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Y AHORA ¿QUE?

SEMANA analiza que viene tras el triunfo de Carlos Andrés Pérez.

9 de enero de 1989

El proceso electoral de Venezuela se desarrolló con la misma proliferación de partidos, grupos y candidatos de comicios anteriores. La campaña no fue distinta a otras en derroche millonario y saturación hasta el cansancio de jingles y slogans publicitarios. El nada sano truco de esconder productos básicos de la dieta popular, con el fin de perjudicar al partido de turno en el gobierno y su candidato, se practicó con saña. La otrora "mano zurda" de la propaganda desleal, se puso a tono con la terminología bélica del momento: los comandos electorales adelantaron una "guerra sucia" verbal y escrita en el combate por la captura del voto. Pasada la ventolera de gochos, tigres, búfalos y catires, quedan los frío cómputos que muestran los cambio ocurridos en el comportamiento electoral del venezolano.

EL BIPARTIDISMO VUELVE Y JUEGA
Desde que el bipartidismo irrumpió como "fenómeno electoral" en 1973, tras el primer triunfo de Carlos Andrés Pérez, Acción Democrática y Copei se reparten el favoritismo del electorado en cifras superiores al 80% para la presidencia y representaciones parlamentarias. En 1988 repite la "aspiradora" y con ella ambos partidos profundizan su hegemonía en la conducción de las riendas del poder.La izquierda y la constelación de ofertas políticas que participan en el juego democrático, quedan relegadas a un lejano tercer lugar.
La polarización no es fortuita. Tiene sus antecedentes en el compromiso firmado en Nueva York por Rómulo Betancourt-AD, Rafael Caldera-Copei, y Jóvito Villalba-URD, institucionalizado luego con el Pacto de Punto Fijo, al caer Marcos Pérez Jiménez en 1958. Este consolidó un amplio bloque de fuerzas políticas, empresariales y sindicales, de extensión a la Iglesia y el Ejército, para hacer perdurar el nuevo régimen, excluyendo de entrada la participación de la otra gran fuerza antidictatorial, el Partido Comunista. Los pactos no plantearon la alternabilidad en el gobierno del Frente Nacional colombiano, sino que ésta surgió en la competencia entre partidos. La izquierda perdió su amplio espacio político derrotada en el intento insurreccional, hecho que cruzó a URD, mientras Copei, un partido de clase media alta y respetable votación andina, llenó el vacío de una segunda opción tras su experiencia en gobiernos de coalición y mandato propio, en el precario triunfo de 1968.

LOS NUEVOS FENOMENOS
La reelección de Pérez con una diferencia del 20% sobre Eduardo Fernández, rompe la alternabilidad que por la vía del voto han tenido socialdemócratas y socialcristianos. El llamado "voto castigo" que funcionó ininterrumpidamente desde 1967, no le sirvió a los estrategas de la tolda verde. El "voto útil", cuyas bondades aprovechó inteligentemente el ex presidente Luis Herrera en 1978, tampoco le ayudó. En el pasado, los venezolanos siempre votaron por la opción de oposición mejor colocada y desalojaron del Palacio de Miraflores al partido de gobierno. El 4 de diciembre se trastocó de tal manera, que Copei fue castigado en una segunda oportunidad por la transferencia de todos los errores y dificultades económicas, a la administración de Herrera Campins (1979-83). Esta tendencia se vio meses atrás en las encuestas y dirigió el "voto útil" hacia Carlos Andrés Pérez.
Ambos efectos del comportamiento electoral del venezolano, se combinaron para que los electores "cruzaran el voto". Gracias al mecanismo de votación (tarjeta grande a presidente y tarjeta pequeña a cuerpos deliberantes), el votante puede sufragar con la primera por el candidato de su preferencia, y con la segunda, por el partido que sin opción presidencial, le desea lo mejor para que ocupe una curul en el Parlamento. El alto grado de partidización de la sociedad al otro lado de la frontera, genera militancia activa de gruesos sectores de la población o en su defecto, una "independencia partidizada". Esta se calcula entre un 70 y 80% de la población apta para votar. El porcentaje restante se lo disputan todos los partidos minoritarios, quienes buscan sobrevivir en medio de la polarización, peleándose la tarjeta pequeña.
En el proceso que recien terminó, el "voto cruzado" no fue tan contundente, por la inusitada abstención que podría llegar al 20%, pero se notó en el avance de la izquierda y grupos regionales. Mientras el MAS obtuvo el 3% a presidente con Teodoro Petkoff, la tarjeta naranja de su partido alcanzó el 10%.
Rumores de un acuerdo secreto entre la dirigencia masista y adeca para que los primeros votaran por CAP, mientras los segundos aceptaran planteamientos políticos y de reformas del MAS, pueden explicar la distancia tan abrumadora. Cierto o no, es un hecho que se extendió a otros movimientos y del cual han dado fe los testigos electorales en las mesas de votación que abrieron las urnas.
El más beneficiado como candidato fue Carlos Andrés Pérez quien sacó un 10% más de votos que su partido, mientras que la diferencia, tanto de AD y Copei en tarjetas grandes y pequeñas, llevará a muchos diputados y algunos senadores al Congreso miembros de esa amplia gama multipartidaria del sistema político venezolano.

UN PANORAMA INCIERTO
Rota la alternabilidad, se replantean los finos hilos del poder institucional y paralelo a ello, se agudizará la lucha intra y de partidos. Copei derrotado dos veces seguidas, sufrirá la inevitable confrontación interna a venir "la factura de cobro" contra los culpables, y corre el peligro de una difícil recuperación. Si el nuevo gobierno realiza una gestión medianamente buena, le podria conquistar buena parte de su clientela electoral huérfana de privilegios en tan larga ausencia del aparato estatal. Si la izquierda desarrolla una oposición beligerante, podrá capitalizar a su favor los espacios populares copeyanos.
De parte de Acción Democrática , la continuidad está llena de incertidumbres. La disputa por la candidatura fue tortuosa, peleada casi palmo a palmo y dejó heridas abiertas entre las distintas facciones adecas. La contundente victoria de Carlos Andrés paradójicamente, le fortalece al interior de AD, pero realineará las fuerzas que siempre se opusieron a la reelección, a los llamados divisionistas de algunos de sus seguidores, en caso de no lograr la nominación el año pasado. Acción Democratica es muy celosa de su estructura partidaria, herencia de Rómulo Betancourt, y Pérez se ha rodeado siempre de outsiders, gente fuera de la tradición y doctrina adeca, incluso adversarios del pasado, que hoy están preparados para colaborrar en su administración. El presidente Jaime Lusinchi volverá a la militancia, con alto prestigio y popularidad, a reconquistar los espacios perdidos. Pérez deberá gobernar con el partido o surgirán los mismos problemas, esta vez potenciados, de su primera experiencia como presidente.
La izquierda tiene una nueva oportunidad para mostrarse como opción creíble y alternativa. Su recuperación electoral podrá aumentarla en los comicios del año entrante, cuando por primera vez se elijan gobernadores y alcaldes por el voto popular. De volver a fallar, quedará marginal y atomizada como hasta ahora.