La fundación realiza labores de recuperación de árboles y arbustos frutales propios del sector con el fin de recobrar o reintroducir la fauna dispersa o en peligro de extinción y restablecer sus poblaciones.
La fundación realiza labores de recuperación de árboles y arbustos frutales propios del sector con el fin de recobrar o reintroducir la fauna dispersa o en peligro de extinción y restablecer sus poblaciones. | Foto: Cortesía Rodrigo Castaño

Ambiente

El pulmón verde del norte de Antioquia

Lo que inició como un pequeño terreno de conservación, hoy es una reserva natural de más de mil hectáreas en la que habitan 25 especies de mamíferos, por lo menos 170 de aves y 130 de orquídeas, junto a más de 500 tipos de árboles. La deforestación es su principal amenaza, pero el interés de organizaciones internacionales y la educación ambiental que su fundador ha promovido en la región la mantienen por ahora a salvo.

19 de mayo de 2021

Un terreno de 120 hectáreas cerca del Cerro San José, en la cordillera central de los Andes antioqueños, que hace parte del municipio de Santa Rosa de Osos, fue la herencia que recibió Rodrigo Castaño. En ese entonces tenía 30 años y la oportunidad de convertir este legado en un proyecto productivo relacionado con la agricultura o la ganadería. Pero su decisión fue otra y hoy este lugar es una reserva natural en la que nace el agua y con ella la vida de cientos de especies.

“Todo lo que mi papá nos había enseñado y contado sobre la naturaleza estando pequeños, me lo habían puesto en las manos”, dice Castaño, quien aprovechó su sueldo como docente de administración, ética y humanidades en diferentes universidades de Medellín, para adquirir más terrenos aledaños. “Fui comprando a mis primos los derechos herenciales y fue así como pasé de 120 hectáreas en 1990 a 500 en el 2005”.

La conservación de este espacio le permitió ser testigo del regreso de diferentes formas de vida, plantas y animales. Esto lo impulsó a crear la Fundación Guanacas en el 2007. “Iniciamos con una soledad pasmosa, porque aunque estábamos constituidos la gente no nos apoyaba, al contrario, salían frases mezquinas como eso para qué, cuánto dinero da, ¿usted hace eso gratis? Lo que es un huevón”, recuerda Castaño con humor.

Con el tiempo las universidades se interesaron en este espacio y junto a profesores de biología, ingeniería forestal y veterinaria comenzaron a investigar y clasificar la biodiversidad de la reserva. “Ahí empezamos a crecer, tanto que encontramos el apoyo de iniciativas internacionales como World Land Trust, American Bird Conservancy y American Orchid Society”, afirma.

La rana chocolate antioqueña es endémica de la región y se encuentra en peligro de extinción.
La rana chocolate antioqueña es endémica de la región y se encuentra en peligro de extinción. | Foto: Cortesía Rodrigo Castaño

Tras consolidar apoyos y alianzas, se descubrió que la reserva aloja cerca de 550 especies de árboles, 25 de mamíferos, aproximadamente 170 aves y 130 orquídeas. “Cuando los profesores vienen al territorio con los alumnos, nos han entregado inventarios de lo que han ido encontrando y permanentemente estamos descubriendo cosas”, cuenta Castaño y agrega que la reserva es el hogar de 18 nacimientos de agua que garantizan el líquido preciado a más de 30 mil personas que habitan el municipio de Santa Rosa de Osos.

Junto a los terrenos de los municipios de Yarumal y Carolina del Príncipe, Guanacas hace parte del corredor biológico de tres felinos. “Por aquí pasa el puma, la oncilla y el ocelote, por eso es tan importante su conservación”, asegura Castaño. Justamente por ello trabajan activamente en colegios y junto a más de 30 familias fomentan la educación ambiental, “sin quitarles el derecho a la producción, deben ser conscientes del lugar donde están”, puntualiza.

La conservación no ha sido una labor fácil, pues en esta zona se ha agudizado la deforestación que hoy es una amenaza constante de quienes buscan adecuar tierras para la ganadería y los monocultivos de tomate de árbol y aguacate.

“Este espacio se vuelve cada vez más indestructible, ni siquiera yo o mis hijos dentro de 10 años lo van a poder destruir, porque cada vez el factor económico se aleja”, afirma Castaño con orgullo. “El progreso y el valor de la tierra no puede seguirse cuantificando a partir de su deforestación”, concluye.