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ANIVERSARIO EN ROJO

En medio de fuertes tormentas la nave sandinista cumple 5 años

20 de agosto de 1984

Felicitados por el gobierno soviético, vituperados por la administración norteamericana y con un inocultable apoyo popular interno, reflejado en una multitud de casi medio millón de personas congregadas en Managua, los dirigentes sandinistas celebraron la semana pasada el quinto aniversario del triunfo de la revolución nicaraguense.
La víspera, el Presidente Ronald Reagan había declarado que el 19 de julio era un "amargo aniversario" para el pueblo nicaraguense, pues la revolución antisomocista había sido "traicionada" por los sandinistas quienes han convertido a su pais en una "mazmorra totalitaria".
Pero estas duras palabras contrastaron no sólo con el espíritu festivo de la concentración popular mencionada sino también con las propuestas electorales formuladas, o mejor, ratificadas, por las autoridades de Managua, ese dia. Según el alto mando sandinista, en las elecciones del 4 de no viembre próximo, los partidos que han de tomar parte en ellas tendrán libertad de información, reunión, movilización y asociación política, lo que de hecho implica que tales fuerzas podrán durante la campaña criticar al gobierno, mantener oficinas públicas, realizar manifestaciones, reunir fondos y publicar periódicos, siempre y cuando cumplan con la obligación de respetar la ley del país y abstenerse de invocar el regreso del somocismo.
Algunos días antes, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) había proclamado a Daniel Ortega y a Sergio Ramírez como sus candidatos para la presidencia y vicepresidencia del país respectivamente, en la justa electoral, y además anunciado que la plataforma sandinista estará basada en su política de "no alineamiento, pluralismo político y economía mixta". Se confirmo por otra parte que además de esas dos altas dignidades, el 4 de noviembre se eligirán los 90 miembros de una asamblea constituyente que funcionará como tal durante dos años, luego de lo cual ésta se convertirá en órgano legislativo por los cuatro años restantes.
Pero de otro lado la realización de esas elecciones no asegurará que en Nicagua, tras ella, se llegue a una reconciliación nacional, ni a un mejoramiento de las relaciones con el gobierno norteamericano. Este último, que entre otras cosas el mismo 19 de julio proclamó que los dirigentes sandinistas Tomás Borge y Humberto Ortega estaban mezclados en un caso internacional de narcotráfico, ha venido proclamando que las próximas elecciones en Nicaragua son poco menos que un "fraude" pues los "comunistas-sandinistas" continuarán detentando de todas formas el poder estatal.
Por otra parte, la acciónm guerrillera y terrorista de los "contras" apoyados abiertamente por la CIA continúa, a pesar de que enfrentan en este momento dos serios problemas: el Congreso norteamericano, por una parte, no ha querido aprobar los 21 millónes de dólares solicitados por Reagan para ellos, y por la otra, el gobierno de Honduras, ante la presión internacional, y por contradicciones internas, se ha visto obligado a cerrar dos instalaciones claves del somocista FDN y obligado a éstos a reducir su presencia física y política en Tegucigalpa.
Ambos factores han obligado a tales fuerzas antisandinistas a reducir su nivel de actividad y a colocarse en una situación de defensiva ante la resistencia del ejército sandinista. Algunos mandos militares del ejército hondureño han llegado a estimar que de continuar la crisis de los "contras" podría desatarse un repliegue de éstos --que son alrededor de 12.000 en estos momentos--sobre Honduras, lo que generaría inmediatamente tensiones y problemas sociales en las zonas concernidas.
El otro problema que en forma rampante viene afrontando el poder sandinista --la cerrada oposición de los jerarcas católicos nicaragiienses--, tampoco da muestras de estar en vía de aplacarse. Las protestas que surgieron a raíz de la expulsión de 10 sacerdotes extranjeros por participar en actos políticos, fueron respondidas enérgicamente por el comandante Daniel Ortega quien, para probar que la revolución no persigue a la Iglesia, anunció el nombramiento de un sacerdote más en el gabinete ministerial. Fernando Cardenal, sacerdote que hasta la fecha había sido coordinador de los Comités de Defensa Sandinista (CDS), pasó a ser ministro de Educación. En el mismo anuncio, Ortega señaló que el cura Luis Amado Peña, al parecer de vieja formación pro-somocista, y quien fuera acusado hace unas semanas de haber participado en una reunión de distribución de armas y explosivos con fines opositores será juzgado por los Tribunales Populares Antisomocistas. "Esta revolución, de quien se dice que persigue a la religión, pone la educación en manos de un sacerdote y también la cultura y sus relaciones exteriores", declaró Ortega, al recordar que tanto el canciller nicaraguense, Miguel D'Escoto Brockman, es sacerdote de la comunidad Maryknoll, como ministro de Cultura es el sacerdote Ernesto Cardenal, hermano, a su vez, del nuevo ministro de Educación.
Con no menos energía, la respuesta al contundente argumento de Ortega llegó desde Roma, vía Radio Vaticano. El superior general de los jesuitas, el holandés Peter Hans Kolvenbach, en alocución donde fustigó con acidez las críticas formuladas por un grupo de jesuitas nicaraguenses a la última Carta de Pascua de la confederación de obispos nicaraguenses, declaró terminantemente que Fernando Cardenal no podría aceptar el cargo ofrecido por Managua porque ello "no es compatible con su posición como miembro de la Orden de los Jesuitas".
La aguda polarización de intereses que reflejan los mutuos diktats de Ortega y Kolvenbach indican sin duda las agudas tensiones entre gobierno y jerarquía en Nicaragua misma.
Ilustrando esto, el arzobispo de Managua, monseñor Miguel Obando y Bravo decía lo siguiente en una entrevista la semana pasada: "Los hechos hablan por sí mismos. Parece que el gobierno quiere destruir la Iglesia Católica y f ortalecer la autodenominada Iglesia Popular (...) que no es Iglesia ni es popular, ni es católica, porque no está en comunión con el Papa, pero que tiene poder, puesto que tiene su disposición la radio y la televisión del gobierno". A lo que Tomás Borge, en entrevista paralela, contestó: "No somos estúpidos. La Iglesia Cristiana ha existido durante 2.000 años y nadie ha podido destruirla.
Por razones de principio, nosotros no tenemos ni interés ni el deseo de destruir la Iglesia. De hecho, lo que sucede es lo contrario: ésta es la primera revolución que ha abierto las puertas a la Iglesia para trabajar conjuntamente por el cambio social. Nosotros queremos construir una verdadera Iglesia Cristiana". -
CONVERSACION SOBRE LA CATEDRAL
Los santos de la catedral de Managua duermen su solemnidad de yeso despedazado, desde que en la víspera de la navidad de 1972 el terremoto desmoronó las entrañas del edificio sagrado. De esa fecha para acá el desconsuelo y el derruimiento han ido penetrado en el esqueleto resquebrajado "como en el muro la hiedra, como el musguito en la piedra". Por entre el costillar del antiguo techo, el aleteo de los pájaros ha reemplazado a las nubes de incienso que en otros tiempos subían hacia la divinidad en procura de su providencia. Los mendigos y los locos han hecho su guarida de fetidez en los rincones donde los sacerdotes guardaban antes sus dorados vasos y sus vestiduras de oropel. La piedra del altar mayor, enorme en su pieza unica, yace inclinada difícilmente sobre las gradas por donde ascendían los hombres hacia la morada de lo sobrenatural. Hay una virgen descabezada, plantada en el centro de la nave principal, triste pedestal ahora tragado por la hierba, donde fue a parar su gloria inmaculada de mejores días. Y muchos santos, santos descoloridos, desmembrados, fulminados en las partes vitales de su anatomía de artificio, soportan su nuevo estado incapaces de seguir suministrando milagros a sus devotos de la época de Somoza.
En los bajos de las escaleras, que conducen a lo alto de la torre del campanario, aparecen abandonados Jirones de uniforme militar verde oliva, con señales de sangre apelmazada. ¿Serían la vestidura póstuma de algún anónimo guerrillero sandinista, dado de baja cuando disparaba desde esta trinchera de ruinas celestiales? ¿O tal vez, el distintivo de un también anónimo guardia nacional que se despojó de él, después de percibir la sangre tibia de la herida y antes de entregarse, arriba las manos, a la clemencia de los muchachos sobre la Plaza de la República? Las grietas de los muros centenarios, algunos revestidos de frescos religiosos, le dan a aquel olor a cemento humedecido, un tinte evocador de aguilas caídas, de tronos sepultados, de coronas fundidas, de esplendores opacados, de eternidades concluíadas. Hay que entrar temblorosos a este escenario especial para comprender que la de Managua es la más sabía de las catedrales de este mundo y uno de los lugares de nuestra América donde puede renacer la poesía. Tal vez ésta es una de las razones secretas por las cuales el gobierno sandinista, en cuyo seno hay varios poetas, varios místicos y varios locos, se ha negado a reconstruirla, contra la ira santa de los sumos pontífices de la jerarquía local. -
Arturo Guerrero -