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CAMBIO EN LA MONCLOA?

LAS ELECCIONES ESPAÑOLAS DEL 3 DE MARZO PARECEN DEFINIDAS POR EL CANSANCIO POPULAR HACIA 13 AÑOS DE GOBIERNO FELIPISTA.

25 de marzo de 1996

Hace varios días, una noticia en un diario madrileño relataba que Felipe González había empezado a sacar del Palacio de La Moncloa su colección de arbolitos bonsai que él mismo había cultivado con esmero durante los últimos 13 años desde cuando llegó a la presidencia del gobierno español. Aunque la información solo tenía dos párrafos, fue interpretada por sus adversarios políticos como la señal inequívoca de que Felipe, como le llaman popularmente, estaba resignado a perder las elecciones generales del próximo domingo, y que de hecho ya había comenzado a hacer el trasteo.Para los asesores del candidato del derechista Partido Popular, José María Aznar, favorito en todas las encuestas, tampoco hay dudas de que la sociedad española le va a apostar a otra alternativa y no dudaron en el eslogan de la campaña: 'PP, la nueva mayoría'. Eso también lo saben los enviados especiales que han llegado a España a cubrir las elecciones y que no abandonan un segundo a Aznar.Su tarea, sin embargo, es monótona. Aznar, madrileño de 43 años, es frío, distante, carece de carisma y en sus intervenciones no se muestra como el líder de una poderosa nación sino más bien como un discreto hombre de finanzas: trajes sobrios, camisas de rayas pastel con iniciales bordadas, corbatas Hermés, zapatos de charol y reloj Rolex. Físicamente su mayor rasgo es un bigotico idéntico al de Andrés Pastrana y que para él es su orgullo personal. Lo lleva desde hace 19 años y dice que no se lo quitará jamás.En una de las manifestaciones del PP, SEMANA le preguntó a Beatriz Aguilar, de 22 años, sevillana, si votaría por él. "Por supuesto que sí", contestó con entusiasmo. Y, ¿si él le propusiera una cita? "Nunca. Debe ser lo más aburrido del mundo", respondió en el acto.Paradójicamente esta ausencia de gancho ha aumentado el número de simpatizantes hacia Aznar, que no ven en él a un caudillo que llega a arrasar con todas las conquistas democráticas vigentes sino como él mismo dice: "seré un gobernante normal que haré las cosas con tranquilidad y en orden". De cierta forma sus características se amoldan con perfección a una generación de políticos que en Europa está haciendo carrera: Jean Luc Dehaene en Bélgica, Wim Kok en Holanda o John Major en el Reino Unido.España parece poner fin así a casi 20 años de noviazgo con políticos seductores, que comenzó con Adolfo Suárez y continuó con Felipe González. Esa virtud se convirtió, sin embargo, ahora en una dificultad para Felipe, su Partido Socialista Obrero Español _PSOE_ y para la gente en general.Felipe conquistó el poder en 1982, impulsado por sus ideas socialistas y un encanto que llevaba a miles de mujeres a gritarle en medio del delirio "Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo". Felipe se echó sobre los hombros todos los méritos pero también las responsabilidades: era el líder audaz que impulsaba a su país al desarrollo industrial, Felipe era el visionario que llevaba de la mano a España para integrarla con Europa, Felipe era el presidente apreciado en América Latina. La concentración de poder que tuvo en sus manos opacó el brillo de otras figuras de su partido para que lo sucedieran y ocurrió lo inevitable: hoy, con solo 51 años, es considerado por millones de españoles como "un viejo al que hay que cambiar".A su desgaste físico se suman tres hechos fundamentales para predecir que esta será la primera elección _de las siete últimas a las que se ha presentado, entre regionales y generales_ de la que no podrá levantarse: la ola de escándalos de corrupción que protagonizaron varios de sus hombres más cercanos, el desempleo de cifras alarmantes: uno de cada cuatro españoles no tiene trabajo fijo; y el incumplimiento de sus promesas electorales claves. Prometió "el cambio del cambio" pero este no se produjo.Hoy están en capacidad de votar ocho millones de jóvenes entre 18 y 30 años. Muchos de ellos quieren ver en la presidencia a alguien distinto. Javier Azcárate, de 18 años, estudiante de preuniversitario, dijo a SEMANA: "yo no sé si la derecha es mala porque no la conozco. Lo que sí tengo claro es que la izquierda que he vivido no me gusta. Por eso voy a votar por Aznar".Lo que a él, como a todos los jóvenes, le disgusta es la cascada de hechos de corrupción del gobierno socialista y que el PP ha sabido capitalizar a su favor. Ana Botella, esposa de Aznar, le dijo a SEMANA: "los socialistas prometieron mejorar el país y a diario los vemos tratando de mejorar su situación personal".¿Qué pasará con Aznar en el poder? El PSOE insiste en que sería nefasto para la sociedad porque "volver a la derecha es caer al abismo" y para que no queden dudas utilizó en su campaña televisiva un comercial muy controvertido donde aparecen varias secuencias de ensueño: Felipe, gente sonriendo, una adolescente en minifalda, Miguel Indurain; enseguida viene la pesadilla: Aznar, una explosión y un perro doberman.Otros piensan que nada de eso va a ocurrir sino que simplemente Aznar es el estadista que responderá a las condiciones del mundo actual. Por ejemplo, Miguel Boyer, un respetado dirigente, considerado uno de los ex ministros estrella de Felipe (fue su ministro inicial de Economía y Hacienda), su hombre de confianza, ahora no vacila en afirmar que "el programa de Aznar es el adecuado para el futuro de España".En el plano internacional Aznar tiene que ajustarse a las exigencias de la Unión Europea donde España se quiere afianzar aún más. Respecto a América Latina, si se producen cambios, estos afectarán básicamente a Cuba, "no significa que vaya a quitar la cooperación pero será duro a la hora de pedir reformas democráticas", dijo a SEMANA Miguel Angel Bastenier, subdirector de relaciones internacionales del influyente diario El País. "En cuanto a Colombia es claro que Aznar es un hombre que respeta el estado de derecho y dependiendo de como se desarrollen los acontecimientos seguramente dirá que aunque si las pruebas en el narcoescándalo contra el presidente Ernesto Samper no son suficientes, él no puede eludir la responsabilidad política", agregó. Los asesores internacionales del PP tienen claro que "por ahora las relaciones bilaterales son excelentes y los acuerdos vigentes se respetarán".En el terreno doméstico seguramente Aznar aplicará impopulares reformas como las hechas recientemente por el presidente francés Jacques Chirac. Es decir que se prevén recortes en la seguridad social y las pensiones, aumento en los costos de la educación pública y disminución de los subsidios de vivienda pero que también habrá mano dura contra el grupo terrorista ETA, organización que en la actualidad tiene un movimiento legal llamado Herri Batasuna. Pero pocos se imaginan que él represente el retorno a tiempos franquistas o de extrema, pese a que lo acusan de tener entre sus colaboradores a varios miembros del Opus Dei. "A mí no me formen grupos", responde.España tiene una joven democracia de solo 20 años que goza de una excelente salud, sustentada en una notable madurez política de sus ciudadanos. Eso se refleja en la manifestación del lunes de la semana pasada en contra de ETA: un millón de personas asistieron ordenadamente. La manifestación era encabezada por Felipe González, Aznar y otras figuras de la vida política nacional. Ellos llevaban una pancarta en contra del terrorismo y la violencia.SEMANA asistió a otra manifestación también a favor de la paz: había 5.000 estudiantes en el mitin y ningún policía. Todo terminó en absoluta calma. Todos los candidatos, desde la derecha hasta el poderoso partido comunista, que va a las elecciones representado en Izquierda Unida que lidera Julio Anguila, gozan de los mismos privilegios. Y ser de un partido político es un orgullo y por eso los militantes se carnetizan. Oficialmente se calcula que habrá una participación electoral del 76 por ciento de la población en capacidad de votar.En medio de este panorama se prevé que llegue al poder Aznar, un piscis persistente, sereno y frío. El hombre que ni siquiera perdió su compostura en abril de 1995 cuando ETA dinamitó el automóvil en el que se desplazaba. Pero si sucede un milagro, y Felipe renace de sus cenizas políticas, el hombre que ha vivido en La Moncloa desde hace 13 años demostraría que tiene las siete vidas del gato y tendría que pedirle a sus amigos más cercanos que le devuelvan sus arbolitos.