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EXPLOSION!

El atentado contra la embajada israelí en Buenos Aires señala la globalización de la guerra terrorista que afecta al Medio Oriente.

20 de abril de 1992

LA ESQUINA DE SUIPACHA Y ARROYO ESTA situada en uno de los sectores más elegantes de Buenos Aires, donde los edificios de apartamentos construidos al final del siglo pasado, con sus fachadas clásicas de piedra caliza, recuerdan la arquitectura del París de la Belle Epoque.
La calle de Arroyo es una de las pocas de la ciudad que describen una curva y está bordeada por galerías de arte, tiendas de antiguedades y restaurantes exclusivos. Esa mañana nada indicaba que sus aceras sombreadas por hileras de árboles, donde se escuchaban las risas de un jardín de infantes situado en las inmediaciones, se convertiría de un momento a otro en un caos de horror y muerte.

Eran cerca de las tres de la tarde. Una mujer declaró luego que había visto un automóvil Ford Fairline incendiarse pocos momentos antes de que se produjera una enorme explosión, que se oyó a más de cinco kilómetros de distancia.
Cuando se despejó la nube de humo y polvo, los aterrados transeúntes descubrieron que el edificio de cinco pisos de la embajada de Israel había sido prácticamente demolido. Entre gritos de los sobrevivientes, los grupos de socorro luchaban por sacar a los que habían que dado entre los escombros. Varios cuerpos despedazados quedaron diseminados en el área, decenas de automóviles destruidos, los árboles desgarrados y las ventanas rotas en varias cuadras a la redonda, completaban un panorama dantesco. Pronto el lugar se vio invadido por cientos de personas que luchaban por atravesar las líneas policiales para averiguar por sus seres queridos. La explosión dañó gravemente varios edificios más, incluida la embajada de Rumania y semidestruyó una iglesia católica, su escuela adyacente y un asilo de ancianos. El saldo final fue de 21 muertos incluido el segundo de a bordo de la representación diplomática, David Ben Rafael, y varios empleados argentinos y 252 heridos.

El presidente Carlos Saúl Menem se encontraba jugando tenis en la residencia de Los Olivos cuando se enteró del atentado. La primera reacción fue la de pedir calma a la ciudadanía, que se encontraba literalmente en estado de shock. Buenos Aires es una ciudad que se precia de su baja rata de criminalidad y de su estilo de vida europeo. Muchos transeúntes no podían creer lo que veían, que consideraban monopolio de zonas más turbulentas del planeta. En medio de la confusión, Menem no halló mejor argumento que acusar a los neonazis del bombazo, mientras aseguraba que el hecho sólo llevaría a estrechar las relaciones de su país con Israel.

Pero para los servicios secretos israelíes, lo que parece seguro es que detrás del hecho no están los neonazis ni los militares golpistas o "carapintadas", sino los terroristas árabes que luchan contra el Estado de Israel. Inicialmente se conoció una llamada de alguien que hablaba con acento extranjero y que reivindicó el atentado a nombre de "Palestina Libre". Al día siguiente las autoridades informaron sobre la existencia de un comunicado del movimiento chiíta Jihad (Guerra Santa ) Islámica, que justificó el atentado como una venganza por la muerte del jeque Abbas Mussawi, dirigente del Partido de Dios (Hezbollah), asesinado junto con su familia por un comando de helicópteros israelíes en Líbano hace un mes. El atentado habría sido cometido por un argentino convertido al Islamy conocido como "AbuYasser", quien habría muerto en el carrobomba.

Esa reivindicación fue negada más tarde por el Jihad Islámico, que advirtió sin embargo que apoyaba cualquier acción contra el "sionismo". Nemer Hamad, vocero de la Organización para la Liberación de Palestina sostuvo en Italia que las imputaciones de las autoridades israelíes sobre la participación árabe "son simple propaganda política en momentos en que los países árabes e Israel participan en un diálogo para poner fin al conflicto en el Medio Oriente".

Pero la cercanía entre este ataque (el peor en la historia de Israel) y uno similar perpetrado el 7 de marzo en Ankara (Turquía), llevó a los investigadores a pensar que lo que parece estar comenzando es una guerra terrorista en la que están en la mira las representaciones diplomáticas de Israel en los cuatro puntos cardinales del planeta. Los investigadores argentino asumieron esa tesis como cierta y el ministro del Interior, José Luis Manzano, declaró que se trataba de la obrade "terrorstas fundamentalistas que quieren dar al traste con la paz del Medio Oriente".

En medio de las condenas internacionales, los observadores se preguntaban con preocupación cuál podría ser la próxima sede atacada, sobre todo ahora que el gobierno israelí tiene en marcha un programa de establecimiento de relaciones diplomáticas con varios países. Por lo pronto, los analistas tratan de determinar la razón para que Buenos Aires haya sido el blanco escogido para un ataque tan sangriento.

Algunos aventuraron la tesis de que el origen sirio y musulmán del presidente Menem le hace un personaje especialmente odioso para los activistas islámicos. Argentina tiene una política exterior de total alineamiento con Estados Unidos e Israel, y hace poco Menem visitó a este último y se fotografió orando en el Muro de las Lamentaciones usando el tradicional yarmulke de los hebreos, lo que produjo una ola de indignación en todo el mundo árabe. Argentina tiene además la comunidad hebrea más grande de Latinoamérica, con 250 mil miembros y también la mayor de origen árabe, con 1,3 millones.

La relación entre esas circunstancias y el atentado fue rechazada de plano por las autoridades argentinas, pero no fue descartada del todo. En cualquier caso, el atentado de Buenos Aires puso a las fuerzas de seguridad de muchos países en guardia ante una amenaza que parece omnipresente.