Especiales Semana

UN MAPA DEL CEREBRO

Otra manera de explorarlo se descubre ahora.

12 de julio de 1982

La maravilla entre las maravillas del cuerpo humano, el cerebro, constituye todavía un vasto continente muy poco explorado. Un gran paso hacia la comprensión de su funcionamiento se dio al surgir, no hace muchas décadas, la técnica de la electroencefalografía. A millones de personas en el mundo se les ha sacado en una larga tira de papel un gráfico que representa, en rayas zigzagueantes que angustian al paciente y sólo puede interpretar el experto, la actividad eléctrica de los neurones encefálicos. Este gráfico, el encefalograma que todos llaman por su abreviatura EEG se obtiene ajustando un par de electrodos preferentemente a la parte superior de la cabeza del examinado. Allí se captan mejor estas señales.
El procedimiento tiene sus desventajas. Como tanto el hueso como la piel dispersan las corrientes eléctricas recibidas, se dificulta establecer con precisión la fuente de ellas. Comentaba por eso, con razón, el biopsicólogo estadounidense John Zimmerman en estudio reciente: "Tratar de marcar con EEG exactamente la actividad de las células cerebrales es comparable a pararse frente a una casa donde están celebrando una gran fiesta, y por los sonidos que se alcanzan a oír intentar saber quién está haciendo qué en cuál cuarto".
Para complicar las cosas, una vez puestos los electrodos diversas circunstancias pueden alterar el registro del gráfico finalmente producido: la mala colocación de esos electrodos; los movimientos de los ojos; el sudor; simplemente arrugar la frente... Aunque se reconozca que el EEG ha sido útil para esta clase de exámenes, ciertamente no es el gráfico de la actividad del cerebro.

UN NUEVO CAMINO. ¿Cómo explorar mejor, entonces, los complejos mecanismos cerebrales? Tomando un camino diferente: haciendo un MEG, o sea un magnetoencefalograma.
Que el MEG es superior al EEG se está probando en cerca de una docena de laboratorios repartidos por los países desarrollados. Esta tecnología novedosa se basa en que el cerebro, como el resto del cuerpo humano, produce campos magnéticos más fuertes, por ejemplo los originados en los latidos del corazón o en los movimientos de los músculos más vigorosos. Pero perfeccionada la técnica, pueden ahora detectarse los campos magnéticos más débiles, como el generado por la actividad cerebral.
Si un campo magnético pasa a través de un aparato llamado SQUID (el acrónico de las palabras inglesas "superconducting quantum interference device", o sea, aparato para la interferencia cuántica superconductiva), las características eléctricas del instrumento cambian en proporción exacta al cambio del campo magnético. El SQUID funciona sólo a temperaturas de pocos grados sobre el cero absoluto, de modo que se coloca en un recipiente lleno de helio liquido. Perdiendo así resistencia eléctrica, se convierte en un superconductor que sirve como detector ultrasensible de los campos magnéticos.
En el laboratorio de Neuromagnetismo de la Universidad de Nueva York se ha hecho esta prueba: colocando cerca de la cabeza de un voluntario la caja con el aparato (no hay necesidad de contacto físico), se le aplicaron pequeños choques eléctricos en los dedos de la mano. Cuando ese estímulo se dio al meñique de la mano izquierda, el MEG, mostró actividad localizada a unos 4 centímetros del tope del cráneo hacia el oído, en el lado derecho. Cuando se dio la corriente al pulgar izquierdo, el punto de actividad máxima se corrió dos centímetros más cerca del oído.
Con lentitud, pero con mayor seguridad que antes, se está levantando así un mapa bastante detallado de la actividad cerebral. Para los neurocirujanos, los psiquiatras y otros especialistas esta es una buena noticia.