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KENNEDY, INDESEABLE EN CHILE

Huevos, piedras y palos contra el Senador durante su visita para apoyar la oposición a Pinochet.

17 de febrero de 1986

Durante los próximos años, el senador Edward Kennedy recordará con desagrado lo pésimo que le fue durante su visita de 24 horas a Santiago de Chile el miércoles último, bombardeado con huevos y piedras, ignorado por la policía y las autoridades militares y civiles, mientras el gobierno le cobraba caro su gesto de 1976 cuando encabezó en el Congreso la prohibición de vender armas norteamericanas a los chilenos.
Todo comenzó cuando Kennedy y sus hermanas, Jean Smith y Patricia Lawford (quienes lo acompañaron en un viaje que también incluyó Brasil, Argentina y Perú), al llegar al aeropuerto de Santiago se toparon con grupos vociferantes que portaban retratos de Mary Jo Kopechne, quien siendo secretaria del Senador murió en un accidente al caer el automóvil que los conducía a los dos, bajo el puente de Chappaquiddick. En esa ocasión, Kennedy salió nadando, dejando a Mary Jo dentro del vehículo e informando a la Policía sólo varias horas después, provocando así el mayor escándalo de su carrera política. Luego de observar esa manifestación compuesta por miembros de la Unión Democrática Independiente, que apoya al gobierno de Pinochet, y mientras la Policía se quedaba con los brazos cruzados, la comitiva del Senador quedó bloqueada porque los manifestantes habían colocado obstáculos en la vía que conduce al aeropuerto. Los partidarios de Kennedy que gritaban contra el gobierno, se vieron impotentes ante la superioridad de sus contrarios, y sólo después de dos horas la Policía decidió poner a disposición de Kennedy, sus hermanas y sus ayudantes un helicóptero que los rescató.
Piedras, huevos y palos fueron lanzados contra los vehículos de los opositores al gobierno, y Jaime Castillo, presidente de la Comisión de Derechos Humanos en Chile, resultó levemente herido cuando una piedra rompió un vidrio de su automóvil.
El resto de la jornada siguió siendo tenso. Al salir de una visita a un hogar para niños inválidos, los automóviles volvieron a ser bombardeados esta vez con más entusiasmo, mientras los policías que se hallaban en los alrededores se quedaron impávidos otra vez. Mientras funcionarios de la embajada americana protestaban ante la Cancillería por la falta de una protección adecuada, el presidente Pinochet rechazaba una petición de audiencia para Kennedy, e iba más allá, calificándolo de enemigo de los chilenos ya que el Senador en distintas ocasiones ha formulado violentas críticas a la violación de los derechos humanos en Chile, además de su intervención en el embargo de la venta de armas.
Interrogado por los periodistas sobre su reacción ante esos desmanes Kennedy dijo: "Entiendo que algunas personas me acusan de ser enemigo de Chile. Yo no soy ni seré enemigo de los chilenos... soy enemigo de los secuestros, de los asesinatos y los arrestos arbitrarios estoy contra todo eso". Cuando le preguntaron si apoyaría alguna clase de ayuda norteamericana para ese país, dijo: "Seré el primero en pedir la renovación de la ayuda de todo tipo a Chile cuando este país vuelva a respetar los derechos humanos más elementales".
Kennedy fue enfático, en medio de gritos a favor y en contra de su presencia en Santiago, en que su actitud no está limitada al caso chileno, sino que la misma gestión adelantó en distintas ocasiones contra los gobiernos de Cuba, Guatemala, Nicaragua, Uruguay y Argentina por abusos presentes o pasados.
Los reveses de la visita no terminarían ahí. Luego de largas reuniones con líderes de la oposición, quienes recientemente dieron a conocer un comunicado en el que pedían el retorno a la democracia, comunicado que fue apoyado públicamente por Washington, Kennedy no pudo reunirse con el cardenal Juan Francisco Fresno Larraín, uno de los firmantes de ese documento: el prelado dijo que no tenía objeto reunirse con el Senador porque su visita era política. Sin embargo, fuentes de la Iglesia revelaron que, en privado, el Cardenal apoyaba la visita. Otros prelados, como el cardenal Raúl Silva Henríquez, sí dialogaron con Kennedy.
Al salir de Santiago rumbo a Lima, el Senador diría que había logrado el propósito de su visita: "Expresarle mi apoyo a los esfuerzos de grupos responsables que buscan una transición pacífica hacia la democracia en Chile".