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HART VUELVE A LATIR

Después del lio de faldas, Gary Hart vuelve a la arena política para disputar la candidatura demócrata

18 de enero de 1988

En el mundo de la política todo el mundo está acostumbrado a ver resurrecciones, pero nunca tan rápido como esta vez. Por eso, cuando el martes pasado Gary Hart se paro enfrente del capitolio del estado de New Hampshire, en la ciudad de Concord, y anunció que estaba de vuelta en la carrera por la presidencia de los Estados Unidos, la noticia tomo a todos sus adversarios por sorpresa.

Al fin y al cabo, este hombre de 51 años había muerto políticamente el pasado mes de mayo cuando como front-runner del partido Demócrata, tuvo que renunciar a la campaña por la nominación de su partido debido a un escandaloso lío de faldas. En ese entonces, un informe del diario The Miami Herald reveló que Hart había pasado varias noches con la modelo y aspirante a actriz Donna Rice, una linda muchacha de 29 años. Semejante liberalidad no era aceptable en un precandidato tan importante, motivo por el cual Hart se vio obligado a retirarse cuando se supo que el episodio con la Rice no era el primero y que el diario The Washington Post iba a publicar un informe contando otras peripecias amorosas del ex senador por el estado de Colorado.

El escándalo fue lo suficientemente grande para convulsionar el país. Lejos de guardar su silencio, Donna Rice se dedicó a contar la historia a los cuatro vientos y de aprovechar al máximo la popularidad. Entre otras cosasla modelo le vendió a la ABC los derechos para la televisión sobre la historia de su affaire y se dedicó a patrocinar una marca de jeans utilizando el slogan "I have no regrets" --una especie de "no me arrepiento de nada", en lenguaje publicitario.

Por su parte, Hart se recluyó en su casa de campo en Colorado y cancelo toda participación en público. Al cabo de un viaje a Irlanda en agosto, habló por la televisión y reiteró su intención de seguir alejado de la vida pública, al mismo tiempo que lamentó sus infidelidades y el hecho de que la contienda se hubiera dirimido en el terreno personal y no en el de las ideas.

A todas estas, el ánimo en las tol das demócratas seguía bajo. Después de la de Hart, la siguiente cabeza en rodar fue la del senador Joseph Biden, acusado de plagio en sus discursos, con lo cual el grupo de precandidatos del actual partido de oposición, quedó reducido a seis. A pesar del número --suficiente, en teoría, para darle a escoger a los votantes-lo cierto es que ninguno tiene figura presidencial. En contraste, los republicanos están mejor organizados y por lo menos dos de sus aspirantes--el vicepresidente George Bush y el senador Robert Dole--dan la impresión de dar la talla para ocupar la Casa Blanca en enero de 1989.

Fue esa razón la que seguramente llevó a Hart a volver a la lucha. Días antes, el ex senador había estado sondeando a políticos y periodistas para tratar de preveer las reacciones y la eventual manera de manejar la campaña. El clima relativamente positivo lo convenció de que había que lanzarse de una manera poco convencional.
Acompañado por su esposa Lee, Hart dijo que "esta no será como ninguna campaña que se haya visto, porque estoy yendo directamente hacia la gente. No tengo coordinadores nacionales ni organización. No tengo dinero, ni consultores, ni asesores ni apoyo político. Pero tengo algo mejor. Tengo el poder de las ideas, puedo gobernar este país". Esas palabras, como es de suponer, tomaron por sorpresa a todo el mundo.
Mientras entre los republicanos hubo alegría, entre los demócratas el común denominador fue la preocupación ante la posibilidad eventual de que los chismes y los chistes se tomen la carrera presidencial, ensuciando la imagen del partido.

Los votantes, a su vez, estuvieron igual de confundidos. En una encues ta realizada en New Hampshire--sitio de la primera elección primaria en febrero--por el diario USA Today y la cadena CNN, 43% de los encuestados estuvieron de acuerdo con la idea y 41% se mostraron en contra. No obstante, eso no impidió que Hart se colocara una vez más al frente de las encuestas con un 29% de apoyo, seguido por Michael Dukakis con un lejano 15%.

Si ese liderazgo continúa, habrá que esperar Hart, por lo visto, está probando que tiene oportunidad y que a pesar de no contar con una organización adecuada, puede dar la sorpresa.

La gran duda, sin embargo, radica en si la vida personal del nuevo candidato volverá a ser puesta sobre el tapete ahora. En una larga entrevista concedida el martes en la noche al programa de televisión de la ABC Nightline, Hart sostuvo que no iba a pedir excusas "el resto de mi vida".
"Cometí un error el cual he pagado este año y pagaré el resto de mi vida " agregó, no sin añadir que lo más importante ahora era centrarse en el terreno de las ideas.

En el mismo programa, Hart reconoció que sus posibilidades no eran las más grandes. Por una parte, el ex senador ha perdido meses de campaña ante sus rivales y por otra, sus infidelidades son una falta damasiado grave para algunos votantes. Tal como lo recordara el miércoles pasado un editorial del Washington Post,el problema central radica en que Hart se presentó inicialmente como una persona con profundos valores familiares y la realidad acabó probando otra cosa. Por lo tanto, queda la duda de si esa doble moral puede ser puesta en práctica en otras áreas. Aunque lo cierto es que los presidentes de los Estados Unidos (quizás con la única excepción de Carter) no constituyen el mejor ejemplo en esa área, la situación nunca había sido tan evidente.

Esos y otros pensamientos deben estar pasando por la cabeza de miles de votantes demócratas que a partir del próximo 15 de febrero empezarán a decidir si Gary Hart es el nominado de su partido para las elecciones de noviembre. En 1984, siendo entonces un senador medio desconocido, Hart saltó a la fama al oponérsele fuertemente al entonces favorito, Walter Mondale. Ahora, queda por verse si a punta de ganas Gary Hart comprueba que--con todo y sus líos de faldas- puede convencer a los votantes de que es el más indicado para representarlos en la Casa Blanca. --