Realeza
Harry tiene razón: los miembros de la realeza están atrapados y he aquí el porqué
Un constitucionalista británico cree que tanto protocolo viola los derechos más básicos de los integrantes de la familia real.
Sin pelos en la lengua, Harry de Inglaterra, duque de Sussex, le declaró a Oprah Winfrey que tanto su padre, Carlos de Gales, el heredero al trono, y su hermano William, duque de Cambridge, están atrapados por el sistema de la monarquía.
Las palabras, para muchos observadores, parecen motivadas por años de rabia y resentimiento contra una institución llena de contradicciones, en la cual su madre, Diana de Gales, sufrió lo indecible.
Quienes creen que la monarquía debería desaparecer porque no es acorde con los tiempos modernos sienten que el nieto de la reina no ha hecho sino darles la razón.
Otros piensan que lo dice porque el hecho de ser de la realeza les impide llevar una vida normal y hacer cosas como montarse en el metro, dar un paseo por un parque, ir a un cine y, sobretodo, no tener todo el tiempo a la prensa encima escrutando sus mínimos movimientos.
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Ahora, surge la opinión de un constitucionalista, Robert Hazell, quien va mucho más al fondo de la cuestión y concluye que, definitivamente, Harry está en lo cierto cuando afirma que sus parientes son prisioneros de la jaula dorada de “la firma”, como se le suele llamar también a la casa real.
A finales de 2019, poco antes de que el príncipe y su esposa, Meghan Markle, conmocionaran a la corona con el anuncio de su retiro como miembros en funciones de la familia de la reina Isabel II, Hazell estaba precisamente escribiendo su libro The Role of Monarchy in Modern Democracy (El papel de la monarquía en la democracia moderna). En el capítulo en que trabajaba por esos días hablaba de cómo las restricciones que deben aceptar los miembros no solo de la realeza del Reino Unido, sino del resto de Europa podrían ser interpretadas como violaciones a sus derechos humanos.
“Escribí que es sorprendente que, dada la falta de libertad, ninguno de los miembros menores de las casas hubieran optado por salirse”, le declaró recientemente a Vanity Fair.
Aquellas líneas resultaron proféticas, pues solo tres meses después los Sussex se rebelaban en un episodio que no ha dejado de producir titulares desde entonces.
“Los miembros de estos linajes no tienen derecho de expresarse libremente y los demás lo aceptan. Harry está en lo cierto al describir a sus parientes como atrapados. Son presos de un sistema que les concede muy poca independencia”, anotó Hazell, quien es catedrático de derecho constitucional del University College de Londres.
Él cree que se justifica que la reina Isabel esté obligada a ser mesurada en su discurso, como figura moderadora de la democracia y porque trabaja cercanamente con los primeros ministros, quienes provienen de diversos sectores políticos.
El asunto se vuelve complicado cuando esa restricción abarca a muchos más miembros de las familias reales, quienes no solo deben interactuar con los ciudadanos sino también con líderes locales y mundiales, en sus labores como representantes de la cabeza de la Corona.
El especialista también se refirió a otras limitaciones de los integrantes de la realeza: “Prácticamente no tienen privacidad ni la potestad de elegir su carrera. En las casas reales de Gran Bretaña y Escandinavia no tienen libertad religiosa, pues tienen que ser protestantes”, explicó.
Al ser interrogado sobre por qué tantas imposiciones a individuos de las dinastías que no están ni remotamente cerca de reinar, contestó que el problema radica en el carácter hereditario del traspaso del trono.
“El príncipe Harry es un buen ejemplo. Cuando nació, estaba muy cerca de la sucesión, como segundo hijo de Carlos. Ya conocemos muy bien aquello de ‘el heredero y el repuesto’. Él era el repuesto y era necesario en caso de que le sucediera algo a su hermano mayor, William. Pero cuando este creció, se casó y tuvo hijos, Harry fue descendiendo en el orden de sucesión y hoy ya no es necesario”.
Así, Harry se volvió redundante, continuó Hazell, lo cual es un problema común en todas las casas reales. “Cuando estos miembros son jóvenes, los entrenan para reinar en caso de que fuera necesario, pero a la vez resulta que no están habilitados para llevar una vida normal”.
Vanity Fair también quiso saber la opinión del constitucionalista al respecto de los insistentes comentarios de que el escándalo de Harry y Meghan constituye una seria amenaza para la permanencia de la monarquía.
Contestó que no es “ni remotamente posible” que la institución vaya a desaparecer por los últimos sucesos, dado que es muy popular.
También desmiente el dicho de que esta es “la peor crisis desde la abdicación de Edward VIII en 1936”. Opina, más bien, que este trance tiene una mayor similitud con el mal momento de los años 1990, debido a los problemas de Carlos y Diana, cuando lo índices de popularidad de la corona no descendieron mucho.
“En la mayoría de los clanes hay alguien que se divorcia o alguien que no le habla a su hermano, a su madre o al que sea, y eso es perfectamente normal en la vida familiar. Pienso que casi todo el mundo es capaz de distinguir entre una casa que pasa por dificultades y una amenaza a la institución”, concluyó Robert Hazell.