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GUERRA A GREENPEACE

Atentado contra el barco insignia del movimiento ecologista.

9 de septiembre de 1985

La escena tiené lugar de noche, en uno de los atracaderos del puerto neozelandés de Auckland. Dos buceadores, en una lancha de goma, avanzan sigilosamente hacia un conjunto de barcos. En un momento saltan al agua y sin ser vistos por nadie llegan al costado de uno de los navíos, uno poco común, 48 metros de eslorá, con la proa toda pintada de verde. Las luces del puerto revelan otros detalles. Sobre su quilla hay un retrato de una gran paloma blanca. Más adelante, unas barras de colores como saliendo del agua. No hay duda: es el Rainbow Warrior (Guerrero del Arco Iris), el mundialmente conocido barco insignia de la organización ecologista Greenpeace.
Cdn notable habilidad, los "hombres ranas" adhieren al casco de la nave dos pesados paquetes que llevan y se retiran de escena. Segundos mas tarde una fuerte explosión sacude el buque.
El puñado de tripulantes que está adentro, preso del pánico, salta al muelle. Cuatro minutos más tarde, ocurre una segunda explosión. El pequeño navío, que ya había comenzado a perder el equilibrio tras la primera detonación, definitivamente se desbanca hacia un costado, dominado por un orificio a estribor de dos metros de ancho.
Todo ha ocurrido rápidamente en la medianoche del pasado 10 de julio. El piloto del buque, Peter Wilcox y sus amigos, minutos después informarán al mundo que el Rainbow Warrior, que venía de supervisar la evacuación de 327 habitantes del atolón de Rongelap, en las Islas Marshall, víctimas de los ensayos nucleares atmosféricos efectuados por los norteamericanos en los años 50, ha sido hundido por manos criminales.
"Fue la segunda explosión la que lo mató ", dirá Wilcox al referirse a Fernando Pereira, el fotógrafo de la tripulación, quien tratando de rescatar su equipo fotográfico regresó al barco, tras el primer estallido, muriendo allí dentro. Portugués, de 33 años, Pereira estaba listo a hacerse a la mar con sus compañeros para realizar una nueva protesta contra los ensayos nucleares franceses en el atolón de Mururoa, acción decidida por Greenpeace para llamar la atención de la opinión pública mundial sobre la continuación de tales pruebas, en vísperas de una conferencia internacional que aspira a impulsar la idea de un tratado que prohíba las pruebas atómicas.
Momentos antes del trágico incidente, 25 personas debatían animósamente en la sala del pequeño buque sobre las fases de la operación en el atolón de Mururoa. Un grupo de activistas de Greenpeace de Nueva Zelandia se había sumado a la tripulación básica del Rainbow Warrior, pues otros seis veleros partirían tras de éste hacia la protesta. Esa noche se fijó como fecha de partida el 21 de julio, para llegar tres semanas después a 12 millas del atolón.
Las explosiones de esa noche hicieron que tales planes, sin embargo, fueran anulados de inmediato. El manotazo de los asesinos había surtido efecto .
Los noticieros neozelandeses, británicos y australianos se preguntaron entonces: ¿quién ha ordenado esa acción? ¿Quién ha ganado con tal crimen? "Los franceses, obviamente" contestaron ellos mismos. No obstante, las pruebas no dan para tanto. David Lange, el Primer Ministro socialista de Nueva Zelandia, que ha desatado las iras de Washington por no permitir que en su país fondeen de nuevo buques norteamericanos con armas nucleares, declaró para la BBC de Londres: "El atentado terrorista contra Greenpeace ha sido ampliamente financiado, meticulósamente planificado y tiene claras connotaciones políticas", pero no existe hasta el momento prueba alguna de conexión con ningún gobierno.
El jefe de la Policía neozelandesa Alan Galbraith, había informado a Lange previamente que la víspera del hundimiento del Rainbow Warrior un yate de nombre Ouvea, había sido alquilado en el puerto de Noumea, Nueva Caledonia, con cierto material -posiblemente explosivos- el cual fue de inmediato transportado en una camioneta a Auckland. "Es cuando otro equipo se encarga de la operación propiamente dicha", explica el policía tratando de indicar que fueron dos los grupos que trabajaron en la inutilización del Rainbow Warrior. "Ella empleó un zodíaco y material de pesca submarina para hundir el buque", agrega. Según Galbraith, "ella" es Sophie-Claire Turenge, 36 años, capturada por la policía neozelandesa en compañía de un tal Alaín Jacques Turenge, 33. Según la investigación, la pareja constituye "El equipo de choque", que se deslizó esa noche y realizó el atentado.
Sophie y Alaín fingían ser esposos en vacaciones y exhibieron pasaportes suizos que resultaron falsos. Los hombres de Galbraith aseguran que las huellas de la mujer fueron encontradas en el misterioso zodiaco. Los Turenge, cuya identidad verdadera esta por saberse, fueron quienes al parecer alquilaron la camioneta y dejaron abandonada la lancha neumática encontrada en cercanías del lugar de los hechos. Los esfuerzos del abogado de la pareja por lograr su libertad provisional fueron rechazados por el juez que atiende el caso, por lo que permanecen detenidos en Wellington. Menos suerte han tenido las autoridades con los franceses del yate Ouvea, quienes desaparecieron en alta mar el 21 de julio al sur de Nueva Caledonia, sin dejar rastro alguno. Las autoridades de Noumea y las de París concedieron a Nueva Zelandia la extradición de los tres hombres para que los puedan capturar en el momento que aparezcan. Los cargos que han sido formulados contra ellos son los mismos que a los Turenge: asesinato, incendio y conspiración para sabotaje.
Otra persona que está siendo buscada por la Policía es una mujer francesa de 35 años, que según los investigadores se infiltró hace varios meses al movimiento de Greenpeace y dirigió todos los movimientos de los terroristas en la noche del 9 de julio.
Preguntado por SEMANA sobre las hipótesis que el movimiento ecologista hace sobre los potenciales artífices del complot contra ellos, un vocero de Greenpeace en París sugirió que el aspecto policial del incidente no les concierne a ellos y que, en realidad, carecen hasta el momento de pruebas para acusar a alguien en particular. "Greenpeace se ha ganado su reputación, gracias a una larga historia de acciones no violentas. Este trágico suceso nos entristece, pero en lugar de arredrarnos, nos obliga a proseguir nuestras campañas no violentas en favor de la protección del ambiente" dijo recordando la línea general que la organización proclamó el 10 de julio. Y en efecto. Greenpeace lanzó un pedido de ayuda a la comunidad internacional para socorrer a la familia de Pereira y tratar de recuperar el Rainbow Warrior, cuyas operaciones de dragado y reflotaje pronto comenzaron. "Han hundido un hermoso barco, símbolo de la vida y del amor a la vida. Pero no han hundido, nunca podrán hacerlo, la hermosa y ancha esperanza que Greenpeace y su barco representan", dicen sus avisos de prensa. Por otra parte, decidieron continuar la campaña en el Pacífico. Así, el sábado 3 de agosto, zarpó del puerto de Auckland una flotilla de cuatro navios ecologistas, presididos por la Alliance, con destino a las inmediaciones de Mururoa.
Las reacciones políticas más importantes han tenido lugar en Londres donde más de 100 diputados laboristas suscribieron una moción de apoyo al movimiento ecologista por "sus esfuerzos para obtener la cesación de todos los ensayos nucleares, especialmente de aquellos efectuados por Francia en el atolón de Mururoa".
Un grupo francés, "Amigos de la Tierra", expresó su solidaridad con Greenpeace. El movimiento de los Verdes, de Alemania Federal, exigió a los gobiernos francés y neozelandés arrojar luz sobre el atentado. Charles Montan, consejero político de la embajada de Francia en Nueva Zelandia, expresó su simpatía por el grupo y rechazó cualquier insinuación de que su gobierno tuvo algo que ver en el asunto. "Francia no estaba molesta por la campaña que había asegurado que respetaría el derecho internacional", señaló.
En Reamodad, Greenpeace, en 1972, 1973, 1974 y 1981 ha hecho demostraciones antinucleares en Mururoa. ¿Por qué sólo hásta ahora es golpeada? "Se han hartado de nosotros, pues cada vez somos un movimiento más fuerte", responde a SEMANA un activista parisino de Greenpeace, quien prefiere permanecer anónimo, pues es de los que sospecha que la francofonía de los capturados en Auckland no es una casualidad.
Sin embargo, en otros lugares se tejen otras teorías. Roger Faligot sugería el 28 de julio en Le Journal Du Dimanche que las acusaciones contra Francia son una creación del servicio de inteligencia australiano (ASIS), que mantiene fuerte rivalidad con sus homólogos franceses de la DST, dada la situación creada por la crisis en Nueva Caledonia. "Se sabe -proclama Faligot- que existe un pacto ultra secreto, cuyo nombre de código es ANSUK, para coordinar las actividades de los agentes secretos británicos, australianos y neozelandeses", ante la "inquietante" situación en la isla, una de las comunidades francesas de ultramar agitada por un movimiento independentista. "Desacreditar al gobierno francés valiéndose del asunto de Greenpeace es una tentación muy fuerte" en estos momentos, concluye Faligot, quien en una nota señala que el atentado, realizado de manera profesional, pudo haber sido organizado por los servicios secretos supuestamente coaligados en Ansuk o por "personalidades influyentes en Noumea, inmersas en el drama de Nueva Caledonia".
De esta manera la atención sobre el origen del asunto comienza a diluirse en un mar de sospechas y contraacusaciones, a adquirir connotaciones geopolíticas de mucho calado, como si se quisiera advertir a Greenpeace: las cosas se van a quedar de ese tamaño. "Hay un esfuerzo de contrainformación contra nosotros que no sabemos de dónde viene", revela a SEMANA un responsable. "Están llegando datos falsos a los medios, rumores de que, por ejemplo, un millonario norteamericano nos ha regalado otro barco. Eso es ridículo", añade. Después del primer golpe, el segundo. ¿Quién hace la guerra a Greenpeace?, se preguntaba Liberation en estos días, sin atreverse a formular una respuesta.