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LA COFRADIA SIN QUORUM

Alfonso Palacio Rudas, incansable disidente e iconoclasta, le hará mucha falta a un país que no quiere seguir tragando entero.

2 de septiembre de 1996

La biblioteca de Alfonso Palacio Rudas es la única en Colombia con dormitorio incluido. O por lo menos a esa conclusión tenían que llegar los visitantes al contemplar cómo las habitaciones de su casaparecían un simple anexo de esos corredores tapizados de volúmenes que conformaron, con más de 65.000 ejemplares, la colección privada más grande del país. Sin duda, en la casa de Alfonso Palacio Rudas, Borges habría encontrado el paraíso.Al ingresar a ella, la pregunta del desprevenido visitante era inevitable: "¿Y todos estos libros los ha leído?". Palacio Rudas soltaba una risita socarrona, como queriendo dejar la duda en el aire mientras se acomodaba su inseparable corbatín. Por supuesto, para quien lo visitaba la duda quedaba despejaba durante sus periódicas tertulias en el Pasaje Santafé, a donde acudía sin falta a fomentar el hábito de la discusión entre sus compañeros de charla. Esa manía por el debate lo llevó a fundar la famosa 'cofradía de los que no tragan entero', que sería celebrada por todos sus amigos.Graduado de la Universidad Nacional con el título de doctor en derecho y ciencias políticas, Palacio Rudas ocupó los más altos cargos de la vida pública: gobernador del Tolima, alcalde de Bogotá, contralor general de la República, ministro de Hacienda, representante y senador por varios períodos, en una carrera política que concluyó en 1991, cuando hizo parte de la Asamblea Nacional Constituyente. Pero, ante todo, Palacio Rudas fue un académico obsesionado por la economía a quien su estirpe liberal no le impidió, sin embargo, ser amigo íntimo de Alvaro Gómez Hurtado. "Es que uno tiene que dialogar con alguien que por lo menos sepa qué es el Producto Interno Bruto", decía.En esta época de políticos superficiales, Palacio Rudas era un estudioso permanente de la hacienda pública, de la política cafetera y de los principales problemas sociales y políticos del país.Su columna semanal en El Espectador, que firmaba con el seudónimo de Cofrade, lo hizo famoso en el campo del periodismo a pesar de que escribir para él era una pesadilla. Prefería leer. Leer y coleccionar libros, esos que fue reuniendo y clasificando con la paciencia que sólo tienen los buenos ratones de biblioteca.Tal y como se lo dijo alguna vez a Guillermo Cano, Alfonso Palacio Rudas no tuvo hijos, pero tuvo libros. A ellos dedicó su vida incluso después de haber donado su biblioteca al Banco de la República hace 10 años, y de alguna forma ellos representan su descendencia. Y, también, su vocación: era una especie de profesor distraído que se divertía con sus ocurrencias y que hacía gala de su personalidad disidente e iconoclasta.Con la muerte de Alfonso Palacio Rudas, a sus 84 años, la cofradía de los que no tragan entero se quedó sin quórum y Colombia ha perdido a uno de sus hijos más ilustres.