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El balón como bandera

El caso de la selección palestina de fútbol, organizada en el exilio, es sólo el último ejemplo del nexo entre fútbol y nacionalismo.

12 de mayo de 2003

Casi al mismo tiempo que se presentaba la 'hoja de ruta', el plan de paz para Oriente Medio que pretende crear un Estado palestino para 2005, otro acontecimiento, más sutil si se quiere, ayudaba a afirmar el sentimiento nacionalista de los palestinos. El 3 de mayo su selección de fútbol empató a un gol con Kuwait y se acercaron a la clasificación para los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Lo curioso es que lo hizo con un equipo compuesto mayoritariamente por chilenos. La selección palestina constituye un caso único a nivel mundial, pues se vio forzada a integrar jugadores de distintas nacionalidades ante la negativa de Israel a permitir viajar al extranjero a los deportistas de los territorios ocupados. Ante tal situación la federación buscó integrar un equipo en el exilio, conformado por jugadores con sangre palestina. Y decidió establecerse en Chile, donde encontró a 350.000 palestinos, una de las mayores colonias del mundo. El año pasado un chileno hijo de palestinos, Nicola Hadwa Shahwan, fue nombrado técnico. "Cuesta mucho trabajar sin los futbolistas del país. Pero hemos salido adelante contra viento y marea gracias a que ese factor de adversidad permite que el grupo se una y que haya mayor entrega", dijo a SEMANA. Pero aún así esa representación tiene un valor simbólico especial para Palestina. Puede que el país de Yasser Arafat no tenga silla en las Naciones Unidas pero sí es miembro de la Fifa desde 1998, lo cual es casi igual de importante para el orgullo nacional. Muchos sociólogos han dado cuenta de que se trata de un fenómeno social de grandes dimensiones. Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París, es uno de los analistas que ha observado cómo entre las primeras manifestaciones de voluntad de los nuevos Estados independientes, como Lituania, Georgia, Eslovaquia o Croacia, figura la petición de adhesión a la Fifa, al mismo nivel de la ONU. De acuerdo con Boniface, parece que a los tres elementos tradicionales del Estado -territorio, población, gobierno- habría que añadir un cuarto: una selección nacional de fútbol. En la historia hay muchos ejemplos de relación entre el fútbol y el nacionalismo. En España el general Francisco Franco trató de seguir el ejemplo de Mussolini, quien había aprovechado el fútbol como una poderosa propaganda. Pero chocó con los nacionalismos locales (vasco, catalán y gallego), que utilizaron el fútbol para su beneficio. Durante la Guerra Civil el gobierno vasco decidió formar una selección, que con el nombre de Euzkadi disputó varios encuentros en el extranjero con un objetivo propagandístico y económico, y del Barcelona, el club catalán, se dice que es el ejército sin armas de una nación sin Estado. Los ejemplos abundan, como el de la selección húngara de jugadores exiliados en los 50, bajo la dominación soviética, pero probablemente el más ilustrativo es el de Argelia en esa misma década. El Frente Nacional de Liberación (FNL) formó un equipo nacional con futbolistas que jugaban en Francia, el cual realizó una gira mundial antes de la independencia definitiva. Hoy la selección de fútbol sirve como embajadora de la causa palestina. "Gracias al equipo se desvirtúa la imagen de terroristas con que se etiqueta a los palestinos", sostiene Hadwa. A pesar de los prometedores resultados en el torneo olímpico la meta final es la clasificación al próximo mundial de fútbol. De esa manera, si la famosa 'hoja de ruta' conduce el proceso de paz de Oriente Medio a su destino final, los palestinos podrán celebrar la creación de un Estado propio con una exitosa participación en Alemania 2006. Página web relacionada Palestine Football Association