Home

Mundo

Artículo

CUANDO LA CHINA DESPIERTA

Despues de 30 años se produce el primer acercamiento entre los dos colosos del socialismo.

19 de junio de 1989

La vísita del presidente de la URSS a la China estaba destinada de todos modos a pasar a la historia. No en vano se trataba de la conclusión de 7 años de negociaciones para reconciliar a los dos gigantes comunistas, que se habían alejado desde 1959. Sin embargo, muy pocos imaginaban que el viaje de Mijail Gorbachov resultara historico por razones bien diferentes, en circunstancias que hacen difícíl encontrar un antecedente que se le asemeje.

Desde que el lunes a mediodía aterrízo el avion que llevaba a Gorbachov, junto con su esposa Raisa y su comitiva, a Beijing, se hizo evidente que las autoridades chinas no las tenían todas consigo. En vez de llevar a cabo la ceremonia de bienvenida en la plaza de Tiananmen, como es costumbre, Gorbachov y sus acompañantes debieron escuchar los 21 cañonazos en el propio aeropuerto. La razon era que el gigantesco recinto, centro neurálgico de la vida política y social de la capital, se encontraba ocupado por cientos de miles de personas que rodeaban, en manifestación permanente, a unos 3.000 estudiantes que a esas alturas completaban su tercer día de huelga de hambre. Por un curioso juego de la historia, la primera visita de un líder sovietico en 30 años coincidía con las mayores manifestaciones populares desde la epoca de la Revolución Cultural. La diferencia es que, en esta ocasion, los manifestantes pedían nada menos que la renuncia del máximo líder Deng Xiao Ping y una democratización del país.

En esas circunstancias, la visita del presidente soviético se vio influenciada en forma dramática por las manifestaciones populares. Las conversaciones con los líderes chinos inicialmente se iban a concentrar en el tema de la reconciliacion y en aspectos tan vitales como la solución del problema de Camboya (ver recuadro), pero inevítablemente se volcaron hacia la preocupación del gobierno chino por la actual situación política de su país.

Esa inquietud se venía gestando desde el pasado 17 de abril, cuando murió e líder reformísta Hua Yao Bang. Hua había sido destituido por Deng tres meses atras, luego de negarse a reprimir manifestaciones estudiantiles que ya en esas fechas pedían la apertura La reacción estudiantil fue la de pedir la renuncia del octogenario Deng, quien acusaban de ser responsable de la corrupción que en los ultimos años se ha apoderado del aparato oficial.

Pero detrás de esas denuncias subyacían otras de más fondo. Sí bien Deng embarcó calladamente al país desde 1979 en una serie de reformas económicas, que permitieron una libertad limitada para las actividades privadas, no hizo lo mismo en cuanto a la apertura política. Paradójicamente, en la medida en que la economía mejoraba, crecía el descontento por la rígídez del aparato estatal y por la indiferencia del gobierno por los clamores reformistas.

En esas condiciones, los círculos intelectuales chinos, al frente de ellos los estudiantes (un estamento altamente respetado en el país), comenzaron a movilizarse en pro de las reformas, y era inevitable que vieran a Mijail Gorbachov como su máxima inspiración. Las reformas introducidas en el aparato estatal soviético, la descentralizacion y las nuevas libertades de expresion, todo ello cobijado por los famosos glasnost y perestroika, resultaban demasiado atractivas para los chinos. Pero si a ello se le suma el ataque frontal contra la corrupcion, en el que Gorbachov no dudó en perseguir y castigar a la mafia estatal del yerno de Leonid Brezhnev, la conclusión es que, para los chinos, Gorbachov representa la demostración de que todo lo que esperan es posible.

Tal vez por esa razón se oyeron discursos sin precedentes, como el del primer ministro Li Pen, uno de los más criticados por los revoltosos, quien afirmó: "No creemos que los países capitalistas tengan el monopolio de la libertad, la democracia y los derechos humanos. La gente en los países socialistas debería disfrutar también de la libertad, la democracia y los derechos humanos, y China está preparada para mejorar esos aspectos".

Fueran o no reales las intenciones del primer ministro, lo cierto es que la delegación soviética dejó traslucir cierta preferencia por el jefe del Partido Comunista Chino, Zao Zi Yang, el promotor del cambio, y cierto desdén por Li y and por Deng. El mismo Gorbachov dejó conocer sus dotes de al diplomático cuando inicialmente se distancia de las protestas, llamando en los manifestantes "cabezas calientes" que, tal como ocurre en su patria, quieren que las reformas ocurran de la noche a la mañana. Pero más tarde atemperó su posición y declaró en una rueda de prensa que daba a "los esfuerzos de los jóvenes su justo valor y consideraba a este un momento crucial en el desarrollo del socialismo en el mundo".

Sin embargo, pronto se sabría que el ala conservadora del poder chino llevaría las de ganar. Preocupados por la dimensión de las protestas y sobre todo porque cada vez se sumaban a ellas miembros de otros estamentos sociales, como trabajadores y hasta miembros del Ejército Popular de Liberación, la salida final fue la de las armas. No bien había salido Gorbachov del país, cuando una reunión del Consejo Supremo -aparentemente sin la presencia. de Zao Zi Yang decretó la disolución inmediata de la concentración de la Tiananmen, creando inquietudes sobre su permanencia en la cupula gubernamental.

Al cierre de esta edición, se produjo la renuncia del secretario del Partido Comunista, Zao Zi Yeng, quedando vigentes serios interrogantes sobre el futuro de los vientos renovadores en el gobierno chino.

¿HISTORIA DE UNA TRAICION?
Las relaciones entre China y la Unión Soviética se dañaron en 1959 por dos circunstancias bien definidas.
Por una parte, el régimen de Nikita Krushov planteaba la coexístenía pacífica con el mundo capitalista, el "revisionismo" que Mao Zedong no estaba dispuesto a aceptar. Por la otra, tras 7 años de alíanza obsecuente, los chinos se rebelaron contra lo que consideraron el hegemonismo soviético. El rompimiento de los dos líderes llevó diez años más tarde, a una pequeña confrontación fronteriza que marco el punto más bajo de las relaciones de los dos gígantes comunistas.

Los acuerdos de normalización de relaciones incluyen un mayor intercambio económico y tecnológico, y en el plano geopolítico abren la posibilidad, ciertamente aplaudida por los Estados Unidos, de llegar a resolver el problema de Camboya. Allí, el régímen de Hun Sen, apoyado por Viet Nam por cuenta de los soviéticos, se enfrenta a una guerrilla apoyada por China.

Curiosamente, la mayoría de observadores norteamericanos coinciden en que la uníón de los dos paises comunistas mas grandes del mundo ya no representa una amenaza para la esfera capítalísta. En ese sentido, parece confírmarse que el orden de valores en el planeta ha cambiado hasta níveles insospechados hace apenas unos cuantos años.-