Especiales Semana

VACACIONES Y DEPORTES

Mucho trecho ha recorrido la bicicleta desde Da Vinci hasta el "Tour de Francia"

30 de julio de 1984

LA EVOLUCION SOBRE RUEDAS
En lo único que se parecen las bicicletas sobre las cuales ruedan ahora los pedalistas en la Vuelta a Francia, con los aparatos que comenzaron a gestarse hace cinco siglos, es en las dos ruedas.
De resto ni en el nombre, ni en el material, ni en el empleo ni en nada, porque la historia de la bicicleta ha dado tantas vueltas y dio tantos tumbos para llegar a lo de hoy que el propio Leonardo Da Vinci, el genio que las imaginó hace quinientos años, podría llevarse un susto al ver los tubulares de seda, los marcos de titanio, los radios planos y los galápagos de piel de búfalo que usan los ciclistas de esta época.
UN INVENTO COLECTIVO
Leonardo, el italiano genial que comprendió que el hombre podía volar y podía descender en algo que después se llamó paracaidas; el talento que proyectó morteros y ballestas y lanchas, imaginó que el hombre podía movilizarse en un aparato que fuera movido por dos ruedas y fue ése, en planos que dejó como muestra inequívoca de sus visiones futuristas, el más remoto comienzo de la bicicleta. Hace un mes en Valencia, España, por organización de la IBM, se dio una muestra de los proyectos leonardescos, desarrollados por un grupo de expertos, entre los cuales se mostró la bicicleta tal y como la concebía Da Vinci.
Este velocípedo, sin embargo, a pesar de que quien primero lo imaginó fue el italiano, se originó por una creación múltiple que tuvo su primer resultado concreto en 1790, cuando Sivrac dio a conocer un aparato celerlíco sin pedales ni cadena, que servía para movilizarse usando los dos pies contra el suelo.
El francés Michaux, en 1865, le puso pedales al aparato, pegados a la llanta de adelante, veinte años después de que el inglés Thomsom inventara los neumáticos. La cadena de creación para llegar finalmente a la bicicleta, siguió con Ader y Meyer que; en 1867 y 1869 respectivamente, crearon el cuadro de metal y los rines y concluyó con el irlandés Dunlop, que en 1889 le dio forma definitiva a la bicicleta.
EL ENTUSIASMO DECAE
En medio de las modificaciones que sufría el aparato y del auge que iba tomando entre la población, el mundo vio cómo la bicicleta se iba perfeccionado y esa euforia fue significativa: durante los primeros años después del perfeccionamiento, abundaron las carreras competitivas y durante mucho tiempo el espectáculo de los concursos fue el más importante en Europa.
Pasado el auge de la cicla, que está definida como un "aparato compuesto esencialmente de dos ruedas iguales y un armazón sobre los que va montada una persona, sirviéndose de él para trasladarse de un lugar a otro", comenzó a ser no tanto para diversión y menos para espectáculo, sino como vital medio de transporte, con novedades que imponían las circunstacias fue inventado un cuadricíclo que, con dos bicicletas, configuraba una especie de ambulancia para trasladar enfermos.
A pesar del decaímiento de su atractivo, las modificaciones al aparato continuaron, aparecieron nuevos estilos y nuevos usos, como cuando en 1897 los hombres de ciencia de entonces idearon el cuadro de ocho tubos, cuatro de ellos en trapecio y dos años más tarde, se creó algo revolucionario: el sistema de cambios. El siglo XX estaba despuntando con todo su ímpetu, cuando la bicicleta, en 1905 produjo dos noticias distintas: por primera vez la cicla fue usada para maniobras militares, en Austria y en Francia, aprovechando todo el conocimiento que existía, Peugeot creó la primera motocicleta.
Con la limitación expresa de que la bicicleta no permitía hacer "más de ciento cincuenta kilómetros al día" y no podía "correr a una velocidad superior de 15 kilómetros por hora", continuó el desarrollo de este medio de transporte y de recreación, en un auge acelerado que produjo, en 1939, antes de la segunda guerra mundial, una estadística curiosa: en el mundo había entonces 70 millónes de bicicletas.
LA TECNOLOGIA EN DOS RUEDAS
Desde entonces y hasta hoy ni los inventores ni los usuarios han desaprovechado el tiempo y, aunque la bicicleta sigue siendo la misma en términos esenciales, se han producido modificaciones que recientemente han sorprendido al mundo. Cuando Francesco Mosser, el velocista italiano que logró romper el récord mundial de la hora en velódromo que poseía el belga Eddy Mercks, se apareció en México con una bicicleta extraña, se estaba coronando, en realidad, una larga época donde a la cicla se le habían hecho cantidad de modificaciones.
El rotundo triunfo del italiano, ratificado después en una vuelta a su país, levantó algunas controversias en el mundo del pedal, pero se comprendió que las modificaciones a su máquina eran el desarrollo lógico de una tecnología que se venía aplicando por partes en todos los lugares del mundo, hasta llegar a la que es hoy la bicicleta tipo, para competición.
Su costo en Colombia está entre los 100 mil y los 180 mil pesos, con todos los accesorios, para un peso total entre siete kilos y medio y ocho; con tubería aerodinámica (aplanada), tubulares de seda que cuestan dos mil 800 pesos cada uno, sillín de cuero de búfalo, materiales de titanio, manubrio forrado en cuero, teflón para piñones, accesorios y radios cuadrados que permiten impedir la acción del viento. Para mover una máquina de esas características, que en certámenes de pista puede alcanzar hasta 60 kilómetros por hora, los deportistas son, desde luego, mucho más sofisticados que antes; los de pista usan uniformes enterizos de lycra, los de ruta pantalones de lycra y camisetas de algodón; tanto los unos como los otros utilizan guantes de cabretilla, cascos aerodinámicos de formación rectangular y zapatilla con suela de madera.
Las diferencias, pues, entre aquellas máquinas que idearon los primeros inventores y éstas de hoy, son abismales. Conservan las dos ruedas como punto de encuentro de las dos tecnologías. Y conservan también la atracción que produce en los hombres, en todas las épocas como sistema de transporte y en algunos momentos de la historia--como éste--como aparato para practicar un deporte, con el cual se llenan autopistas y caminos y por el cual Colombia vive hoy por hoy pendiente de lo que sucede en las carreteras de Francia.