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En la región hay suficiente cantidad de cultivos para producir alimentos, pero estos no llegan de manera equitativa a los consumidores.

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“En América Latina y el Caribe no hay hambre por falta de comida, sino por desigualdad”: FAO

Estas son las tres grandes conclusiones de la Conferencia Regional de este organismo de la ONU que se desarrolló, en su edición 37, en la ciudad de Quito, Ecuador.

4 de abril de 2022

El pasado viernes cerró en la ciudad de Quito, Ecuador, la edición 37 de la Conferencia Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO, evento que en 2022 fijó los lineamientos que deberá seguir la organización en América Latina durante los próximos dos años.

Según la misma entidad, este evento se desarrolló en un momento muy importante para la región, en tanto que es la zona del mundo que más se vio golpeada por las consecuencias derivadas de la pandemia de covid-19. Esto por el recrudecimiento de la crisis humanitaria, económica y social. En la FAO advirtieron que, en el proceso para salir de la crisis, “el sector agroalimentario es clave”, dado que está conformado por una larga cadena de eslabones que comprende el paso de la tierra a la mesa.

En ese mismo sentido, la FAO también destacó la importancia de poner la lupa sobre los sectores agroalimentarios del continente, dado que representan “entre el 9 % y el 35 % del PIB de los países de la región”, además de significar cerca del 25 % de todas sus exportaciones.

En América Latina y el Caribe no hay hambre por falta de comida. No hay hambre porque los agricultores no hacen su tarea. La hay porque existe demasiada desigualdad y pobreza”, explicó durante su intervención, en esta cumbre, que se extendió durante cinco jornadas, el representante regional de la FAO, Julio Berdegué, en un evento en el que también hicieron presencia el presidente de Ecuador, Guillermo Laso; el primer ministro de Haití, Ariel Henry; el vicepresidente de Ecuador, Alfredo Borrero; 41 ministros y 23 viceministros de Estado de la región, y el director general de la FAO, Qu Dongyu.

En este mismo sentido, Berdegué sentenció que “América Latina y el Caribe puede y debe hacer frente a sus desafíos y pasar a la vanguardia de la alimentación y de la agricultura mundial”, añadiendo que esta es una condición que no solo tendría un importante impacto en la región, sino en la seguridad alimentaria de todo el mundo.

Por lo anterior, en el marco de las tareas propuestas para los próximos dos años, la organización emitió un plan de acción que se centra en tres grandes prioridades regionales encaminadas al combate del riesgo de la seguridad alimentaria y a la optimización de las capacidades de la zona.

La ruta propuesta

En ese sentido, la FAO llamó, como primer factor, a la construcción de “sistemas agroalimentarios sostenibles para garantizar dietas saludables”, con el compromiso de que se asegure de igual modo el acceso físico y económico a algunos productos que representan amplias capacidades nutricionales, advirtiendo que mientras que en la región se presentan 60 millones de personas que viven con hambre, es necesario también poner bajo la lupa a 104 millones de habitantes que viven en condición de obesidad.

En segunda instancia, la FAO llamó a la consolidación de “sociedades rurales prósperas”, afirmando en ese sentido que “la mitad de la población que vive en los campos de América Latina y el Caribe es pobre”. Es más, “uno de cada cuatro campesinos vive en extrema pobreza” y en actividades como pesca y agricultura, el 82 % de quienes desarrollan esos oficios, “lo hacen en condiciones de informalidad”.

Como tercer lineamiento trazado, los países de la región se comprometieron en esta cumbre de la FAO a trabajar en una producción agrícola acorde con las exigencias para mitigar el cambio climático.

“Estamos fuertemente comprometidos con detener la deforestación, promover la ganadería sostenible, bajar las emisiones, impulsar la recarbonización de los suelos y la recuperación de agroecosistemas degradados”, afirmó Berdegué.

En esa senda, desde la FAO se advirtió que un eje transversal en la consecución de esos tres pilares se traduce en la necesidad de la innovación, afirmando que esta es necesaria en tanto permite una mejor producción, prácticas que propenden por el respeto del medioambiente, y la producción de alimentos que permitan una mejor nutrición.