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En su discurso del pasado miércoles, durante el Congreso Conservador.

REINO UNIDO.

¿El próximo inquilino?

David Cameron, el joven y carismático líder que ha revitalizado a los conservadores, espera su turno para convertirse en Primer Ministro.

4 de octubre de 2008

En pocos meses, David Cameron podría estar de trasteo. A menos que su popularidad se desplome, la figura descollante del Partido Conservador bien podría dejar su apartamento en el lujoso barrio londinense de North Kensington para instalarse en el número 10 de Downing Street, la residencia oficial del Primer Ministro del Reino Unido.

Calificado recientemente por la revista Time como un "prodigio político" y comparado con Barack Obama por su juventud y su carácter, Cameron ha ascendido meteóricamente en su partido y hoy, después de apenas siete años en el Parlamento, es su máximo líder. También es el as escondido de los 'Tories', el partido que brilló con Margaret Thatcher y que ahora busca arrebatarle el poder al Partido Laborista, después de tres elecciones perdidas y una década en el ostracismo. Incluso, muchos observadores comparan el papel actual de Cameron con el que tuvo en su momento el ex primer ministro Tony Blair en el ascenso del Nuevo Laborismo. De la mano de Cameron, "los conservadores han resurgido e intentan reinventar su tradición política y prepararse para el poder", afirma el libro ¿Es el futuro conservador?, lanzado recientemente en Inglaterra.

El éxito actual de este político de 41 años se debe, en gran parte, a que se benefició de la caída en las encuestas del primer ministro Gordon Brown, el hombre que relevó a Blair. Además, ante la imagen de un jefe de gobierno agobiado, ojeroso y poco carismático, Cameron se ha presentado ante los medios de comunicación como un personaje dinámico y astuto, capaz de combinar dos aspectos que en política no siempre van de la mano: un origen privilegiado, con educación en las mejores instituciones de Gran Bretaña, y una cercanía con la gente común y corriente. Esto lo demuestra cuando habla con los transeúntes mientras atraviesa el centro de Londres en bicicleta, medio que utiliza para dejar a su pequeña hija en el colegio antes de ir a su oficina cerca del Palacio de Westminster.

Y aunque estas características han catapultado al Partido Conservador sobre el Nuevo Laborismo, para consumar su trasteo a Downing Street, Cameron tiene que sortear primero una carrera de obstáculos. "Cameron pisa una delgada línea entre aparecer como un hombre amable y abierto y un político hambriento de poder que le dirá al público todo lo que quiere escuchar", afirmó a SEMANA Peter Kerr, analista político de la Universidad de Birmingham, poco después del discurso de Cameron en la Conferencia Conservadora, celebrada en esa ciudad el pasado miércoles.

Además, su inexperiencia pesa en el actual ambiente de crisis y le da un respiro a Brown, que manejó la economía con mano de hierro durante los años de bonanza en que fue ministro de finanzas. Y, por último, aunque el conservadurismo brilla con la imagen fresca de Cameron, "la agenda política del partido es criticada por ser vaga e incompleta", afirmó Tim Heppell, de la Universidad de Leeds. "La marca conservadora es esencialmente Cameron. Es popular, pero el laborismo puede preguntarse qué tiene detrás de él", añadió.

De cualquier modo, esos problemas se manejan de puertas para adentro en los conservadores. A ellos les conviene más apoyar a su hombre clave, que podría tocar el cielo en su meteórico ascenso si se convierte en el próximo gobernante conservador del Reino Unido después de una sequía de 11 años.