llamada Gente. En ese ejemplar había un escrito de Julio Cortázar sobre el fenómeno comunicativo del grafiti en la juventud francesa, y recuerdo que reprodujo el mejor de toda la historia: 'Prohibido prohibir'. Para mí esa época es más poética que revolucionaria, porque un clavel en la boca de un fusil sólo puede ser poesía"

RUDOLF HOMMES MINISTRO
"En ese año, yo andaba leyendo a Thoreau y sus tratados sobre la desobediencia civil. Lo que pasa es que yo siempre he sospechado del Estado, no importa su color político. Muchos de mis compañeros de generación creían equivocadamente que había que cambiar el Estado que teníamos por uno estalinista. Yo, que siempre he sido un liberal, lo que prefiero es que el Estado no sea muy grande, para que no sea muy abusivo".

ERNESTO SAMPER PRECANDIDATO
"Era una época de sobresaltos espirituales: los Beatles, Daniel Cohn, Bendit en París, el hombre conquistando la Luna, y en todas partes un ansia infinita de libertad y de vida. Los sueños de entonces fueron aplazados y desplazados por el consumismo, por los estereotipos y por las ideas neoliberales que convirtieron las luchas por las identidades de entonces en un simple problema de mercado. Pero la gente de hoy quiere volver a ser, volver a pensar, volver a sentir. En esta búsqueda los jóvenes ya no estarán en las calles tirando piedras o bajo las melenas de los músicos. Estarán luchando en una actitud mucho más individual".

HUMBERTO DE LA CALLE PRECANDIDATO
"Ese fue el año de los grandes sueños. En Manizales, una de las ciudades más conservadoras del país, los jóvenes -algunos como yo, metidos a nadaístas- irrumpimos con toda clase de iniciativas. Eramos política y culturalmente muy activos, como lo demuestra el alto grado de militancia y el fervor alrededor del Festival de Teatro. Las noches eran largas, las discusiones también. Y había mucha poesía. Todos éramos poetas. Con el tiempo, el sueño dio paso al desencanto, pero nadie podrá robarnos nunca esos años, que fueron sobre todo de una gran creatividad".

JOTA MARIO ARBELAEZ POETA
"Era uno de los comandantes de la revolución celeste. Preparaba en Colombia el advenimiento de la nueva poesía, anunciada y propiciada por el Nadaísmo, poesía que no llegó sino que se devolvió, porque los nuevos poetas ni pudieron ni quisieron encartarse con tamaño desafío. Era un profeta caminante con puntillas en la sandalia, enrumbado hacia los más altos parámetros del amor y del absoluto por obra y gracia del ácido lisérgico dietilamida,LSD, la santidad dilapidada. En ese tiempo, también proclamábamos nuestro amor a la 'yerba' porque haciamos el amor sobre el pasto y afilaba mis sueños hacia el reino de la utopía, de la que nunca reniego".

LAURA RESTREPO PERIODISTA
"Ese aire de protestas y de cambios lo viví un año después. Cuando salí de la universidad de los Andes y me fui a la Nacional. Ahí sí el revolcón fue tremendo. Participé en movimientos estudiantiles, salí a las calles a gritar consignas revolucionarias, me aprendí de memoria los libros de Trotsky, en fin, me llegó todo el viento de la izquierda. Pero estaba más empapada de lo que sucedía en Angola que de lo que pasaba en Colombia. Eso es algo que aún lamento. Y hay que aceptar que los sueños de esa época nunca se cumplieron. Nuestra generación no fue capaz de lograr sus ideales. La vida nos dio muy duro, y tuvimos que aprender a las malas a ser más tolerantes y aterrizados".

BENJAMIN VILLEGAS EDITOR
"Lo que pasó en Europa en el 68 ocurrió en Colombia en el 71. Mi vida bohemia arrancó por esa época cuando tuve contacto con todos los artistas que ilustraban una revista que yo editaba. Y con Juan Escobar López y Enrique Santos Calderón, entre otros siete amigos, creamos un fenómeno cultural, artístico y de comunicación que se llamaba El Templo. Eran 17 casas que arrendamos detrás del hotel Hilton. Todas las intercomunicamos por medio de túneles. Dentro de ellas había bibliotecas, salas de meditación, tertuliaderos, talleres de arte y una gran discoteca. Ese fenómeno sólo duró un año porque el tráfico de droga se volvió imparable y decidimos clausurar para siempre EL TEMPLO".

NOEMI SANIN CANCILLER
"Yo acababa de entrar a la Universidad Javeriana y mi gran sueño era llegar a convertirme algún día en magistrada de la Corte Suprema de Justicia. Pero lo que sucedió fue que estuve a punto de perder el cupo en la facultad. Cuando inicié mi vida universitaria, me enrolé como miembro del grupo revolucionario El Ocaso. Participé activamente en manifestaciones, marchas y conferencias con un espíritu altruista, un espíritu propio del 68. Eso colmó la paciencia del padre Giraldo y casi logro que me echaran de la universidad. La mujer de entonces es hoy 25 años después, la misma y mi sueño sigue intacto. Aún hoy busco entusiasta lograr todas las metas que me impongo".

RAFAEL HUMBERTO MORENO DURAN ESCRITOR
"En el 68 se vivió la última utopía del siglo XX. Y nosotros, los jóvenes de entonces, representábamos esa utopía. Eramos inocentes, pensábamos en términos universales, disfrutábamos del cine, la música, el teatro, las tertulias... Yo era estudiante de la Universidad Nacional y hacía parte del Comité Acción Cabeza de Turco, que reunía jóvenes contestatarios. Una de nuestras acciones consistió en tomarse el Ministerio de Defensa, pero el Ejército se nos adelantó. Yo era de los de izquierda, de los de pelo largo, de los que soñaban con los grandes cambios sociales. Pero me decepcioné muy rápido. De hecho, una de las cosas que me dejó el año 68 fue que nunca voví a creer en el poder".

CESAR GONZALEZ PRESIDENTE DE ASOBANCARIA
"Milité en la Unión Revolucionaria Socialista. Creía firmemente que la mejor opción para el país era un sistema de izquierda. Tenía 20 años y estudiaba economía en la Universidad Nacional. Participé en protestas callejeras, me enfrenté en varias ocasiones a la fuerza pública y hasta más de una vez visité la cárcel por revoltoso. Pero al poco tiempo llegó el desencanto. Fue evidente que la estrategia política que defendíamos no conducía a ninguna parte. Muchos de mis amigos murieron en la guerrilla. Algunos fusilados y otros en combate. Me di cuenta, entonces, de que era una lucha inútil. Ahora sigo siendo progresista, pero utilizo otros instrumentos para hacer realidad mis sueños".

ASENET VELASQUEZ GALERISTA
"En el 68 me importaba la política, ahora no. En el 68 leía cuanto libro llegaba a mis manos, ahora sólo leo historia. En ese año pertenecía al partido comunista, me vestía totalmente de negro, defendía la revolución cubana, era ferviente seguidora del Ché... Ahora sólo me interesa el arte. En el 68 tenía 25 años y mi gran amiga era Marta Traba. Con ella iba a cineclubes, teatros, librerías. A escondidas, claro, porque en mi casa me prohibían esas reuniones y me escondían la ropa para que no saliera. Sin embargo, cuando me di cuenta de que el arte se estaba convirtiendo en un panfleto, tomé distancia de todo y me alejé. Quizás la gran herencia que me dejó el 68 fue aprender avalorar a las personas".

JUAN MANUEL SANTOS MlNISTRO
"Yo viví el 68 haciendo flexiones, trotando con un fusil al hombro y estudiando cálculo diferencial. Era un cadete de la Escuela Naval de Cartagena. Mi hermano Enrique se encontraba en ese momento en París y su obsesión era el marxismo, Sartre y Marcusse. Yo en mis condiciones castrenses solo podía añorar su posibilidad de protesta y le tomaba el pelo sobre la ingenuidad y el romanticismo de sus ideales. Porque mi gran sueño era que un guardamarina que me tenía bronca se graduara lo más pronto posible para que me dejara en paz. Durante una época que para muchos significó el cambio, para mí significó adquirir un gran sentido de la disciplina, que hasta hoy me ha servido".

PABLUS GALLINAZO PUBLICISTA
"Si en el 68 pensaba que era necesaria una revolución, ahora pienso que el hombre necesita una reevolución. Ese fue un año de mucha neblina, de la cual sólo quedan tumbas. La del Ché, la de Allende, la de Galán... Nuestro país está construido sobre muchas tumbas. Nunca antes, como en ese año, se respiró tanta libertad. Recuerdo que me hice pasar por peregrino filipino ante una familia que me acogió con motivo de la visita del Papa Paulo VI a Bogotá. Me gustaría resucitar el espíritu de esa generación. Pero las cosas han cambiado. Y sólo hasta hoy me doy cuenta de la importancia del 68. Reconozco, ahora que no soy importante, lo que significó haber pertenecido a esa generación. Sin embargo, ahora espero menos milagros que antes".

FANNY MlKEY ACTRIZ
"Fui una rebelde con causa. Me gustaba descrestar a la gente haciendo cosas no convencionales, porque no creía en la prohibición. Fui la primera mujer en posar desnuda para una revista colombiana y el escándalo que produjo esta foto todavía se recuerda. También se habló mucho de las obras rebeldes que presentamos en teatro, de la moda que impusimos y de la libertad con la que llegábamos a un bar de hombres. Todo esto fue mal visto, pero en el fondo la gente reconocía que sentíamos identidad. Fue una época especial. Y no sólo era un reflejo de lo que pasaba en el mundo. Fue el resultado de una generación que quería ir más allá y descubrir nuevas formas de ver la vida. Yo lo logre a través del arte".

PEPE SANCHEZ ACTOR
"De esa época sólo quedan recuerdos. Las intenciones y esos anhelos de independencia económica y cultural quedaron relegados, derrotados... Hoy nadie habla de esto. Sólo queda el recuerdo de un grupo de jóvenes con una voluntad común: recuperar la cultura. Eso sería, de alguna forma, lo que quisiera rescatar del 68. Sólo queda el recuerdo de los sueños que podían llegar a ser realidad. Sigo siendo soñador, pero hoy miro el acontecer diario con mayor escepticismo. Del 68 me queda el recuerdo de un clásico latinomericano, El Chacal de Nahueltoro, una película que rodamos con Miguel Littín, en Chile. Queda el recuerdo de varios documentales, tres largometrajes y un corto sobre Pablo Neruda... Nada más".

ALFONSO LIZARAZO ANIMADOR
"Yo creo en el 68 y de él guardo los mejores recuerdos. En esa época protestamos con música, cambiamos al bolero y al cha-cha-chá por el rock y la salsa. Radio 15, la primera emisora del país, que yo dirigía, fue el espacio que nos permitió llevar nuestro mensaje de cambio. Muchas veces nos vetaron, pero no nos dimos por vencidos. Era una lucha que había que dar. Y la hicimos. A mediados de los 70 todo empezó a cambiar. Llegó la droga y con ella los excesos. Entonces la gente de los maravillosos años 60 empezó a mirar hacia otra parte. Había que buscar dinero y ser alguien en la vida. Había llegado la hora de trabajar para vivir y no vivir de la alegría de la vida".

JULIO Y ALVARO PAEZ HUMORISTAS
"Estábamos aislados de toda la corriente juvenil. No había sueños relacionados ni con la paz, ni con el amor, ni mucho menos con la revolución. Nuestro único sueño era que el 'Show del genial Alvaro Páez' creciera cada día más. Era uno de los primeros programas cómicos, y por primera vez en la televisión los comerciales estaban dentro del libreto. Y aunque en un comienzo muchas empresas empezaron a pautar en el programa, llegó el día en que ninguno nos pagó un sólo peso. Todo esto pasó porque Alvaro salió imitando al presidente Carlos Lleras. El decía que 'tenía pruebas fehacientes del Dane que le informaban a la Presidencia que Fab sí quitaba las manchas'. Al otro día nos quitaron la licencia y el programa se acabó".

CARLOS TORRES PRESIDENTE DE PRONTA
"Pensábamos cambiar el mundo. Eso estaba en nuestras manos. Luchábamos contra una pobreza disfrazada de injusticia social. Durante mi vida universitaria fui un miembro bastante esotérico del Comité Interuniversitario Distrital y promoví las luchas estudiantiles. De hecho, participé como líder en la primera marcha javeriana para exigirle al presidente Carlos Lleras reanudar las actividades de la Universidad Nacional. También fuimos la competencia política del grupo de izquierda de los Pizarro. Pienso que los sueños del 68 continúan intactos. Estoy convencido de que esa generación movió al país y logró crear uno totalmente distinto. Hoy Colombia es otro país. Un país de oportunidades".

MARIA TERESA HERRAN PERIODISTA
"Fui bastante zanahoria. Aunque nadie lo crea, yo no probé nunca marihuana, pero no por moralismo. En aquellos años era muy idealista. Tenía inquietudes intelectuales y hasta escribía en El Siglo en la llamada Columna Estudiantil. (Ahora pienso que escribir en un diario tan conservador fue un pecadillo de juventud). Admiraba mucho la revolución cubana y al Ché, pero era una admiración cerebral, más que sentimental. Pienso, de todas maneras, que mi vida hubiera sido diferente si hubiera participado más de esa época. Uno cree que los años 60 fueron maravillosos, y que la juventud de hoy no tiene ideas. Eso no es así. Gran parte de la generación del 60 no leyó. 25 años después creo que sigo siendo consecuente ideológicamente".

ANTONIO NAVARRO CANDIDATO
"Yo era alumno de la Universidad del Valle y en ese año hicimos un movimiento contra la presencia de los llamados Cuerpos de Paz, que eran jóvenes norteamericanos enviados a nuestros países como parte de la Alianza para el Progreso. Los gringuitos se volvieron, con su 'Boca de chicle', para su tierra. Hoy recuerdo con nostalgia esos días de enorme actividad. Mi visión del país cambió después de las jornadas estudiantiles del 71. Ahí nació mi compromiso con el cambio de esta sociedad. De no haber sido por ellas sería un próspero ingeniero, barrigón y lleno de hijos, con una exitosa compañía. Afortunadamente no fue así, y todavía sueño con cambiar este país".

CIAUDIA BLUM SENADORA
"Aunque mis padres eran muy conservadores yo resulté ser la única liberal de la familia. Mi despertar a la vida y al amor, la libertad y la buena música que entonces se oía, lo viví en Estados Unidos. No fui contestataria, y a mis oídos la efervescencia juvenil que recorrió el mundo llegó como un atenuado rompimiento de un viejo orden que caía. Mi única aventura era escaparme con mi novio Francisco José, hoy mi esposo, a ver 'submarinos' de enamorados en el río Charles, en Boston, o ir a ver a los hippies que tocaban flauta en la calle, o se bañaban en la fuente de los parques. Con la alegría de ser joven, estuve en marchas contra el horror de Vietnam, pero no fui hippie. Aunque sí sentí ese espíritu rebelde".

HAROLD CANTANTE
"En el 68 ya llevaba tres años de carrera artística y profesional. Había grabado seis discos y tenía un éxito internacional como compositor con la canción 'Destino la ciudad', de la cual se hicieron 17 versiones en el mundo. Era muy idealista, pensaba que en el futuro debía de ser un músico y un publicista estructurado. Era una época de ingenuidad y yo estaba dedicado al estudio y a mi trabajo. Lo único irreverente era que andaba con mujeres siempre mayores que yo, señoras separadas. Y es que no podía compartir con las sardinas de mi edad , porque ya me sentía muy maduro. Ahora sigo pensando igual, en que puedo hacer muchísimas más cosas. Mi espíritu no ha cambiado. Me encanta estar con la gente joven, hago las mismas locuras".