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DEL INFIERNO AL CIELO

El alcalde basuquero de Washington, Marion Barry, está a punto de recuperar su puesto.

17 de octubre de 1994

CUANDO MARION BARRY cumplió su condena de seis meses en el Instituto Correccional de Petersburg, el 26 de abril de 1992, era virtualmente un cadáver político. Haber sido sorprendido con una modelo en pleno acto de fumar crack, era suficiente para dar sepultura a cualquier carrera política. Pero contra todos los pronósticos, Barry ese mismo día comenzó su campaña para regresar. Y para sorpresa general, en septiembre de ese año se convirtió en concejal de la ciudad. Hasta ahí parecía un milagro, pero faltaba lo peor. En las primarias del pasado 13 de noviembre, convocadas para elegir al próximo candidato demócrata a la alcaldía, Barry derrotó con el 47 por ciento de las preferencias a sus contendores, John Ray y la actual alcaldesa Sharon Pratt Kelly. La pregunta es: ¿cómo se dio la resurrección de Barry?
Una de las causas es la pésima administración que hizo Kelly durante este período, que propició el agravamiento de los problemas sociales y delicuenciales de la capital estadounidense. Además, a pesar de todo, Marion Barry dejó una excelente imagen cuando ejerció como alcalde entre 1978 y 1990. Si se acoge esa tesis, los votantes ya habrían pasado al desván de la memoria las imágenes de su burgomaestre en el poco airoso acto de consumir cocaína fumable. En ese caso, los ciudadanos estarían tan desesperados que querrían soluciones rápidas para una situación que encuentran insostenible.
Pero nada de eso parece tan contundente como el hecho de que lo que está de por medio es una pugna interracial en la capital de Estados Unidos -una ciudad cuya población es negra en un 70 por ciento, y en donde el poder es ejercido por la privilegiada minoría blanca-. Ahora resulta evidente que sus partidarios, casi todos negros, creyeron que la condena de Barry fue un complot blanco contra su adalid. El 'poder negro' nunca ha existido y por ello muchos ciudadanos ven en la carrera de Barry la solución para hacer valer sus derechos. Conociendo esa situación, el ex alcalde hizo campaña sólo en los barrios de gente de color y con bajos recursos, lo que evidentemente le dio buenos dividendos.
Sin embargo, es un hecho que su hipotética elección sería muy poco presentable en un momento en que se ha adoptado una nueva ley anticrimen y mientras los países que, como Colombia, son víctimas del narcotráfico, claman por la reducción del consumo de narcóticos. Por eso su copartidario, el congresista Newet Gingrich, afirmó que la elección de Barry es una tragedia para Washington. En todo caso, el fenómeno Barry refleja la complejidad de un tema como el de la droga, donde por lo visto no bastan los compromisos gubernamentales ni las buenas intenciones. Con Barry como alcalde de su capital, Estados Unidos tendría problemas para presentar una política antidrogas que al menos suene consistente.-