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En Colombia hay reportadas tres especies de dantas. La de tierras bajas habita en la Amazonia y Orinoquia, y está amenazada por la deforestación. Foto: "El Pato" Salcedo (WCS). | Foto: El Pato Salcedo WCS

Medioambiente

Un corredor de bosque en Vichada para salvar a la danta

Desde 2015, varias organizaciones trabajan en la consolidación del Corredor Biológico de la Danta: un cordón tupido de bosque y palmas de moriche de 73.000 hectáreas ubicado en la zona rural de Puerto Carreño, cerca al río Bita. Veiticuatro campesinos ya han destinado terrenos de sus fincas para conservar a este mamífero dispersor de semillas.

21 de diciembre de 2019

La danta, también conocida como tapir, es un animal robusto con patas cortas, cabeza grande y una trompa alargada producto de la unión de su labio superior con la nariz. Recorre los bosques, selvas y zonas montañosas de Sudamérica en busca de los frutos y semillas de los árboles, las ramas de las palmas y algunas plantas de bajo porte.

Este animal de olfato agudo y visión corta, que alcanza a medir más de dos metros de largo y un metro de alto, es considerado como uno de los mamíferos más grandes en América del Sur y uno de los mayores regeneradores de los bosques, ya que sus excrementos cuentan con semillas que dispersa por las rutas y caminos por donde transita.

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En Colombia hay reportadas tres especies de dantas o tapires: de montaña (Tapirus pinchaque), la de menor tamaño y con presencia en bosques andinos y páramos; mesoamericano (Tapirus bairdii), con una cola de 10 centímetros y que puede habitar en sitios entre 0 y más de 3.000 metros sobre el nivel del mar; y de tierras bajas o amazónica (Tapirus terrestris), con una cresta peluda en la cabeza y dueña absoluta de los bosques y selvas de la Amazonia y Orinoquia.

Sus gruesas y oscuras pieles, la carne de su corpulento cuerpo y la acelerada pérdida de sus hogares por causa de la deforestación, tienen a las dantas colombianas en una ruta macabra hacia la extinción. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), las dantas de montaña y mesoamericana están listadas como en peligro, mientras que la de de tierras bajas es considerada vulnerable.

La danta de tierras bajas o amazónica es fundamental para la regeneración de los bosques tropicales. Foto: Pixabay.

Luz de esperanza 

Además de vivir y recorrer las densas y húmedas selvas de la Amazonia colombiana, la danta de tierras bajas también hace fuerte presencia en los Llanos Orientales, en especial cerca a las sabanas inundables que cuentan con bosques de galería y morichales repletos de palma. 

En vida silvestre, este mamífero que alcanza los 20 años de edad, se reproduce lentamente. Según WCS Colombia (Wildlife Conservation Society), generalmente el periodo de gestación dura 13 meses y solo tiene una cría por parto, es decir que una hembra lograr partir cada dos años. “Solo come plantas y frutas, razón por la cual es considerada una gran dispersora de semillas, material que siembra con sus excrementos. Esta actividad permite la renovación frecuente de la flora de la selva”. 

La deforestación y la cacería tienen en serios aprietos a la danta de tierras bajas. Un corredor en Vichada busca conservar la especie. Foto: "El Pato" Salcedo (WCS).

A pesar de los beneficios que le presta a los bosques y selvas, la danta amazónica ha sido perseguida durante siglos para cazarla y consumir su carne. Hoy en día, aunque la cacería ha disminuido, tiene un enemigo más potente: la deforestación. “Al quedarse sin hogar ni alimento, esta clase de tapir ha mermado significativamente su población”, anotó la WCS.

Ante la vulnerabilidad de la especie, desde 2015 varias organizaciones como WCS Colombia, Ecopetrol y la Fundación Orinoquia Biodiversa, que hacen parte del Proyecto Vida Silvestre (PVS), trabajan en la consolidación de un corredor biológico en el departamento de Vichada para salvar a la danta amazónica, el cual contará con una extensión de aproximadamente 73.000 hectáreas en inmediaciones del río Bita, por zonas rurales de Puerto Carreño.

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“El objetivo esencial de esta estrategia, llamada el ‘Corredor de la danta’, es generar un espacio en el que prime el interés local por mantener la supervivencia del animal y la biodiversidad asociada a ese territorio. Por eso, la consolidación de este espacio en el tiempo es determinante para su supervivencia”, dijo Carlos Saavedra, gerente y coordinador del Proyecto Vida Silvestre. 

Un corredor de bosque con 73.000 hectáreas en Vichada busca brindarle refugio y alimento a la danta de tierras bajas. 

Manos campesinas

El corredor de la danta ha contado con la participación de varios campesinos de la zona, quienes han firmado acuerdos voluntarios para destinar parte de sus fincas y así proteger a la danta y a otros recursos naturales.

A la fecha, 24 propietarios de predios situados en la cuenca del río Bita han suscrito dichos acuerdos, lo que ha permitido que en más del 40 por ciento del área total del corredor de la danta se ejecuten acciones de conservación.

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“Algunos de estos campesinos ya habían suscrito en el pasado acuerdos similares, quienes ratificaron su compromiso e incorporaron mejoras en sus sistemas productivos. Estos acuerdos duran entre tres y cinco años y son pactos entre caballeros que se transforman en documentos y se reanudan cada vez que se cumple con el tiempo de vigencia y se comprueba el cumplimiento de lo pactado”, aseguró Saavedra.

Ramiro Borja, dueño del predio ‘Mi Familia’, es un ganadero que ahora trabaja en varios procesos sostenibles para ayudar a la danta a sobrevivir. “Este campesino se ha comprometido con procesos de restauración y a desarrollar un tipo de ganadería que busca ser amigable con el ambiente. Muchos de los campesinos del sector ya cuentan con reservas naturales de la sociedad civil declaradas, condición con la que aportan al aumento de las áreas para conservar la danta”, indicó la WCS.

El corredor de la danta en Vichada también cuenta con palmas de moriche, especie insignia de los bosques de la Orinoquia. Foto: Parques Nacionales.

Trueque

Por conservar las zonas boscosas para que la danta continúe esparciendo semillas y regenerando el verde de la Orinoquia, el Proyecto Vida Silvestre les brinda a los campesinos incentivos como apoyo y asesoría para restaurar ecosistemas y el manejo de la agricultura y del ganado. 

“Hay muchas alternativas. Por ejemplo, los finqueros pueden mejorar los cultivos, transformar los potreros en terrenos fértiles o instalar cercas para aislar el ganado de las zonas de bosques o de las que están siendo restauradas. También se pueden apalancar proyectos de apicultura, sistemas silvopastoriles (para que los árboles o forrajes sirvan de alimento a los animales domesticados), cocinas eficientes o huertas caseras”, complemetó Saavedra.

Además de conservar a la danta, esta iniciativa ha beneficiado a otras especies de la flora colombiana que están amenazadas por la tala. “El corredor de la danta se ha transformado en un gana a gana que, a su vez de cuidar al animal, preserva de paso otras dos especies: el árbol de congrio y la palma de moriche”, anotó el directivo.

La deforestación es hoy en día el principal enemigo de la danta. Foto: FCDS.

Durante décadas, estas dos palmas han sido aprovechadas de forma insostenible en el territorio. Por eso, dentro del corredor hay 2,26 hectáreas en procesos de restauración, en donde se sembraron 29.405 individuos de ambas especies, y más de 28 hectáreas de bosques en proceso de restauración. 

En la zona también se han construido cinco viveros comunitarios que ayudan a la propagación de flora asociada con el entorno de la danta. 

“Además de los acuerdos de conservación, les brindamos a los campesinos proyectos para el aprovechamiento sostenible de la pulpa de moriche, talleres sobre temas productivos y planes de manejo del fuego, una práctica muy frecuente en los Llanos Orientales para preparar los terrenos de uso agropecuario”, puntualizó Saavedra.