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No deja de ser una verdadera paradoja que el principal escollo que enfrentó Fidel Castro en su intento para exportar su revolución lo hubiera encontrado en el presidente venezolano Rómulo Betancourt.

OPINIÓN

Cuba y la Doctrina Betancourt

En este texto, Mauricio Acero Montejo reflexiona sobre un episodio histórico entre el líder de la revolución cubana y el presidente Venezolano Rómulo Betancourt. “Dígale a Fidel Castro que cuando Venezuela necesito libertadores, no los importó, los parió”.

Mauricio Acero Montejo
22 de agosto de 2018

Por una deformación en la presentación de los hechos, se le atribuye a Colombia y al gobierno de la época presidido por Alberto Lleras Camargo, la responsabilidad exclusiva por la expulsión de Cuba de la OEA, sin parar mientes en que la actitud beligerante y desabrochada de Fidel Castro para intervenir en los asuntos de otros países americanos ya había recibido el rechazo de otros dirigentes de la región.

No deja de ser una verdadera paradoja que el principal escollo que enfrentó Fidel Castro en su intento para exportar su revolución lo hubiera encontrado en el presidente venezolano Rómulo Betancourt. Por la misma época en que Castro desalojó del poder al régimen de Fulgencio Batista en Cuba, Betancourt se había puesto a la cabeza del movimiento que destronó a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela. Rómulo, como después se le conoció en toda Venezuela, venía de haber librado una larga lucha contra los sucesivos dictadores venezolanos desde 1928, cuando él, junto con un grupo de jóvenes, se opuso a Juan Vicente Gómez. Betancourt se había iniciado como miembro del Partido Comunista en Costa Rica, y, luego de su desencanto con la ortodoxia marxista, fundó el Partido Acción Democrática. Como líder de esta agrupación, ganó las primeras elecciones libres y abiertas celebradas en su país en más de 50 años.

Sin habérselo propuesto, Rómulo Betancourt se había colocado en el extremo opuesto de la balanza política en América, que, a la sazón, juzgaba benévolamente a la revolución izquierdista y coqueteaba abiertamente con el marxismo. El 25 de enero de 1959, Castro fue recibido en Caracas por el presidente electo venezolano. Animado por la euforia que animaba las calles, por la calurosa bienvenida dada por los jefes militares simpatizantes del comunismo y por los líderes estudiantiles de AD, Fidel estaba convencido de recibir la ayuda política y económica del principal país petrolero de la región. Cuál no sería su sorpresa ante las negativas de Betancourt a cada una de sus solicitudes, en particular, a aquella de entregarle petróleo para financiar su revolución. De allí, a la abierta enemistad no hubo sino un paso. Rómulo Betancourt consideró a Fidel Castro y a su revolución como la principal amenaza para Venezuela y los demás países caribeños. La seducción y la manipulación que Castro ejercía entre amplios sectores venezolanos, llevó al gobernante a plantear la Doctrina que lleva su nombre.

En efecto, en su discurso de posesión ante el Congreso de la República, el 13 de febrero de 1959, escribió:

“Solicitaremos cooperación de otros Gobiernos democráticos de América para pedir, unidos, que la Organización de Estados Americanos excluya de su seno a los Gobiernos dictatoriales porque no sólo afrentan la dignidad de América, sino también porque el Artículo 1 de la Carta de Bogotá, acta constitutiva de la OEA, establece que sólo pueden formar parte de este organismo los Gobiernos de origen respetable nacidos de la expresión popular, a través de la única fuente legítima de poder que son las elecciones libremente realizadas. Regímenes que no respeten los derechos humanos, que conculquen los derechos de sus ciudadanos y los tiranice con respaldo de las políticas totalitarias, deben ser sometidas a riguroso cordón sanitario y erradicados mediante la acción política colectiva de la comunidad jurídica internacional”.

En virtud de la Doctrina Betancourt, Venezuela rompió relaciones diplomáticas con los gobiernos de Argentina, Cuba, República Dominicana, Ecuador, España, Guatemala, Honduras y Haití.

Tres años después de haber sido formulada la Doctrina Betancourt, el 31 de enero de 1962,  la reunión de cancilleres de los países miembros de la OEA, celebrada en Punta del Este, Uruguay, adoptó la resolución presentada por Colombia, mediante la cual se expulsó a Cuba de la organización.